Epílogo.

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5 años después.

El viento acompañado de una nevada blanca y cristalina chocaba contra mi rostro semi congelado, traté de cubrirme lo más que pude, no quería parecer un reno con la nariz roja. Incluso mis manos se volvieron frías sobre la tela de los guantes, de todos modos, no me quejaba, yo escogí esta vida después de todo lo sucedido y me encantaba, amaba congelarme las bolas de esta forma y que queden arrugadas como unas pasas de uva. Bueno... quizás no tan exagerado. A lo que iba es que amaba vivir aquí, me daba paz y tranquilidad, joder, parecía un abuelo, la edad enserio me estaba afectando.

De camino me encontré con el mismo 7-Eleven de todos los días, me dirigí a dicho lugar sin pensarlo mucho, las campanas tintinearon cuando ingresé y una capa de calor me recorrió el cuerpo, si, probablemente me enferme por eso pero debía pasar por aquí si o si. La chica del mostrador me sonrió dándome una cálida bienvenida, toda la tienda estaba decorada acorde a la fecha, veinticuatro de diciembre, no podía explicar las diferentes sensaciones y pensamientos que rondaban por mi cabeza al percatarme de tal fecha.

Agarré un pequeño canasto color rojo y comencé a arrojar todo tipo de dulces, en especial los chocolates con almendras y los paquetes de oreos bañadas en chocolate, tiré como cinco paquetes de aquellos. No me molestaría tener dolor de estómago después de comer eso, al menos valdría la pena. Llegué a la maravillosa sección de galletas y diferentes sabores de té, observé cada uno con detenimiento y escogí el sabor más exótico posible, quien lo diría, un día eres parte de la banda más exitosa de todo el país y al otro compras cajas de té como un anciano. Me reí de mi mismo y tiré todo al canasto, luego me dirigí hacia la caja para pagar.

En eso mi celular comenzó a sonar acompañado de una canción de Vesperteen, lo saqué de mi enorme abrigo y atendí rápidamente al ver el nombre de mi mejor amigo en la pantalla.

Hey abuelo, ¿ya terminaste de hacer la compra del mes? ―habló Brendon en la línea, apenas pude entender lo que decia por las circunferencias de las montañas. Solía ser así siempre, las llamadas que hacía a larga distancia terminaban a medias.

Estoy en la caja ―respondí colocando con la mano libre los productos sobre la cinta― Y deja decirme abuelo, eres dos años mayor que yo.

Lo siento, es divertido ver tu cara de culo, te hace ver más viejo todavía― soltó una carcajada y aparté el celular de la oreja porque su risa era muy estruendosa.

Ya, ¿Ahora qué quieres?

No lo sé. No recuerdo por qué te llamaba...

Brendon ―dije en modo de protesta. La chica de la caja terminó de guardar todos los dulces, debía pagar y no sabía como carajos hacerlo con una sola mano―Esperame.

De acuerdo...

Le pagué a la chica y llevé dos bolsas medianas con una sola mano y con la otra sostenía el celular. No quería salir de la tienda con las manos fuera del bolsillo pero a veces tenía que arriesgarme, odiaba tener las manos frías, parecía como si fuera posible que se rompieran.

Estoy de vuelta. ¿Ahora qué quieres?

¡Ah si! ¿Ya estás por llegar? ―preguntó de repente y se me hizo muy sospechosa la forma en la que Brendon pronunció esas palabras. Oh no, conocía ese tono de voz.

Si, estoy a unos ¿cinco? ¿diez minutos ―encogí mis hombros― ¿Por qué? ¿Me vas a pedir gusanitos de gomitas? O peor aún, ¿cigarrillos?

• i hate him • [joshler] pt. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora