Capitulo Cinco

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‘’ La encontraste. Bien hecho. Para algo tenías que servir. ’’

Las palabras de Billy siguen resonando en mi mente. Ellos saben que es ella.

Lo que más me molestaba es que Antonella sea tan terca en querer enterarse de todo. Si yo le contaba, la pondría en peligro. Y aún no deseaba ponerla en peligro. Demonios. Ella lo hacía más difícil de lo que ya era. Yo habría impedido que nos mudáramos aquí si hubiese sabido de antemano que aquí se encontraba ella. De hecho, me sorprendió cuando la escuché por primera vez. Cuando sentí su débil intento que escuchar mi mente. Me pareció cómico. Era como un gatito queriendo jugar con una bola de lana, sin saber que esa bola era de metal. Luego la conocí a profundidad y bueno, ya no podía desengancharme de ella.

Salgo del instituto apresuradamente y tomo un taxi hacia el lugar donde se encuentran todos ellos. Sé exactamente donde queda su nido de ratones.

Yo no puedo creer como es que mi mejor amigo —porque si, aún lo era— podía tratarme así: con tanto asco. No es que los haya traicionado. No. Simplemente decidí cómo seguir mi vida, y mi primera decisión fue alejarme de ellos. Y con esa decisión, alejarme de mi padre.

Ahora el problema era Antonella. Ella es mi problema, me corrijo. No dejaría que la tuvieran. Dedicaría todo mi tiempo a protegerla y a alejarla de ellos. No es que fuera fácil, por eso estaba dirigiéndome a mi antiguo hogar. A pedir que reconsideren todo. Es decir, no éramos producto de la naturaleza. Nuestra existencia fue provocada. ¿Por qué no remediar todo eso?

Le entrego un par de billetes al taxista y bajo del auto encaminándome hacia la casa de tan feo aspecto donde todos ellos se hospedan. No solo tenían aspecto de vagabundos, también vivían como tal. No podría haber seguido junto con ellos, no era mi destino, ni lo que yo quería para mí.

Tomo aire dándome valor y toco la puerta con los nudillos, me seco las manos en los pantalones. La puerta se abre y Bill sale con actitud arrogante.

—¿Qué haces aquí, niño? —escupe las palabras. Lo quedo mirando y me pregunto cómo el niño dulce y juguetón con el que andaba de pequeño puede esconderse tras toda esa ropa fea y vieja y esas facciones tan duras como la piedra.

Me remuevo incómodo y miro sobre su hombro.

—Quiero ver a mi padre—sonrío con suficiencia—ya sabes, de padre a hijo biológico, sin sustitutos—ladeo la cabeza mirándolo.

Cuando me fui con mi madre, Bill se volvió el hijo perfecto para mi padre. Lo entrenó perfectamente para odiarme y algún día, quizá por fortuna del destino, matarme. Mi padre era demasiado radical en ese sentido, así que me esperaba absolutamente todo de él.

—Eres una vergüenza para él, deberías irte—dice con furia.

—Apártate, mucha cháchara—lo aparto duramente con la mano haciendo que trastabille. Luego de recuperarse, él me agarra de la parte trasera de la camisa y me jala hacia atrás haciendo que yo también trastabille.

—Eres un maldito hijo de puta, te crees protector, pero jamás lo serás. No volverás a ver a mi padre, y mucho menos, podrás poner fuera de nuestro alcance a la hija de puta esa. La necesitamos ¿Entendiste? —Me mira fijamente y sacude mi camisa —disfruta traicionando a tu propia familia.

La ira me sube por la cabeza, y eso hace que no piense. Lo cual no hago a continuación.

Le doy un cabezazo a Bill en la nariz, haciendo que me suelte. A continuación, como en toda pelea, solo distingo una figura moviéndose para atacarme, así que reacciono como cualquiera haría: me defiendo.

Bill se toca la nariz inflamada y me mira sorprendido. Ataca pateándome las costillas a la altura de mis pulmones. Me doblo por dolor y él aprovecha para agarrarme en mi posición encorvada y atacar con un rodillazo dirigido a mi estómago, pero cae en mis brazos que trataban de proteger la parte lateral de mi cuerpo.

AnormalidadesWhere stories live. Discover now