Boquita cerrada.

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#Mía

Vi como antes de arrancar el coche, Marcos me dirigió una mirada, estoy segura de qué solo se estaba asegurándose de que estuviera bien. Y así era, estaba bien con los chicos, lancé un beso a mi novio antes de que volviera su vista al frente, y comencé a rezar en mi mente. No había deseado nada en el mundo con tanta fuerza, solo quería que todo saliese bien, que ganase, recogiese su dinero y nos fuésemos todos por ahí de fiesta para celebrar la victoria. Pero parecía que mi destino no tenía pensado lo mismo que yo. Casi lloré cuando vi al tal Jaxón ese jugando sucio al darle golpes al coche de mi novio, yo gritaba para que la gente se diese cuenta, eso no se podía hacer, debería de perder solo por eso. Pero no fue así, nadie me escucho, por mucho que gritase, siempre había alguien con un tono de voz mayor que el mío.

- Lili, ¿Es que nadie ve eso? ¡Está haciendo trampas! ¡Lo va a sacar de la carretera!

Lili no llegó a contestarme, la expresión de pena que me dirigió fue suficiente como para que me diese cuenta de que aquí todo estaba permitido y a esa gente iba a darle absolutamente igual si le pasaba algo o no a Marcos. Fue esa la misma razón por la que me vi incapaz de seguir mirándolo, no quería presenciar como él tipo al que amaba tenía un accidente o cualquier otra cosa peor... sin embargo, las voces de la gente gritando el nombre de mi novio me hicieron levantar la mirada rápidamente, Marcos había tomado la delantera, iba bastante bien, iba bastante bien. Ganó.

- ¡Ha ganado! ¡Ha ganado, Lili! ¡Marcos ha ganado! - Abracé a mi amiga con todas mis fuerzas y mire al cielo agradeciendo el motivo de mi felicidad.

- ¡Vamos! ¡Vamos a verle! ¡Seguro que se muere por verte! ¡Hay que felicitarle! - Vi como los chicos salieron corriendo hacia el coche de mi novio para felicitarle, todos se echaban sobre él. Yo me quedé fascinada, era tan guapo que me hacía perder el control de todos mis sentidos, y estaba tan increíblemente sexy después de haber ganado esa carrera, que decidí quedarme quieta dos minutos para poder saborear toda esa escena. La gente gritando su nombre a coro, la expresión de despreocupación que había en su cara después de haber ganado, la felicidad de nuestros amigos, la mía, y el asombro de su contrincante. Era tal la atmósfera de excitación que se creó en aquel lugar, que me quedé cautivada por la emoción del momento.

- ¿Mía Hills? - No pude girarme para ver el rostro de la persona que me había llamado. Esa persona agarró rápidamente mis manos y tapó mi boca con un pañuelo antes de arrastrarme entre la multitud y sacarme de ese sitio. Intenté gritar, pero por algún motivo mis fuerzas eran cada vez menos, sacudía mi cuerpo en un estúpido intento de deshacerme de su agarre, quien quiera que fuese esa persona me doblaba en fuerza y tamaño, y eso me aterrorizaba. ¿Qué está pasando? ¿A dónde me llevan? ¿Por qué me llevan? Dios mío, que esto solo sea un sueño...

- Si no paras de moverte tendré que enseñarte como tranquilizamos a las gatitas como tú los tipos como yo.- Un escalofrío me recorrió de los pies a la cabeza cuando escuché la voz de ese hombre susurrarme al oído, estaba horrorizada, asqueada y asustada de ver cómo poco a poco salíamos de ahí dejando atrás toda una gran multitud de personas que fueron incapaz de mirar más allá la celebración que deberían de estar teniendo ahora mismo, sin saber que una joven de casi diecinueve años estaba siendo secuestrada a sus espaldas.

- ¡Ahh! - grité cuando él tipo me lanzó dentro de un coche. ¿Qué estaba pasando? ¿A dónde me llevaban? ¿Por qué nadie se daba cuenta de lo que estaba ocurriendo? - ¡Ayuda!

- Te he dicho que te mantengas calladita, preciosa. O tendré que encargarme yo de tener esa boquita cerrada.

Las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas sin ningún control, el cuerpo de ese hombre estaba echado sobre él mío en la parte de atrás de ese mugriento coche mientras me acariciaba la cara. Por fin pude ver su rostro, y ojalá no lo hubiese hecho nunca porque estaba segura de que no iba a poder olvidar sus rasgos nunca. Él tipo era un hombre fuerte, con unos cuantos años de más, un hombre dejado, gordo y con un bigote repugnante. Cualquiera diría que se parecía a Pablo Escobar.

- ¿Quién? ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? ¿A dónde me llevas?

Le dije con el poco hilo de voz que me quedaba y tartamudeado. Él tipo no sé separó ni un milímetro de mí, me miraba fijamente, con ansías, deseoso de arriba abajo. Pero no fue hasta que sentí como algo duro rozaba mi pantalón, cuando empecé a temblar involuntariamente. Ese hombre, sucio y morboso, estaba excitándose sobre mí mientras me seguía acariciando las mejillas, ahora también los labios. Creo que nunca, en ningún momento de mi vida, me había sentido tan asqueada ni tan despreciable. Rápidamente empecé a entrar en mis cinco sentidos e intenté forcejear con todas mis fuerzas bajo ese hombre, tenía que salir de ese lugar cuanto antes.

- ¡Eh tú! No pares de conducir hasta que yo te diga, creo que tengo que hacer que esta fiera se relaje antes de llevársela al jefe- dice dirigiéndose al chico que conduce. Él nos mira a través del espejo retrovisor mientras asiente con la cabeza sin apartar la mirada de los movimientos de él tipo sucio sobre mí, también está excitado, puedo verlo en sus ojos. ¿Pero qué clase de personas son estas? ¿Por qué a mí? ¿Este es mi fin?

- ¡No! ¡No, no, qué hacéis! ¡Dejadme en paz! ¡Dejadme! ¿Qué queréis? ¿Dinero? ¿Yo os puedo dar dinero? - ellos se ríen ante mis palabras haciendo que el dolor en mi pecho crezca aún más. Mis ojos queman de tanto llorar. Me estoy mareando.

- No preciosa, creo que vamos a disfrutar mucho más contigo. Luego si quieres, nos puedes dar algo de dinero.

El viejo sucio comienza a besarme el cuello a pesar de mis llantos y mis forcejeos, está tan excitado que empieza a moverse sobre mí. No, Dios mío, esto no puede estar pasando. Miro hacia el chico que conduce intentando buscar algo de ayuda en él, pero todas mis esperanzas se diluyen cuando veo como empieza a desabrocharse la cremallera del pantalón sin dejar de mirarnos. Lloro sin parar, lloro de impotencia, de coraje, lloro al sentir las manos de ese tipo recorrer cada parte de mi cuerpo, de su boca por mis senos, de sus manos rompiendo mi top.

- ¿Por qué a mí? -digo en lo que apenas es un susurro.

- Cállate y disfruta. Lo vas a disfrutar. -Entonces siento como baja su mano a mis partes sin importarle lo más mínimo la fuerza que ejercen mis pierdas para evitarlo- ¿Pero qué coño?

A partir de ese momento todo se vuelve muy rápido, el tipo se aleja de mí rápidamente haciendo que yo recupere el oxígeno y me aleje de él todo lo rápido que puedo haciéndome un ovillo en el otro extremo del coche para observar la situación. Sangre, todo lo que veo es sangre, sangre en el asiento, sangre en sus partes, sangre en las mías. Mi pitido empieza a soñar en mi cabeza, me duele. ¿Qué ha pasado? ¿A caso ha entrado en mí y yo no me he dado cuenta? ¿De dónde sale tanta sangre? ¿Por qué hay tanto rojo? Y entonces dejo de ver rojo para verlo todo negro.

ERES MÍA, PRECIOSA. (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora