Capítulo XV

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No supo en qué momento empezó a pensar más en su sensei. Quiso culpar a Tanjirou por contagiarle sus gustos, pero es que ese profesor se encargaba de molestarlo, llamando así su atención. ¿Era eso, no? Siempre era el profesor quien buscaba llamar su atención y no él. Él se empeñaba en molestarlo y crear conversaciones. De un principio supo que era muy probable que el profesor lo tachara por haberlo ofendido, pero su manera de vengarse era muy extraña. ¿Será esa su venganza? ¿Incrustarse en su mente? ¿Hacer que lo piense a cada rato? ¿Qué era lo que tenía él que una chica no podría tener? Sí, Zenitsu estaba seguro que siempre le gustaron las chicas. Sus delicadas manos y sus rasgos tan finos. Aparte del sensual físico que mantenían. Pero luego pensaba en su sensei, pensaba en las largas manos, en los rasgos faciales muy masculinos pero a la vez sutiles. Pensaba en su intimidante altura y en su escultural cuerpo. ¿Escultural cuerpo? Sacudió la cabeza. ¡No podía pensar en eso!

¿En qué momento empezó a gustarle lo que veía en Uzui sensei? Sintió cómo su pulso se aceleraba y cómo un calor inundaba todo su cuerpo. Se mordió el labio inferior y cerró los ojos fuerza. ¡Era un hombre muy atractivo, sí! ¡Pero se suponía que a él no le gustaban los hombres! Tal vez sea pura curiosidad. Ver a Tanjirou enamorado de Rengoku sensei le causaba mucha intriga. ¿Qué es lo veía Tanjirou en el sensei para preferirlo por sobre las mujeres? Se sonrojó al imaginar en que su amigo deseaba poseer a ese cuerpo muy varonil. Chasqueó los lengua. Sin dudas fue su amigo, indirectamente, quien lo llevó a indagar más sobre eso. 

Los molestos comentarios de Inosuke y Tanjirou cambiaron la percepción que tenía sobre sus preferencias sexuales. Sumándole la curiosidad que tenía sobre la conexión de Rengoku sensei y su amigo. Ahora se encontraba allí, pensando en la intensa mirada color violeta y en las grandes manos que muchas veces lo tocaron. Se relamió el labio y se aclaró la garganta. Se sentía febril. No pudo evitar pensar en cómo se sentiría tener al sensei más cerca. Mucho más cerca. Sintiendo su respiración sobre su cuello o esos labios con los suy... ¡DEMONIOS! 

— ¡DEMONIOS DEMONIOS DEMONIOS DEMONIOS! — Zenitsu iba de un lado a otro. Se lanzaba en su cama y luego se volvía a levantar, colocándose de cuclillas y recargando su rostro sobre las finas sábanas. Estaba jodido.

Se enderezó para ir a su escritorio y buscar aquel dibujo. Pensó en que sería buena idea pedir a sus amigos que le pasen alguna foto de Uzui sensei. ¿Qué? —¿qué? — ¡no! ¿por qué querría una foto de ese coqueto mujeriego? — se enfadó nuevamente al recordar cómo abordaba a aquellas chicas. ¡Oh, cierto! Se olvidó pensar en que su sensei parecía muy hétero, al igual que él, porque él también era hétero, ¿no? —Creo que ya no... — se respondió a sí mismo con semblante abatido. Buscó el retrato pero no lo encontró, ¿acaso ya lo había tirado? ¿O es que lo puso nuevamente en un lugar que siempre olvidaba? Frunció el ceño, ¡maldito retrato! Ahora solo vivía en su memoria. ¿Debería dibujarlo nuevamente? — quedó pensativo viendo un punto fijo. 

— NO — aún no era tiempo para aceptar esos sentimientos confusos. Se tumbó en su cama. Mañana sería un día muy difícil...

Kaigaku observaba con curiosidad aquel retrato que había encontrado en el escritorio del rubio. ¿Había dibujado al profesor de artes? Ese hombre era bastante conocido en el instituto, no era de ajeno conocimiento que todos lo admiraban. Al llegar luego de unas semanas a su clase, pudo verlo y tener una clase con él, pero ¿por qué su hermano lo había retratado de forma muy detallada? Dibujó una sonrisa burlona en su rostro. Hace tiempo que no jugaba con el rubio. 

Las evaluaciones de uniforme ya no era su actividad favorita. Es decir, ¡ya nada era su actividad favorita! Pensaba en dimitir del cargo de prefecto. Era muy tedioso estar reprochando a los alumnos que incumplían con las normas. Y más cuando se trataba de chicos de último año. Una vez tuvo que amonestar a un grupo entero que venía como una pandilla. Lo habían amenazado y tuvo que ceder ante sus filosas lenguas. Kaigaku lo defendía de vez en cuando a cada que escuchaba cómo su hermano era violentado. El rubio ya no quería meterse en problemas con esos chicos, además, Kaigaku se estaba impacientando cada vez más, pues no estaría recriminando a sus amigos solo para defenderlo a él. Se lo había dicho una vez. Porque sí, Kaigaku era miembro de esa pandilla. 

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