Capítulo 5

336 56 22
                                    

El tiempo estaba pasando más rápido de lo que creía, pronto las festividades decembrinas habían llegado, las calles se encontraban decoradas con muñecos de nieve, bastones de caramelo, guirnaldas y en los locales estaban instalados árboles de navidad, la nieve caía con más frecuencia y el frío comenzaba a notarse más.

Incluso para Seokjin, a quien le parecía abrumador el frío coreano, le estaba calando los huesos, pero no era un impedimento para disfrutar de los paisajes de edificios nevados o de la algarabía que las fechas especiales traían consigo.

Su maestro le había dado el dia libre, a él y a sus pocos compañeros del curso de Inglés, para disfrutar de sus seres queridos y la noche como tal, claro que Seokjin preferiría continuar con la clase, siendo que en Corea navidad era una festividad para compartir con amigos y demás, al contrario de los americanos que solían festejarlo en el calor de su hogar con sus familiares.

Aún así, la nostalgia le golpeó un poco y decidió vagar por la ciudad, ahí, encontró un local de artesanías, no era algo común y la curiosidad le pudo más. 

Arnold, a como se había presentado el encargado, le informó que para esas fechas era muy popular regalar cosas antiguas, era la mejor época para ofrecer las bonitas reliquias que llevaban mucho tiempo esperando que alguien las comprara.

Seokjin no era muy bueno socializando, pero el hombre le había despertado su lado más amigable, con su barba blanca y sus ojos azules.

–¿Quieres un poco? Mi esposa ha hecho chocolate caliente para un ejército, pero solo somos nosotros dos, me vendría bien un poco de ayuda.

Seokjin afirmó con su cabeza de arriba hacia abajo, dejando que el hombre le calentará el cuerpo con la bebida.

Una vitrina llena de objetos antiguos estaba a su derecha y se limitó a observarla por mucho tiempo.

–¿Cuánto cuesta esta?– preguntó con su cada vez más perfecto Inglés, señalando una bola de cristal con nieve en su interior.

Era curioso escucharse a sí mismo hablar otro idioma que no fuese el coreano, pero le gustaba, sobre todo porque le permitía pensar con mayor claridad y, a pesar de que no lo fuera, se sentía sofisticado, sabía que era porque no podía hablarlo aún con fluidez y que la lentitud con la que hablaba se debía principalmente a eso, pero había recibido elogios por su pronunciación, así que no le tomaba mucha importancia.

–¿La del árbol rosado?– le interrogó Arnold.

–Si, esa, es muy bonita.

–Esa cuesta veinte dólares, pero déjame contarte porque– Seokjin le prestó atención al hombre, pensando que su apariencia pacífica le daba una sensación fresca a su local– esta preciosura fue hecha por un diseñador muy reconocido, pero fue antes de que saltara a la fama, no recuerdo su nombre, pero él vino a dejarla un día y nunca volvió, aquí tiene su firma.

RK.

Eran sólo unas iniciales, pero la caligrafía era tan bonita que se interesó en comprarla, buscó en los bolsillos de su gabardina, hasta sacar los pocos billetes, se dio cuenta que aún si le alcanzaba para comprarla tendría que volver caminando al dormitorio y el frío era demasiado para estar afuera tanto tiempo.

Terminaría por resfriarse y no podía permitirse eso ahora que necesitaba concentrarse en sus cursos de Inglés y los propedéuticos.

Con tristeza guardó sus billetes.

–Pero para ti es un regalo, no voy a aceptar una negativa– dijo el hombre con una sonrisa– no, no, no, es tu regalo de navidad.

–Yo no…

–Tómala, luego, cuando tu mirada triste cambie y esté llena de estrellas por tanta felicidad, regresa y pagamela. 

Seokjin salió de la tienda, con el cuerpo y el corazón cálido de agradecimiento. 

Esa fue su primera navidad solo, pero aún con las circunstancias a su alrededor, se fue feliz a la cama.

La semana siguiente fue más relajada de lo que esperó, con su profesor más estricto de lo normal, debido a los días libres que se tomarían y dando por finalizado el curso el día treinta.

Fin de año llegó, se sintió extraño al no bajar las escaleras de su antigua casa para ayudar a su madre a preparar la cena, en lugar de eso se había dedicado a leer un libro sobre el diseño de interiores, forzando a su propia mente a memorizar la mayoría de conceptos y líneas de tiempo de evolución de técnicas y demás.

La mitad de su día pasó inmerso en las páginas del libro, cuando el reloj marcó las dos de la tarde, se desperezó y bañó. 

"Por Dios, estoy en Nueva York"

Pensó y decidido se encaminó hasta Time Square, no regresaría a su habitación esa noche, al contrario, se divertiría y encontraría un buen puesto donde comer perros calientes o una hamburguesa con queso y bailaría las canciones del evento hasta que sus pies dolieran.

Y así pasó, cuando marcaron en el gran reloj las 11:59, y la cuenta regresiva comenzó, se emocionó a tal grado de saltar sobre las puntas de sus pies y contar a coro.

5, 4, 3, 2…

Cuando el número uno fue dicho, y los gritos comenzaron, se encontraba festejando con alegría entre un gran grupo de amigos.

Entre el festejo, un chico fornido de cabello rubio, lo había jalado, tal vez porque lo vio ahí, solo, o por inercia, no sabía, pero en silencio le agradeció con una mirada, el chico más coqueto de lo que le gustaría le guiñó un ojo.

A Seokjin no le parecía atractivo, más bien, con el pasar del tiempo y la insistencia del chico de estar pegado con él, le parecía molesto.

La fiesta siguió toda la noche, al principio en compañía de los amables desconocidos y después, escapándose de los demás chicos, en soledad.

Cenó barato, permitiéndose un festín de dos perros calientes y una hamburguesa sin queso, porque solo quedaban pocos panes y sobras.

El cielo estaba aclarándose cada vez más, miró su reloj que marcaba las 5:34 de la mañana y entendió que era momento de volver.

El viaje en metro fue agradable debido a la poca cantidad de personas, así mismo el campus se encontraba más solitario de lo normal, estaba a pocos metros de su dormitorio y era tanto su felicidad que no le prestaba atención a su entorno.

Ni al gran charco de agua nieve en el suelo.

Sus zapatos de suela resbaladiza no soportaron mucho y terminó por derrapar, pero el impacto nunca llegó.

En su lugar una gran presión fue puesta en su cabeza y miraba a unos ojos cerrados con dolor, hoyuelos y cejas pobladas.

Podía parecer sacado de una película, o tal vez era la última pizca de romanticismo que quedaba de su antiguo ser.

Pero recordó, por un fugaz segundo, a su versión de doce años, pidiéndole a la deidad que existiera, que le diera la oportunidad de conocer a su alma gemela, en la primera nevada del año, justo como en las novelas.

Y se burló de sí mismo, porque ni en un millón de años eso le pasaría a él, excepto porque sí, en ese momento, los copos de nieve ya estaban cubriéndolo por completo.

Y se burló de sí mismo, porque ni en un millón de años eso le pasaría a él, excepto porque sí, en ese momento, los copos de nieve ya estaban cubriéndolo por completo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
MEMORIES OF US | NAMJIN | MARKSON | ESPECIALWhere stories live. Discover now