Capitulo Diecinueve

5.3K 257 4
                                    

Los últimos siete días fueron eternos y dolorosos. Después de dos días de la defunción de Renzo, decidimos enterrarlo en un cementerio que está a doce horas de donde nos encontrábamos. Ni siquiera hubo funeral. Deseábamos no extender el dolor de cada uno de nosotros, así que decidimos hacerlo lo más simple que se podía, estábamos seguros que Renzo los entendería. El día del entierro fue desgarrador. La madre de Dominick, la mía y la de April asistieron. Al parecer las tres madres se habían escondido muy aparte d nosotros.

¿Me alegraba ver a mi madre? Claro que sí. Sentí toda la alegría que podía sentir en aquel momento. La abracé. Lloré como una niña. Y ella me consoló como solía hacer cuando era pequeña y lloraba por cualquier cosa.

Después del entierro, tuvimos que separarnos de nuevo. La casa se había vuelto un lugar silencioso, oscuro y solitario. Casi nadie hablaba, nadie reía ni sonreía. Solo nos mirábamos unos a otros. Parecíamos zombis andantes, pues casi nadie tenía ganas de cocinar o comprar algo para comer. Con duras penas nos aseábamos.

Yoona había entrado en un estado preocupante para todos. El día que regresamos del entierro, se sentó en el mueble en silencio. Desde entonces no ha probado bocado alguno. Su mirada está vacía y sin brillo. Al cabo de dos días, no se había movido. Ni durmió, ni se aseó, ni comió, ni bebió. Después de varios intentos y ruegos, Evelyn consiguió hacer que se aseara, comiera, y durmiera un poco. Pero había vuelto a lo mismo. Sentada en su cama, ni siquiera se movía. Era como una estatua.

Cuando April o yo teníamos las fuerzas de cocinar algo, subíamos a persuadirla que coma un poco, pero ella no nos oía. Simplemente nos ignoraba. Algunas veces, vi como las lágrimas se desbordaban por las esquinas de sus ojos vacíos.

Bill y Dominick eran los únicos que se mantenían en movimiento, por obligación, claro. Tenían que conseguir cuanto antes un nuevo escondite. Me preguntaba porque no nos habían atacado ya.

—No les sirves de nada hasta el día de tu cumpleaños—me respondió Dominick cuando le formulé la pregunta.

— ¿Por qué mataron a Renzo? —pensé en voz alta.

—Están tratando de eliminarnos uno a uno, para dejarte sin protección.

Fruncí el ceño.

—Eso no tiene sentido—replicó—. Si quisieran dejarme sin protección, te hubiesen atacado a ti primero.

Dominick me mira y ladea la cabeza pensándoselo por un momento.

—Empezaron por el más débil, supongo—concluyó con un encogimiento de hombros.

—Él no era débil—le dije.

—No, no lo era—concedió Dominick—, pero entre nosotros, sí.

—Está April—contradije.

—Duerme con Bill.

Y Dominick había zanjado el tema. Nadie había hablado más sobre Renzo, ni sobre lo que sucedió. Solo queríamos irnos. Y así fue. Nos mudamos otra vez. Esta vez no nos vendaron los ojos, ni nada por el estilo. La casa era bastante pequeña. De una sola planta, con cuatro cuartos, sin sótano, una cocina pequeña y un comedor bastante estrecho. Cada habitación apenas tenía espacio para una cama, por lo que Jack y Jeremy tuvieron que resignarse a dormir juntos.

Nadie estaba de ánimos para ponerse a repartir habitaciones. Dominick y yo cogimos la primera que vimos. Afortunadamente, como la casa anterior, esta también estaba amueblada con las cosas más fundamentales para la sobrevivencia de ocho adolescentes. Habíamos dejado todos los juegos de mesa, y DVD’s en la otra casa. Ya nadie podría jugar sin el alma del grupo.

AnormalidadesWhere stories live. Discover now