VI. Nada[r]

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Caminaron una al lado de la otra por la calle llena de tiendas y puestos llenos de gente. Era lunes, el día del color amarillo.

Diana mira hacia su derecha, donde se encontraba ella. Paola. Paola. Paola. Su nombre sonaba a calor, luz y una pizca de tristeza.

Ella, una chica que le pertenecía al verano, al agua —aunque no se lo iba a decir en voz alta— y a si misma. No había mejor magia que verla a los ojos y escucharla decir su nombre.

Y se imagina que si estirara su mano un poco más para que sus roces no seas solo roces, podría sentir su mano contra la suya. Que si se juntara lo suficiente sus hombros se estarían tocando. Que si dijera su nombre tal vez podría pedir un deseo en espera a que se haga realidad. Porque ella era magia.

—Verano inolvidable —susurra Diana, y ella la mira con una sonrisa.

—Verano inolvidable.

No hizo nada, y eso estaba bien. Prefiere pretender que el verano es eterno y que no se va a terminar, si eso significaba tenerla un rato más a su lado.

La chica que soñaba ser un pezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora