Capitulo Uno.

15.1K 644 76
                                    

Nuevos vecinos. Es lo último que me faltaba. Mi madre está preparando galletas para la nueva familia que acaba de mudarse a un lado de nuestra casa, ella sabe que esto no está bien, que no debo tener muchos amigos, porque éstos hacen preguntas. Más cuando respondo sus preguntas antes de que las formulen... verbalmente. Pero la entiendo, ella quiere que yo tenga una vida normal, lo que en realidad implica es que ella quiere tener una hija normal. Lamentablemente esto no podrá ser, no mientras yo escuche los pensamientos de las demás personas, no cuando escucho sus rajes mentales, sus hipocresías, sus imágenes de excitación algunas veces.

Sí, yo escucho los pensamientos de todos, puedo hablarles a sus mentes, además también, de poder mover objetos con ésta. Y aquí estoy, una chica completamente normal de apariencia, pero mentalmente un auditorio de pensamientos.

Todos dicen que desearían poder escuchar los pensamientos de otros, estoy completamente segura de que ellos no saben lo que desean. Esto de mis "poderes", como lo solía llamar mi padre, empezó cuando yo cumplí los 10 años. Era divertido al principio. Luego se volvió jodido. Cuando les demostré a mis padres lo que podía hacer, ellos casi se desmayan, es decir, ¿Cuántos padres en el mundo tienen hijos que son capaces de leer y hablarles a la mente? Sin contar que para que mi padre se lo creyera, tuve que lanzarle un jarrón con la mente, claro está. Luego se lo tomaron con bastante madurez y, desde entonces, cuidan sus pensamientos superficiales. Tengo que esforzarme más para oír los del fondo. Técnica que he ido perfeccionando a lo largo del tiempo.

- ¡Antonella! - Grita mi madre desde la cocina - ¿Ya estás lista, cariño?

Suspiro con pesadez mientras atravieso mi habitación con paso perezoso. Me sitúo frente al espejo enterizo perfectamente limpio en mi habitación y observo ahí, una joven con cara algo redonda, cabello castaño, ojos grandes y redondos de color marrón común, nariz respingada y labios delgados color rosa coral. Su cuerpo es otro cuento. Con la camiseta grande da la impresión de ser algo gorda, ya que sus hombros y sus pechos son algo grandes, pero si ajustas la camiseta a una talla normal, verías su cintura. Las caderas anchas no la ayudan mucho, ni tampoco los pantalones rastas enormes que lleva. Las zapatillas converse se ven genial.

Miro mi reflejo y amarro un chongo en la parte alta de mi cabeza. Genial.

< - Mis vecinos se llevarán una perfecta impresión de su hermosa vecina ->, pienso mientras corro bajando las escaleras.

Llego a la habitación que utilizamos de cocina. Tiene un color ligeramente amarillento, que combinan con los paneles aéreos que rodean la habitación. Cuando nos mudamos, mi madre se entercó en ponerle ese color a la cocina. Mi padre y yo nos negábamos rotundamente ya que nos parecía un color poco atrayente. Yo decía que la cocina parecería un salón con hepatitis. Naturalmente mi padre terminó accediendo al capricho de mi madre, como siempre. Pero, diablos, tengo que aceptarlo: Ese color ilumina la estancia.

Observo a mi madre revolotear de un lado para otro en la mesada y sonrió ligeramente mientras me acerco a ver.

Ella es una mujer hermosa. Como ahora, su cabello estaba atorado con una pinza, que le formaba un chongo. Este peinado hacía que se pueda ver su cara en forma de corazón. Se parece mucho a mí. Mucho más cuando estamos peinadas iguales. Ella es una versión maxificada de mí.

- ¡Hey! - Le digo mientras me siento en uno de los pequeños asientos que acompañan la isla de la cocina - haces hermosas y ricas galletas para gente que recién conocerás ¿y me refunfuñas cada vez que te pido que me hagas algunas? - le digo aparentando que estoy ofendida.

- Si -dice apenas haciéndome caso, concentrándose más en adornarlas a la perfección.

Alargo la mano hacia la bandeja, por una galleta, pero ella la golpea.

AnormalidadesWhere stories live. Discover now