VIII. Magia en el agua

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—Estás bonita —dice Diana sin pensar, Paola ríe suavemente.

—Gracias, tú también estás bonita.

Se miran un poco y no saben qué hacer ahora.

—¿Quieres nadar o solo flotar? —habla de nuevo la chica pez y la chica magia responde:

—Flotar, por ahora.

Y es lo que hicieron.

—No quiero que te vayas —susurra después de un silencio violento, temerosa en decir algo que no debería estar diciendo.

—Yo tampoco.

—¿No has intentado hacer que tus papás cambien de opinión?

—Las cosas no son así de simples. Mis papás están en eso que se llama "divorcio".

—¿Y cómo te sientes con eso?

—No sé. Solo es raro. No estoy segura qué haré en la ciudad. Soy mala haciendo amigos.

—Claro que no, me tienes a mi.

—Eres diferente —sonríe—. Eres Diana.

—Soy Diana.

—La chica pez.

—¿La chica pez?

—Sí, la chica pez —dice riendo—. Te gusta el color azul y el agua.

—También me gustas tú.

Paola se queda callada.

—También te gustan los peces.

—¿Yo te gusto?

—No lo sé, sí. Sí me gustas.

Diana quiere mirarla a esos ojos llenos de magia y verano. Se acomoda quedando frente a una Paola aún recostada.

—¿Puedo besarte?

—Sí.

La chica pez se agacha y junta sus labios con los de la chica magia.

La chica que soñaba ser un pezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora