♕ 20: Planes. ♕

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Maratón. 1/3


¡FELIZ CUMPLEAÑOS, FERNANDA!

¡FELIZ PRE-CUMPLEAÑOS, MARIANA!





Cuando Daeron Akgon se sentó en el trono de oro del sur, hubo muchas veces en las que resopló por la estresante tarea que era llevar por buen camino, al imperio más poderoso de poniente.

Kargem se sentaba día con día en la sala de estrategia, bien decidido a ordenar los asuntos del reino, escuchando a sus consejeros y maestres que le presentaban problemas con posibles soluciones. Era cansado, claro. Un tanto aburrido y repetitivo, pero Daeron siempre prefirió arreglar los problemas del mercado de Dorado, que evidentemente, planear una guerra.

No fue hasta que sus hijos eran adultos, que tuvo que preocuparse por ello; cuando Los Tomlinson vinieron a Dragonscale para unir fuerzas y derrotar al ejército de muertos que amenazó con quitarles su luz; Daeron supo entonces que tal vez, sus días como monarca se acercaban a su fin. Más tras la noche en que Allenya soñó que el rey oscuro vendría, pero no solo eso. No solo una guerra se acercaba a Goré, si no, la familia de los lobos del norte se enredaría entre la suya irremediablemente, cuando los príncipes se encontraran y hubiera una unión mucho más allá que la complicidad.

Allenya no le reveló con detalle lo que había visto a su hermano mayor, pero cuando mencionó que su hijo encontraría su camino en el azul de unos ojos, entendió que ya no tendría que preocuparse por su heredero.

Eventualmente, Kargem conoció a los dos hijos de Jacob y aunque ambos poseían el mar entre sus ojos, supo que el príncipe omega de modales rectos, nunca más regresaría al norte. Sus hijos estarían bien entonces. Confiaba en Gemma con su vida entera, su primogénita, que tenía tanto amor por su reino como todas las princesas antiguas sepultadas en las criptas. Comprendía la devoción de sus sobrinos por su casa, sabía que irían hasta el fin del mundo para pelear bajo su escudo. Pero su hijo...

El heredero, Harry... admitió que le preocupaba un poco.

Durante todos esos años que Kargem se sentó a la cabeza de la mesa en la sala de estrategia, siempre apretó los puños cuando alguien tocaba y penosamente, entraba un guardia para informarle que el heredero del sur había hecho un desastre de nuevo.

Cuando Harry tenía seis, entró junto a su primo, Niall Horan, mientras los cortesanos y consejeros alzaban las cejas; ahí estarían ellos, sus niños, todos cubiertos en tierra y lodo, tratando de lucir inocentes.

Cuando a los doce, Harry llegó junto a Skyler, con raspones en toda la cara, piernas y brazos, luciendo terriblemente molestos el uno con el otro.

O a los dieciséis, cuando, después de medio día sin saber de su hijo, un puñado de guardias dorados llevó al príncipe heredero y a sus dos primos frente a su padre; habían estado dormidos en un callejón del centro tras haber pasado la noche bebiendo por un festival.

Daeron siempre apretaba los dientes y tensaba la quijada, suspirando con fuerza mientras le pedía, en una voz grave y temeraria, a todos sus consejeros que abandonaran la sala para poder hablar con su hijo.

Sin embargo, cuando Daeron fue un niño, había visto cientos de veces a su hermano mayor, Vaerys, entrar y salir tras regaños de su padre en la sala de estrategia. Siempre altivo, siempre rebelde, su hermano siempre le intimidó un poco.

Reigon era recto y duro con su primogénito, pues era su heredero, pero siempre se tornaba un tanto más suave con Daeron y Allenya, los pequeños. Luego su hermano murió y el peso cayó en él.

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