IV. Disturbios en en las mareas

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Después de tres meses, sus padres seguían de tercos negándole a Diana su pez, así que no tuvo más remedio que aceptar su derrota. Ojo, va a ser de manera temporal porque ella no se rinde así de fácil, lo que necesitaba era un plan maestro, una estrategia que la ayudase a cumplir su cometido. Unos pasos infalibles para que tenga ese tan adorado pez que lo llamará Dante —porque es un nombre para peces buena onda—.

Pero por ahora va a tomar un pequeño descanso, hacer planes malévolos le hace agotar toda su energía, misma que puede gastar perfeccionando nadando como un pez.

—¡Anda, métete! —exclama emocionada Diana—. El agua está asombrosa.

—¡Está fría! —grita Paola agudamente con horror, alejando su pie izquierdo del agua y separándose lo más posible de la piscina.

—El agua siempre está fría —dice lo obvio, riendo a carcajadas y la otra chica solo la mira feo.

Había pasado unos cuantos meses desde la primera vez que Diana habló con Paola, y muchas cosas pasaron.

¡Amanda y Regina por fin son novias! Uff, que la pobre de Diana desde hace AÑOS que sabía que se gustaba ambas pero ¡no!, ninguna daba el primer paso, ya hasta estaba pensando que nunca iba a pasar pero para su sorpresa, todo terminó bien entre ellas.

Lo único medio malo es que ya andan tan ocupadas con sus "citas" que no tienen tiempo para Diana, pero así estaba bien porque sabía que no era su intención en no estar pasando tiempo con ella, pero ya después les reclamaría por esa tal atrocidad.

Se centraría mejor en Paola, su nueva amiga.

—No estaría fría si te metes —la mira a los ojos mientras jugaba con el agua.

—Sabes que no me meteré.

Diana bufa, ya han tenido tenido esta conversación al menos unas chorrocientas mil quinientos treinta y dos veces. Vale, no estaba segura de la cantidad pero ese no es el punto. ¡El punto aquí es que Paola no entiende que no está gorda! Mal ella, muy mal.

Decide no insistirle más, al menos por ahora, así que se va hasta el otro lado de la piscina queriendo ver qué tan lejos logrará nadar sin ahogarse. Ya al llegar, toma aire y vuelve hasta donde estaba antes de partir.

—¿Qué tal me fue?

—Mejor que la vez pasada, de eso estoy segura.

—¿No me tomaste tiempo?

—No.

—¡Paola mala! —se quita el cabello molesto de la cara—. Muy mala.

—No soy mala, solo práctica.

—Es importante medir el tiempo.

—No me dijiste que lo midiera.

Paola tiene un buen punto.

—Aish, bien.

Ambas se miran y sonríen.

—Así que, ¿tampoco hoy? —Diana se acerca hasta donde la otra chica estaba sentada.

—Tampoco hoy.

Diana se queda flotando, tan quieta y callada. Los engranajes en su mente estaban moviéndose de manera rápida que por poco se le olvidaba que Paola la estaba viendo.

—Eres linda —dice después de rato en silencio bajo el molesto calor, y sigue hablando—. No entiendo por qué no te quieres.

Aquello parece sorprender a Paola, muerde su labio alejando su vista de Diana.

—¿Y qué quieres que te diga? —gruñe bajo.

—No sé, solo no me gusta que pienses tan poco de ti —hunde media cara en el la piscina, y comienza a soplar, creando así burbujas de agua. Su ceño estaba arrugado, medio perdida en sus pensamientos como para notar la cara triste de Paola.

La chica que soñaba ser un pezWhere stories live. Discover now