Capitulo Veinte

3.3K 241 16
                                    

Los siguientes cinco días, habíamos mejorado bastante. Mi puntería, si no era la más exacta del mundo, había mejorado. April tenía problemas con la fuerza. Los días pasaban volando entre lanzamientos de cuchillos, y combate cuerpo a cuerpo.

Renzo vivía en nuestra memoria, y aunque era raro no escuchar alguno de sus chistes, u oírlo molestando a los demás, parecía que nos había dejado la fuerza para seguir sin él. Yoona estaba más recuperada, aunque había momentos en los que se quedaba en blanco y con la mirada perdida.

Estábamos a un día del 7 de septiembre, mi cumpleaños. Regresábamos de un arduo entrenamiento y todos estábamos sumamente cansados. Dominick cayó rendido sobre la cama, y yo hice lo mismo. Los minutos en silencio se extendían ilimitadamente.

— ¿Estás bien? —pregunto.

—Solo un poco preocupado—murmura.

—Yo también.

—Tengo curiosidad de saber que harán si no te encuentran. Estaba pensando en… —se queda callado, como pensándolo—… no ir a entrenar mañana.

—Ellos me necesitan en la noche—protesto—, es improbable que nos cojan en el día.

—Nada es improbable.

— ¿Es seguro que tendremos que luchar?

—Sólo si te llegan a llevar.

—Oh.

Estaba tranquila. Bastante tranquila con todo. No le tenía miedo a morir, ni a que me agarren. Es decir, si ese es mi destino, ¿para qué huir?

< - El destino se puede cambiar -> escucho a Dominick.

< - Algunas veces, tratar de cambiar el destino no supone tu victoria ->

< - No dejaré que nada malo te pase -> ruge en mi cabeza.

< - Nada me pasará -> lo tranquilizo < - Todo estará bien->

—Iré a ducharme—dice Dominick levantándose y dirigiéndose a la ducha.

Cuando escuché el pensamiento de mi madre por primera vez en la cena, creí que estaba loca. Tenía siete años y ellos me miraron como una extraña.

< -¿Dónde he dejado mi libreta de números telefónicos? -> se preguntaba mamá.

—En el cajón de tu mesa de noche—dije sin inmutarme.

Sentí el peso de su mirada sobre mí. Yo creía que ella había preguntado en voz alta. Con el paso de los días, me fui dando cuenta que no, que todo estaba en mi cabeza. Solía ir respondiendo todas las preguntas de mis padres en cuanto las pensaba. Poco a poco ellos se fueron dando cuenta de lo que yo podía hacer. Conforme iba creciendo, podía hacer más cosas. Podía controlar objetos con mi mente. Y hablarles directamente a la cabeza.

Cuando empecé a ir al colegio, ellos ya me habían explicado que lo que yo hacía no era normal.

— ¿Soy anormal? —había preguntado con lágrimas en los ojos.

—No mi amor, no eres anormal—me había respondido mi padre limpiando la pequeña gota de tristeza que había escapado y se deslizaba por mi mejilla—. Eres muy especial, y especial en muy buena forma. Eres única. Pero no todos lo entenderían, así que no respondas preguntas sin que las hayan formulado sonoramente, ¿si cariño?

—Pero no puedo diferenciar el sonido de la mente con la vocal—murmuré.

—Inténtalo. Eres uy inteligente. ¿Lo intentarás?

AnormalidadesOn viuen les histories. Descobreix ara