Capítulo V

9.8K 1K 1.1K
                                    

¡Podía ver la luz! Estaba tan cerca, esto había resultado mejor de lo que había esperado. ¡Pero la maldita piedra en su camino! La maldijo infinitamente, pues esta solo existía para burlarse de él. No pudo evitar tropezarse con ella, por lo que cayó estrepitosamente al suelo, frente al grupo de profesores que acababa de llegar. No sabía si levantarse o si quedarse allí, agonizando hasta morir por deshonor y vergüenza. La alarma no le había despertado a tiempo. ¡Estaba seguro de que la había puesto! Aunque, ahora que lo pensaba, solía tener sueños donde hacía cosas que tendría que hacer en la realidad, pero que solo lo hacía creer que ya lo hizo, cuando nunca fue así. ¿Era más responsable en sus sueños? Sí. 

Se reincorporó al momento de ver a uno de los profesores aproximándose a él. Se sacudió el uniforme y lo saludó con una reverencia. Fingió que todo estaba bien, pero por dentro se estaba muriendo mil veces recurriendo al suicidio. Le restó importancia y le agradeció su preocupación. El profesor Himejima era un hombre bastante generoso y siempre estaba pendiente de sus estudiantes. 

Caminó lo poco que le quedaba para llegar a la entrada y sacó de su mochila la hoja que le había dado Yushiro. Lo volvió a releer e intentó prestar atención a los estudiantes que iban llegando. Al verlos ingresar en multitud, se arrepintió profundamente haber aceptado esa responsabilidad. Lo único que quería hacer ahora mismo era ir a tumbarse en su escritorio y llorar en paz.

— Buenos días, Zenitsu — saludó Tanjirou con su típica sonrisa. — seguro estás emocionado por tu primer día siendo prefecto. —

— ¡Tanjirou! ¡¡Ya no quiero hacer esto!! — exclamó con desesperación agarrándole del brazo a su amigo, buscando consuelo. —  Este trabajo no es para mí, ¡realmente no me lo merezco! ¡Soy un asco! ¡Ya no quiero ver a nadie! — las lágrimas no tardaron en llegar, alarmando a Tanjirou.

— Ah —  pronunció un Tanjirou espantado —  ¡Pero si ayer habías dicho que amarías este puesto! —  habló con confusión.

— ¡Mentí! ¡¿Es que acaso no me quieres, Tanjirou?! El director Ubuyashiki me expulsará de la escuela y puede que del país también. ¡Tanjirou! ¡¡Estoy harto de fingir que estoy bien! —

— El Monitsu llorando, qué novedad. —  se incorporó Inosuke. — Ten, una paleta —  ofreció, extendiéndole un dulce colorido.

— ¡Inosuke! ¡Sácame de aquí! — reclamó a su amigo —  Creo que mi trabajo ha terminado. —

—  Pero si no hiciste nada —  habló su amigo de rostro afeminado con algunas migas en las comisuras de sus labios. — Pero acepto esa propuesta, ¡vámonos a comer hamburguesas! — 

—  ¡Qué no! —  Tanjirou veía con escepticismo la escena que hacían sus dos amigos.  —  Pero supongo que puedes dejar pasar tu responsabilidad al menos por un día —  quiso tranquilizar a Zenitsu que ya se estaba deshidratando. — Vamos a clase —  dijo tomando a su amigo de un brazo.

—  Yushiro me va a matar... y si no lo hace él... —  murmuraba su amigo rubio. Zenitsu seguía hablando para sí mismo mientras era arrastrado por Tanjirou. Su primer día siendo prefecto era un fracaso. ¿Cómo podría realizar las otras actividades si ni quiera era un buen observador? Además, los demás no lo escucharían. ¿Debería renunciar?

—  Es muy precipitado para que pienses en renunciar... —  le comentó su amigo. —  Anímate, recién comienzas. Es normal tener errores, creo que a mí también me costaría mucho. —  consoló Tanjirou.

—  ¡Tanjirou! Qué sería de mí sin ti —  Zenitsu lo abrazó tan fuerte que dejaba sin aire a su compañero. —  Eres un buen cuñado. Por cierto, hace años que no veo a Nezuko chan, ¿cómo está? —  preguntó con interés.

ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora