CAPÍTULO #2: EL DIOS DEL OLIMPO

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Escucho el goteo del agua al caer en el piso de la ducha, abro los ojos y no estoy en mi casa, recuerdo la noche anterior, sonrió y aprieto los muslos al sentir como se humedece mi vagina.

Desnuda me levantó y avanzo hacia el baño, recojo mi cabello y me introduzco sigilosamente en la ducha con mi amado, lo abrazo por la espalda y muerdo el lóbulo de su oreja:

― Maca, estoy apurado, tengo un viaje imprevisto y no he preparado nada, dúchate rápido y vámonos a casa. ―dijo saliendo del baño y dejándome ahí con el calentón.

Mientras me baño pienso en lo importante que debe ser ese viaje, Marcelo siempre intenta complacer mis deseos sexuales, y todos mis deseos básicamente, así que me baño rápido, arreglo un poco mi pelo y me visto con la ropa de ayer.

.      .     .

Una vez en casa me meto otra vez en la ducha, necesito relajarme.

Me estoy quedando dormida cuando de repente escucho el sonido del celular que indica que recibí un mensaje, salgo de la bañera y lo tomo, es un número desconocido y dice:

"¿Le viene bien ir a cenar esta noche para puntualizar un tema de negocios?, Borja"

Las manos me comenzaron a temblar, ¿cómo iba a resistir la tentación de follarme a ese hombre si estábamos él y yo a solas?, me ardían las mejillas de la emoción y sentía como mi cuerpo se iba calentando independientemente de la temperatura del agua:

"Vale, ¿dónde nos vemos?"

Escribí con manos temblorosas y al instante recibí respuesta:

"Yo soy un caballero, la paso a recoger a su casa"

Ese mensaje me descolocó; ¿cómo coño sabía dónde yo vivía?, ¿este tipo era un acosador o qué?... entre mil preguntas escucho otro mensaje:

"Y el color rojo le queda fabuloso"

Me puse colorada como un tomate y con las mejillas ardiendo tuve que sumergirme en el agua fría y pasar más de una hora en el baño entre la espuma y las esencias aromáticas para deshacerme de los pensamientos impropios de una dama.

Al salir me vestí y me fui a la oficina.

Al llegar pregunté en recepción si alguien le había dado mis datos a Borja, nadie supo responderme hasta que detrás de mí escuché la voz de Ramón, uno de mis socios al 5%, y la única persona que sabía todo lo que era capaz de hacer para conseguir lo que quería:

― Yo se los di, parecía muy interesado en ti. ―me dijo sonriendo al tiempo que me saludaba con un beso en la mejilla.

Yo sonreí porque sabía a lo que se refería, sus pensamientos se veían a través de su calva, o al menos yo los podía ver, veía como estaba seguro de que yo quería algo más que firmar un contrato con ese dios griego.

Estuve todo el día pensando en la cena y en si quería engañar a mi marido o no, me sentía culpable al imaginarme teniendo sexo con otro hombre, pero al ponerle cara a mis ensoñaciones se me quitaba la culpa y una bruma de excitación me envolvía.

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En la tarde, mientras volvía a casa vi por la ventanilla del auto un hermoso vestido rojo expuesto en una vidriera, le pedí al chófer parar y entré a probármelo.

Estaba frente al espejo y comprobé que ese era el vestido más sexy que iba encontrar en mi vida; llegaba hasta media pierna, ajustado, con un escote en pico muy pronunciado que dejaba ver la mitad de mis pechos, y lo mejor de todo; rojo sangre, tal y como le gustaba a mi futuro nuevo amante.

El vestido era carísimo al igual que todos los complementos que me compré, pero verdaderamente el dinero que gasté no afectaría nada mi economía, ni ningún gasto que hiciera sería relevante verdaderamente.

El vestido lo complementé con un colgante largo que acababa justo en la entrada de los pechos, además de unos tacones rojos altísimos, no me iba a dar el gusto de verme pequeña ante él, no podía dejar que su cuerpo gigante me intimidara.

A las 7pm recibí un mensaje de mi dios griego diciendo:

"A las 8pm te paso a recoger"

Salí corriendo hacia el baño, me bañé, vestí y maquillé, y a las 8pm ya estaba lista y con mi boca roja dispuesta a pecar.

Bajé por las escaleras, abrí el gran portón de cristal que daba hacia la calle y ahí estaba Borja da Silva, esperando por mí en un Maserati negro, al verme se le salieron los ojos de las cuencas, me miró caminando hacia él como se mira  a una diosa, escrutó mi cuerpo de arriba a abajo, miró mis piernas desnudas y torneadas que quedaban al descubierto, y cada una de mis curvas hasta llegar a mi escote, ahí fijó la vista y pude percibir como se le secaban los labios, se los mojó con la lengua en un movimiento sexy y yo confirmé que esta noche iba a disfrutar, ya mañana me arrepentiría.

Borja estaba espectacular, con el pelo revuelto como siempre, pero con un toque especialmente sexy; tenía un traje negro que combinaba con una camisa blanca y corbata negra, sus manos grandes se apretaban al volante y me sonreía sin dejar de mirarme el escote, me acerqué a él y le di un beso en la boca, está acción lo descolocó porque no se imaginaba que fuera a lanzarme tan rápido.

Llegamos al restaurante, y Borja, como todo un caballero, me abrió la puerta del auto, tomó mi mano y me condujo hasta el reservado.

Este se encontraba en una habitación donde solo estaba nuestra mesa perfectamente arreglada con un florero y una vela en el centro que desprendía un aroma delicioso. Nos sentamos y esperamos en silencio a que el camarero nos tomara el pedido:

― ¿Que desean comer los señores?

― Yo quiero una langosta viva del Maine y vino blanco. ―dijo Borja cerrando la carta y entregándosela al camarero.

― ¿Y la señora? ―me dijo mirándome a los ojos, al escote y nuevamente a los ojos.

― Yo quiero un Lomo Wagyu y vino tinto.

― Perfecto, en 30 minutos salen los pedidos.

Entre las sábanas de una princesa ✔️Where stories live. Discover now