♕ 32: Tormenta. ♕

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N/a: las letras cursivas en los diálogos significa que están hablando en Vehstry.



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Una tormenta se cernió sobre el sur de un momento a otro.

El cielo estaba oscuro, parecía que la noche había caído justo a mitad del día y lo único que Harry podía sentir, eran las gotas picándole encima como un constante puñado de navajas que no lo cortaban, pero que si se sentía como si lo hicieran; aún así, él se aferraba a su dragón; pies bien sujetos a cada lado del lomo de Reikon, sus manos apretando su agarre entre las escamas mientras sentía la velocidad aumentar. El viento ondeaba su cabello mientras entrecerraba los ojos y  trataba de no perder el borrón rojo que se movía frente a ellos.

Vamos, vamos —murmuró Kargem mientras Reikon planeaba entre las nubes, de repente encapotadas. Todo estaba oscuro, demasiado. Iba a perder a Vistione entre las nubes, iba a perderse a sí mismo y su dragón chocaría frente a algo en cualquier momento...

Harry se encontró rezando de nuevo.

El pecho le dolía, era como si la sensación fuera ajena y aún así pudiera reproducirse a través de todo su cuerpo. Sabía que no era suya, una pizca de ansiedad le nació en el alma, una necesidad de dar la vuelta y seguir el camino hasta ese sollozo para calmarlo y protegerlo entre sus brazos... pero aunque sabía que Louis era quien sentía del otro lado, Harry se obligó a mantenerse volando sobre Dragonscale, la vista fija en los retazos de las alas de Vistione que se alzaban frente a él mientras intentaba huir.

¿La habría alejado ya del castillo? ¿En qué parte del sur se encontrarían? ¿Le daría tiempo a su familia de escapar por completo?

Otra plegaria se alzó al cielo desde su pecho.

De un momento a otro, una especie de explosión resonó frente a ellos, Reikon se inclinó a su derecha cuando un puñado de bloques volaron a través del aire y Harry tuvo que bajar la cabeza, aún así, sintió el escozor de algunos cristales cayéndole en cima, pero tan pronto como alzó la vista de nuevo, vio la cúpula del Septo destruida, el templo de los siete dioses... vaya que si estaban lejos del castillo, pero eso solo indicaba que estaban volando muy muy bajo y la ciudad...

Los gritos empezaron a escucharse a través de la tormenta, la lluvia calaba en su piel, la fría brisa estaba congelándole el cuerpo entero y la calidez de su sangre le decoró el rostro en algunas zonas de su frente y sus mejillas. No le importó, regresó su vista enfrente con la mandíbula apretada y los puños cada vez más blancos  por la terrible presión que estaba ejerciendo. Pero el dragón...

Vistione ya no estaba frente a ellos.

Reikon rugió cuando pareció darse cuenta también.

— ¿Dónde está? —saltó Harry mientras se levantaba un poco sobre las escamas e intentaba ver más allá, pero lo recibió la oscuridad; las nubes densas sobre su cabeza, el humo y la lluvia azotando las tierras doradas del sur, la gente gritando, el olor del azufre bailando por la extensión entera de La Capital de Goré— Reikon, ¿dónde está?

El pecho de Harry se apretó cuando no encontró rastro alguno de la enorme bestia alada. ¿Habría regresado al castillo? ¿Cómo podía ver a través de toda esa oscuridad?

La ansiedad comenzó a filtrarse por su cuerpo; un espasmo nervioso recorrió cada músculo y atrofió sus sentidos mientras intentaba armar un plan. Necesitaba ver y sus ojos lo estaban traicionado, su pecho subía y bajaba de manera vertiginosa cuando su respiración se hizo cada vez más angustiosa. La lluvia emborronaba todo a su alrededor, Reikon sobrevolaba la ciudad, intentando recuperar el rastro de Vistione, pero no parecían estar llegando a nada.

Drakhae [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora