CAPÍTULO #7: EL CRUCERO DEL SEXO

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Ha pasado aproximadamente una semana desde que me divorcié de Marcelo, aunque aún nuestras vidas no están totalmente separadas, sus cosas siguen estando en casa y espero que cuando venga por ellas yo no esté aquí, quiero evitar a toda costa tener que ver otra vez a ese hombre.

Estamos a domingo, mañana nos vamos al crucero, Jairo no me ha dado muchos detalles, solo dice que es un lugar donde todo está permitido, eso me aterra y me intriga, me imagino como una especie de Vegas sexuales donde todo queda ahí y donde los millonarios estresados van a desfogar, pero sobre el agua. Otra cosa que se del sitio es que es de lo más lujoso, así que tengo que llevar ropa de fiesta, algún vestido de noche, trajes de baño y mucha lencería sexy, que, por suerte, gracias a la pasión de mi ex marido por verme en ropa interior eso es de lo que más abunda en mi cajón.

A lo largo de estos días Jairo se ha vuelto demasiado importante para mí, o al menos siento que lo es, aunque esto puede ser porque no estoy acostumbrada a estar sola, desde que tengo uso de razón siempre he sido el centro de atención en todos lados; por pelirroja, por mi belleza, por mi dinero o por cualquier otra razón.

Mi maleta está casi lista y aunque son tres días llevo un montón de ropa, zapatos, lencería, trajes de baño, maquillaje y otras cosas sin las que no puedo viajar; el cargador de mi móvil, un libro para leer en las noches, cremas y perfumes para el cuerpo, incluyendo los de las partes íntimas, y mis pastillas anticonceptivas, no quiero pasar un susto.

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El lunes a las 9am estamos de camino al crucero, yo voy con Jairo en mi coche y los demás chicos van por otro lado, no he tenido mucho trato con ellos, pero mis visitas al club me han brindado cierta información; el negro se llama Oscar, sus padres vinieron de África, pero él es de Murcia, los dos rubios son hermanos, Mario y Rafael, madrileños, y el trigueño, Salvador, de Barcelona.

Llegamos al crucero, es un yate de lujo de unos 100 metros de longitud, con cubierta para el sol con tumbonas y dos jacuzzis. La cubierta principal, donde están las cocinas y el comedor con un buffet libre repleto de manjares, un enorme salón principal, todo rojo, donde se realizan las "reuniones" entre los invitados y un casino donde de seguro más de uno se va a arruinar. La cubierta inferior, donde se encuentran las 70 habitaciones, en esa misma planta las 10 suites de lujos, cinco de ellas destinadas a nosotros, otra a un escritor y su esposa, otra para un empresario millonario, otra para una modelo de trajes de baño, otra para Aarón Becker, el dueño del yate, un millonario de 20 años que no tiene otra cosa en que gastarse su dinero que haciendo fiesta tras fiesta, y otra para alguien que no sé quién es, además, hay un conjunto de pequeñas habitaciones destinadas a la tripulación. Y por último la cubierta superior, con piscina con trampolín y tobogán, y un enorme gimnasio.

Jairo y yo nos instalamos en nuestra suite, él se va a ensayar el show de inauguración con los chicos y yo me cambio de ropa y me voy a la piscina, llevo puesto un bikini de dos partes, negro, la parte de arriba en forma de sujetador y la de abajo en un tanga súper sexy.

En la piscina hay un montón de chicas haciendo topless y gente dándose el lote dentro del agua, y como yo, muchas otras bronceándose. Estoy casi dormida cuando un hombre me dice:

― ¿Sola? ―Es un apuesto canoso de unos 45 años de edad, hermoso, tiene los ojos verdes y una mirada felina que me excita, barba de unos cuantos días y un cuerpo grande y atlético, es como un vikingo, pero en una versión demasiado elegante.

― Si ―dije sonriendo de forma pícara―. Pero espero que no por mucho.

― Sabes, nunca me he follado una pelirroja. ―La gente en este barco es demasiado directa con sus intenciones y eso me gusta, más que eso; me excita demasiado la idea del sexo sin compromiso.

― Pues mira, quizás en este viaje se te cumpla ese sueño. ―dije al tiempo que me alejaba moviendo el culo.

Antes de que pueda llegar a las escaleras que conducen a las habitaciones ese hombre me intercepta.

― Me llamo James. ―dice extendiéndome la mano.

― Macarena Casafont. ―dije estrechándole la mano, él me atrae hacia su cuerpo y me da un dulce beso en la comisura de los labios.

Camino hacia mi habitación, entro y veo a Jairo y al resto de los chicos modelando por el cuarto como si fueran las chicas de Victoria Secret, yo los miro y estallo en una estruendosa carcajada:

― ¿Qué hacen? ―dije con dolor en la panza de tanto reír.

― Probándonos ropa para esta noche después del show. ―dice Salvador.

― Están conscientes de que lo que menos va importar después de que se despeloten es la ropa que llevan ―dije mientas hacía un perfecto nudo Windsor en la corbata de Oscar―, pero están maravillosos. ―Y sonrío.

― Gracias Maca ―dice Rafael mientras se ajusta el traje ante el espejo―. La opinión de una fémina millonaria siempre es muy importante.

Suelto una risita y agrego:

― Vamos, todos fuera, a seguir con el desfile en otro sitio. ―dije empujándolos a todos, incluido Jairo, fuera de la habitación.

Me meto en la enorme bañera, me doy un baño de aproximadamente una hora, salgo y me pongo uno de los vestidos de noche, me seco el pelo con la secadora del baño, dejando mis rizos salvajes y despeinados, pero muy sexys, pinto mis labios y me paro ante el espejo para darme un último vistazo antes de ir a cenar; llevo un vestido de lentejuelas rojas, con tirantes súper finos y escote en forma de V,  el vestido termina a medio muslo y se ajusta con elegancia a mi delgada complexión, además de unos tacones de punta fina y color rojo. Estoy perfecta; sexy, elegante, y dispuesta a volver loco a todo hombre que se cruce en mi camino.

Por desgracia tengo que cenar sola, Jairo y los chicos ensayan para dar un espectáculo esta noche.

Me pongo en el plato espaguetis con salsa Alfredo y vino tinto, no es un plato muy glamuroso, pero verdaderamente hace mucho no lo como, en España las pastas no saben igual, y al ver que el cocinero era italiano me lancé en plancha a degustar de sus delicias.

Estoy mirando directamente a mi plato cuando alguien se sienta en la silla que hay justo frente a mí, levanto la vista y lo veo; es James mirándome con una sonrisa:

― ¿Rico? ―Esa frase siempre me hacía gracia, me hacía sentir como cuando era pequeña y mis padres me preguntaban si me gustaba la comida, mastico rápido y trago con dificultad para decir:

― Amo las pastas.

― Mi esposa hace unas pastas divinas. ―Yo sonrío con malicia porque sé que me está diciendo de forma sutil que le quiere pegar los cuernos a su mujer conmigo, o al menos eso entiendo.

― ¿Y está aquí? ―dije sonriendo, él me señala una mesa al otro lado del comedor, y la puedo ver; rubia, de pelo largo y lacio, ojos azules, mirada dulce, sonrisa perfecta y una figura escultural. ¿Qué imbécil querría engañar a esa diosa?, ¿pero qué estoy diciendo?, si eso mismo hice yo con Marcelo. En otra posición hubiera dicho; ¿quién entiende a los hombres?, pero ahora lo sustituyo por; ¿quién entiende al hombre? ― Deberías ir con ella, no vaya ser que se preocupe.

― Mi chica no es celosa. ―Esa referencia no la entiendo, pero igual sonrío.

― ¿Vas a ver el show de inauguración esta noche? ―dije intentando desviar la conversación.

― No, porque voy a estar follando contigo. ―Y sin más se levanta y vuelve a su mesa, yo sigo comiendo intranquila, de vez en cuando miro hacia ellos de reojo, los veo sonreír y charlar, parecen muy enamorados, pero esa chica no se imagina que hoy le ponen una peineta, por un instante me siento mal, pero recuerdo lo que me prometí a mí misma; ¡a vivirla!...

Entre las sábanas de una princesa ✔️Where stories live. Discover now