CAPÍTULO #14: MI SEGUNDA BODA (II)

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Estoy frente al altar con los ojos nublados por las lágrimas, pero haciendo una fuerza sobrehumana para no derramar ni una, odio mostrar mis debilidades.

Todos nos miran atentos y escuchan pacientes el extenso monólogo sacramental del cura, quien después de un rato por fin dice: 

― Alex Martínez, ¿aceptas a Macarena Casafont por esposa, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, todos los días de tu vida, hasta que la muerte los separe?

― Acepto. ―respondió Alex al instante.

― Macarena Casafont, ¿aceptas a Alex Martínez por esposo, para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, todos los días de tu vida, hasta que la muerte los separe?

Yo me quedé paralizada, de ahora en adelante todo dependía de mí.

Y ahí estaba yo, sola, vestida de blanco y apunto de tírame al vacío sin la posibilidad de volver atrás. Él público a la expectativa, el novio a la expectativa, el cura a la expectativa, y yo, ahogándome en mi propio pozo de angustia y miseria, y lo peor de todo es que estaba siendo empujada a él por mis propias decisiones.

Quería contestar, moverme, respirar, hacer algo, lo que sea, pero no podía, solo podía pensar en cómo todo lo que me había costado tanto construir se iba a derrumbar dijera lo que dijera.

"Cuesta 20 años construir un imperio y 20 segundos destruirlo". ―La frase de mi padre retumbaba en mis oídos.

Este fue mi último pensamiento racional antes de que mi cerebro se apagara y mis piernas tomaran las riendas de la situación. No sé ni cómo, ni por qué, ni hacia donde, pero cuando me quise dar cuenta estaba corriendo con todas mis fuerzas fuera de la iglesia, la cual se dividió en dos bandos; los que me perseguían y los que miraban asombrados el show.

Yo corría por las calles de Marbella como una imbécil. Alex y sus hombres me perseguían hasta que les di un esquinazo y me metí en un callejón, los vi pasar de largo y respiré por primera vez después de salir de mi cárcel.

Pasó un cuarto de hora, y debo reconocer que me sentí mejor al ver que no regresaban, una gran parte de la angustia se evaporó, pero decidí seguir en mi guarida un tiempo más, rodeada por la suciedad y los yonquis, quienes me habían adoptado como una más, aunque si lo pienso bien yo era tan drogadicta como ellos, la diferencia es que su adicción era hacia los porros y sustancias ilícitas, mientras la mía era a la toma de malas decisiones.

Antes de salir de mi escondrijo intenté quitar todo lo que me estorbaba, me deshice de mi gargantilla, del velo, e intenté, sin éxito, rasgar el vestido, pero al parecer en la vida real no es tan fácil como en las películas.

Caminé por aproximadamente una hora hasta llegar a la playa, el único lugar que me podía dar paz en estos momentos, me quité los zapatos y caminé con los pies descalzos sobre la arena, debo decir que esa es una de las mejores sensaciones del mundo.

La arena caliente roza las plantas de mis pies y no puedo evitar deshacerme de mis preocupaciones, las cuales se van con el cosquilleo que me provoca. Fui hasta la orilla, y no me pregunten cuales eran mis planes, no tenía ni planes, ni metas, ni sueños, estaba vacía, y ahí, al pie de la orilla, con las olas rompiendo a mis pies, el sol de la tarde iluminando mis rizos, y el olor a salitre chocando con mi nariz, sentí paz por primera vez en mucho tiempo. Me tumbé sobre la arena mirando directamente al sol, cerré los ojos y ahí me quedé.

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Puedo asegurar que pasaron horas desde que me quedé dormida, lo sé porque al abrir los ojos en lugar del naranja sol de la tarde, estaba la blanca luna, tan majestuosa allá arriba, sola, como me prometí estar a partir de ahora.

Había tomado una decisión, no tenía muy clara cuál era, pero el primer paso era ir a mi casa y recoger las cosas necesarias para comenzar una nueva vida lejos de aquí. Salí de la playa y caminé largo rato por las calles; algunas desiertas y otras abarrotadas, donde las personas me miraban extrañadas, y con razón, no mucha gente puede ver a una mujer vestida de novia, mojada y embarrada de arena, admito que debía parecer una naufraga.

La noche se iba haciendo más pesada y la oscuridad ya cubría con su denso manto toda la ciudad, yo también estaba muy cansada; los parpados me pesaban, la cabeza y las extremidades me dolían y mi paso se hacía más lento.

Llegué a una calle poco concurrida, de esas por donde casi no pasan autos y el ayuntamiento no siente la necesidad de poner un semáforo, aunque es cierto; por el sitio casi no transita nadie, ahora mismo estoy yo sola, cortando camino hacia mi casa, sin saber a ciencia cierta a donde voy, hace mucho tiempo no camino sola por aquí, aún recuerdo la última vez...

Tengo 16 años y voy rumbo a casa, tomo el camino de las calles desiertas para que no me vean llorar.

― Fui una tonta ―pienso―. ¿Cómo pude dejarme envolver por el estúpido de Damián?, solo quería acostarse conmigo, fui una tonta. ¿Cómo pude perder mi virginidad en una fiesta, borracha y con ese imbécil?, de seguro mañana se lo habrá contado a todos. ¿Cómo pude creer en el príncipe azul, y en todos los clichés de que la primera vez es especial?, será especial para los otros porque la mía la quisiera eliminar de mi subconsciente, pero algo sí que es cierto; nunca se me va a olvidar, o al menos en lo que queda de preparatoria, el resto de los niños del colegio se van a encargar de eso.

La vista se me nubla por las lágrimas, las mejillas me arden y las manos me sudan, estoy avergonzada de mi misma, y nerviosa, nunca camino sola por la calle, me da mucho miedo, pero no puedo llamar a mis padres, me escapé de casa, ellos nunca me dejan salir tan tarde, pero la fiesta me hacía mucha ilusión, que lastima que haya terminado tan mal.

Cosas de adolescentes ―pienso―. Cuando crezca se me pasará. ―E intento consolarme con la idea de que cuando sea mayor tomaré mejores decisiones.

Y aquí estoy yo, con 40 años, en el mismo lugar, con las lágrimas otra vez resbalando por mis mejillas, y sintiéndome igual de usada y estúpida.

― Y pensar que con 16 años creí que con el paso del tiempo iba a cambiar. ―pienso mientras intento sonreírme internamente.

― ¡Estúpida! ―Me grita mi propio cerebro, quien no me tiene ninguna consideración y disfruta martirizándome.

Sacudo la cabeza intentando disipar el dialogo que me he montado y me dispongo a cruzar la calle.

Un paso... todo oscuro a mi alrededor.

Dos pasos... todo sigue oscuro.

Tres pasos... de pronto una luz a toda prisa hacia mí.

Cuatro pasos... la luz está más cerca y yo acelero el ritmo.

Cinco pasos... aún más cerca.

Seis pasos... a metro de mí.

Siete pasos... todo oscuro.

NOTA DE AUTORA
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Lo sé, lo sé, soy mala 🤣 y lo siento ☺️

Lamento dejarlos así, pero les prometo que en el próximo capítulo entenderán todo. Y tengo fe en dejarlos con la boca abierta.

El final de ENTRE LAS SÁBANAS DE UNA PRINCESA está a la vuelta de la esquina, solo dos capítulos más y esta aventura erótica estará terminada.

Me da mucha tristeza pero todo tiene que acabar...y no me enrollo más, ya les dejaré una hermosa nota en el último capítulo...

Espero que estén disfrutando esta historia como yo disfruté escribirla.

Los quiero 💕

Entre las sábanas de una princesa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora