V. Como peces en el mar

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Los días pasaron y ya el verano estaba a punto de terminarse, lo que significaba menos tiempo para pasarla con sus amigos, y eso a Diana lo veía como un sacrilegio.

Pero no podía hacer mucho, solo esperar para que terminaste el verano y volver a la tortuosa y aburrida escuela.

—¿En qué escuela te meterás? —pregunta remojando sus pies en el agua, esta era las pocas veces que no estaba metida completamente en el agua, sino estaba relajada junto a Paola, a su lado.

—No sé si me quedaré —dice mirando al agua—. Mis padres tuvieron algunos problemas, así que creo que regresaré a la ciudad junto a mi papá.

—¿Eh? —pregunta por la sorpresa más que por no entender—. ¿Cuándo te irás?

—Me iré cuando termine el verano.

Diana quiso hacer un berrinche. Quiso reclamarle por qué, que no es justo. Rogarle a que le dijera a sus padres que no se fueran o hasta chantajearles con gomitas azucaradas para que se quedara, eso siempre funcionaba con Diana y seguro funcionaría con sus padres.

Pero no hizo nada de eso, se queda callada y con ojos medio tristes. Paola se había convertido en una gran amiga y sentía horrible no volver a verla.

—¿Cuántos días faltan para que te vayas?

—Dos semanas, quizá menos. No estoy segura.

Diana lo piensa aún más, tanto y tanto que su pobre cabeza le estaba comenzando a doler. Y es entonces que tuvo una idea revolucionaria.

—Hay que hacer el verano inolvidable —exclama sonriendo, agarrando la cara de Paola y mirándola a los ojos—. Seamos uno con el agua, ¡seamos peces!

—¿Cómo? —pregunta Paola, aún estando su cabeza en las manos de Diana, a lo que la otra chica solo sonrie aún más.

—Seamos peces —dice—. Glu glu.

—Eso significará meterme al agua, ¿no?

—Pues sí, pero no hay nadie hoy que te vea —mueve su rostro para que viese a la piscina a su alrededor, efectivamente no había nadie—. Excepto el salvavidas pero esos son solo detalles.

—Pero estás tú.

Diana suelta su agarre suavemente y lento, y aún mirándola no dice nada.

—Yo no juzgo.

—Tengo miedo.

—Yo no juzgo —repite, y Paola no sabe qué decir—. ¿Sabes nadar?

—Sí.

—Entonces no veo problema

—¿Por qué no ves problema? Estoy gorda, asquerosa. No es bonito verme —se apunta, triste—. Soy un desastre, algo repugnante.

—Me gustaría que supieras la manera en que te veo, quizá así te quieras un poco más —pausa—. Pero sé que por más que te diga algo no entenderás a menos que tú misma te lo creas. Déjate ser libre hoy, y solo hoy.

—Hablas de la libertad como su fuese un pájaro.

—Un pájaro no —niega con obviedad—, un pez.

La chica que soñaba ser un pezWhere stories live. Discover now