CAPÍTULO #1: FIESTA DE CUMPLEAÑOS

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Abro los ojos y lo primero que veo es a mi maravilloso esposo frente a mí con el desayuno en una bandeja; huevos revueltos, beacon, tostadas, mantequilla, un bowl con fresas y un jugo de naranja sin azúcar. Mi desayuno preferido, y él lo sabe.

Marcelo me mira con esa hermosa sonrisa que me enamoró desde la primera vez que lo vi, y aunque ya es un hombre mayor, a sus 55 años sigue siendo tan sexy como siempre; ojos azules y pelo canoso, labios carnosos y rosados que me excitan solo de pensar en morderlos, espalda ancha, la cual araño cada vez que tenemos sexo, brazos fuertes que me sujetan por la cintura y abdomen marcado que combina a la perfección con su piel blanca y cuerpo completamente depilado.

Lo miro a los ojos y sonrío al recordar la noche de sexo desenfrenado que me ofreció ayer para recibir mis 40 años por todo lo alto. Intento sentarme en la cama, pero no puedo con las agujetas que tengo, mi esposo al verme se ríe y con su voz ronca me dice:

― ¿Estás bien?

― No, estoy como si hubiera follado toda la noche. ―dije lanzándole la sonrisa más pícara que tenía.

— Feliz cumple Maca. ―dijo entre risas, tomando una fresa y poniéndola sobre sus labios.

Como es costumbre en mí me muerdo la boca siempre que me excito y sé que eso a Marcelo le encanta.

En un movimiento rápido quita la bandeja de encima mío y la pone en la mesita de noche, me agarra por la nuca y acerca su boca a mis labios, me da un fuerte beso y acto seguido comienza a bajar su mano por mi cintura, luego mis caderas, los muslos y la parte interna de ellos hasta llegar a mi sexo que ya estaba empapado solo de imaginar lo que iba a pasar.

Metió dos dedos en mi vagina y comenzó a moverlos al compás de mis gemidos que cada vez se hacían más agudos, yo estaba sudando y sentía como su respiración se aceleraba al morder suavemente mi cuello.

Marcelo me empuja sobre la cama y mientras lo miro a sus penetrantes ojos azules siento como su miembro entra dentro de mí y me hace enloquecer de placer.

Entra, sale, y repite una y otra vez el mismo proceso, mientras yo entre gemidos susurro su nombre, algo que lo pone al borde del éxtasis.

Me pone en cuatro y agarra mi cabello pelirrojo obligándome a gritar de dolor, ahora lo siento más profundo, puedo verlo por el espejo de detrás de la cama, la visión me excita aún más, veo el sudor que recorre su cuerpo, su mirada lasciva que choca con la mía al mirarnos en el espejo y escucho el sonido que provocan mis nalgas al golpear su cuerpo. Cierro los ojos y solo puedo escuchar mi respiración, mis jadeos y la manera tan sexy en la que Marcelo susurra mi nombre entre gemidos de excitación.

― ¡Macarena! ―grita al tiempo que su voz se funde con mis gemidos y nos corremos al unísono, me da un beso en la espalda y se va a la ducha mientras yo en la cama me recupero del sexo mañanero que tanto disfruto.

Cuando mi cuerpo se normaliza tomo la bandeja del desayuno y comienzo a comer gustosa. Estoy muerta de hambre. Prendo la tele y lo primero que veo es a una mujer hablando sobre un estudio que dice que solo el 30% de las mujeres logra cumplir sus fantasías sexuales... Pienso: joder, yo estoy dentro del otro 70%. Tengo muchas fantasías, pero ninguna es con mi marido, en todas me follo a otros hombres y ellos se mueren de deseo por comprobar si soy pelirroja en todos lados.

Sonrío al pensar en eso y sacudo la cabeza para despejar esos viciosos pensamientos de mi mente perturbada, en ese momento veo salir a Marcelo del baño, es increíblemente sexy, lo amo y es el mejor esposo que pudiera pedir, pero; ¿qué pasaría si por un día lo hiciera con otro hombre?, no quiero engañarlo, pero tampoco quiero llegar a los 50 y privar mis fantasías con el climaterio:

― Maca... te quedaste colgada. ―dijo mi esposo mirándome mientras elegía su atuendo para el día.

― No.... emmm... solo estaba pensando en el lugar al que me vas a llevar a cenar para celebrar que llegué al ecuador de mi vida igual de buena que a los 20 años. ―dije sonriendo de oreja a oreja cual niña pequeña.

― Al lugar más caro que me encuentre. ―dijo entrecerrando los ojos y poniendo una voz sexy que me hizo mucha gracia.

Me levanté de la cama, me fui al baño y por primera vez vi, en el enorme espejo que cubría la pared lateral izquierda, a la Macarena de 40 años. Yo me veía exactamente igual que con 39, así que al parecer los efectos no eran inmediatos.

Mi cabello cobrizo estaba despeinado y caía sobre mis pechos en forma de unas ondas perfectas, mi tez blanca se veía igual que siempre, así como mis ojos verdes oscuros, mis pómulos pronunciados, los grandes cachetes que me dan el aspecto de una adorable niña y mis labios rosados y carnosos que siempre me han parecido increíblemente sexys.

Soy bastante atractiva, reconozco ante el espejo, no tengo un cuerpo de ensueño, pero gracias al ejercicio me mantengo en forma; no tengo grandes pechos, ni curvas exageradas, soy más bien una mujer delgada, con piernas largas y un metro 75 de altura.

Sonrío y me meto en la enorme bañera, me siento en ella y a medida que se llena voy agregando sales de baño y enjabonando mi cuerpo desnudo mientras intento quitar el olor a sexo que tengo impregnado en la piel.

Salgo del baño, me seco y desnuda me paseo por el cuarto hasta llegar al cajón de mi ropa interior, tomo unas bragas negras de encaje y rebusco hasta encontrar el sujetador a juego, me lo pongo e intento decidir si utilizar un vestido negro sencillo y ceñido al cuerpo que me hace unas curvas de escándalo o una camisa blanca conjuntada con unos pantalones negros pata de elefante que me hacen un culo bastante llamativo.

Al final me decido por el vestido negro, debido a que hoy por fin tengo la cita con el dueño de la cadena hotelera que nos va a contratar para hacerle un maravilloso complejo de hoteles a pie de playa, son muchos millones de euros y tengo que firmar hoy a toda costa, y que mejor para eso que utilizar mis dos mayores cualidades; mi belleza y mi labia.

Voy bajando por las escaleras, apurada porque llego tarde a la reunión.

Estoy fabulosa, mi cabello perfectamente peinado con unas ondas maravillosas cayendo por mi espalda, un maquillaje sencillo, pero con unos labios rojos que enloquecen a cualquiera.

El vestido me queda de escándalo y los tacones de 5 centímetros que llevo me vuelven inalcanzable, además de que me hacen unas piernas estupendas.

Estoy en la puerta cuando escucho:

― Mamá, mamá. ―Es mi hijo que viene hacia mí corriendo con una caja de regalo entre las manos. Me la da y rápidamente me abraza y me da un beso en la mejilla.

― Gracias amor, pero estoy súper retrasada, me lo llevo y lo abro en la oficina. ―le dije con una sonrisa.

― Vale. ―Me sonrió mientras me veía subir al auto que salió a toda velocidad por las calles de Marbella hasta llegar a mi empresa.

Una vez en mi destino camino a toda prisa por los pasillos hasta llegar a la sala de juntas, entro a toda velocidad y digo:

― Buenos días, siento la tardanza, pero es que hoy es mi cumpleaños y bueno... comencemos la reunión. ―Me siento un poco apenada porque odio llegar tarde a los sitios, pero esta tardanza valió la pena.

Me siento en la silla que se encuentra a la cabeza de la mesa y recorro con la vista todos los asientos. La totalidad conocida, excepto un perfecto dios griego que está al otro lado de la estancia.

El desconocido me está mirando fijamente al escote. Veo en sus ojos grises las ganas que tiene de verme desnuda, me sonrojo e intento escuchar lo que habla Ignacio, el jefe de economía de mi empresa, lo escucho diciendo números y cifras, pero no entiendo nada, solo me limito a mirar al sexy dios griego del otro lado de la mesa. Miro su pelo negro revuelto, el cual acomoda a cada rato con sus grandes manos perfectamente arregladas. Sus ojos son de un gris oscuro que te envuelve e impide apartar la vista de ellos, su boca tiene los labios finos, pero debo reconocer que me muero por besarlos, lleva una camisa blanca y un saco negro que cada vez que se mueve aprieta sus brazos fuertes y ejercitados.

De repente veo que comienza a mover los labios y de su boca sale una voz casi tan sensual como él:

― Yo encantado de hacer negocios con su empresa señora Casafont ―dijo mirándome directamente a los ojos―, pero he de admitir que me gustaría tratar algunos temas en privado con usted. ―dijo sonriéndome con picardía.

― Claro señor Da Silva, acompáñeme a mi oficina. ―dije intentando parecer profesional, pero me era imposible ocultar mis deseos hacia ese hombre.

― Ahora mismo tengo otros compromisos, pero a más tardar una hora regreso para firmar. ― dijo mientras se levantaba y me permitía ver por primera vez lo alto que era. Medía aproximadamente 1.90 y se veía excesivamente grande y fuerte, pero con el traje lucía tan elegante que se me hacía imposible no recorrerlo con la vista y posar mis ojos en cada uno de sus detalles.

Tras un rato de espera, mientras hacía tiempo hasta la llegada de nuestro sexy socio, abrí la caja que me había obsequiado mi hijo; era un hermoso vestido rojo. No pude contenerme. Me quité la ropa y me probé el vestido. Era perfecto. Llegaba a media pierna, estaba ceñido al cuerpo y apenas me dejaba moverme. Resaltaba mis pocas curvas y las hacia lucir increíbles, además de poseer una abertura en la parte frontal, justo en el medio de ambas piernas, esta se extendía hasta muy arriba, pero dejaba gran parte a la imaginación. El único problema del vestido era la larga cremallera que tenía detrás, necesitaba alguien que me ayudara a subirla.

Mientras intentaba con esfuerzo cerrar el vestido entró por la puerta nuestro sexy socio:

― Joder, lo siento. ―dijo apartando la vista al ver toda mi ropa por el suelo y a mí a medio vestir intentándome subir la cremallera.

― Anda no pasa nada, ven y ayúdame.  ―dije recogiéndome el pelo y apuntando mi espalda hacia él.

Por el espejo pude ver cómo me miraba el culo mientras se acercaba. Al estar detrás de mí me subió despacio la cremallera pasando sus dedos por mi espalda, esto me provocaba una descarga eléctrica que recorría mi espina dorsal y me hacía apretar la boca reteniendo un gemido de placer. Cerré los ojos porque la visión de su rostro pegado a mi cuello respirando con la boca entreabierta y mirando la poca piel que quedaba al descubierto me provocaba una excitación tremenda.

Me estoy mordiendo la boca otra vez.

Él se da cuenta y sonríe, pone sus dos manos en mi cintura, me aprieta, pega su boca a mi oído y dice:

― Ese vestido le queda estupendo, señora Casafont.

― Macarena, llámame Macarena. ―dije mientras me miraba al espejo y comprobaba que el vestido me quedaba increíble.

― Borja, mucho gusto. ―dijo soltando por fin mi cintura.

Nos sentamos a la mesa y debatimos un poco sobre la construcción del complejo. La conversación es monótona porque ninguno de los dos les presta atención a sus palabras; él me mira la boca, el escote y sé que me imagina sin ropa. Yo por mi parte me imagino lo increíble que sería montármelo con él en la oficina, aquí y ahora.

Joder, tengo las bragas empapadas.

Cruzo las piernas y aprieto los muslos. Esto me provoca una satisfacción increíble. Quiero gemir y tocarme. Antes de que me dé cuenta me estoy mordiendo la boca otra vez, Borja me mira y sonríe, coge un boli de la mesa y me dice:

― ¿Firmamos?

― Si. ―dije tendiéndole el contrato.

― Un gusto hacer negocios con usted.

― El gusto es mío ―dije levantándome de la mesa y estirando la mano para despedirme, él la tomó y me jaló hacia él, perdí el control y choqué contra su cuerpo tan fuerte que pude sentir su miembro en mi barriga, ahogué un gemido y en un susurro dije―. Adiós. ―Me dio dos besos en la comisura de los labios y se fue con sonrisa y andar triunfador.

Entre las sábanas de una princesa ✔️Where stories live. Discover now