X. Del-fin

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—¡Diana, alguien te trajo un regalo! —su mamá grita desde la planta baja, y Diana solo pudo levantarse de la cama y bajar las escaleras a toda prisa aún en su mameluco de jirafa.

—¿Qué es? —pregunta toda emocionada como niña en día de navidad.

—Un... —pausa su mamá leyendo un papelito, teniendo en su otra mano una caja con algunos huecos— ¿pez?

—¡¿Qué?! —dice—. A ver, dame —le quita el papel a su mamá y lee lo que dice.

"Aquí un amigo pez para la chica pez, que el tiempo que lo tengas contigo sea igual de inolvidable que tú

Atte. La chica magia."

Y abajo, en una esquina inferior del papel, había un número telefónico, Diana sonríe.

—¡Mamá, tengo un pez! —pega un grito agudo, emocionada a más no poder.

Le quita a su madre, para sorpresa de nadie, la caja de sus manos y va hasta la sala para abrirla en la mesa de madera cerca de la televisión.

—¡Es un pez dorado! —ve con admiración al pequeño ser adorable que estaba en un tanque de cristal—. ¿Cómo te llamaré?

Ignoró el regaño y quejas de su madre, y cuando su papá llegó a la sala también lo ignora a él. Este no era momento para cosas bobas como "¿qué harás con un pez?", "¿quién te lo dió?", "¿cómo lo cuidarás?", sino era el momento de escoger un nombre para el nuevo integrante de la familia.

Debía ser un nombre poderoso, que mostrara sabiduría e ingenio. Uno que con solo escucharlo daba respeto. Dante ya no le gustaba, sonaba muy aburrido, Diana queria un nombre nuevo y chido.

—¡Delfín! —sí, ese era buen nombre. Un buen nombre para un buen pez.

La chica que soñaba ser un pezWhere stories live. Discover now