• - D O S - •

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Las nubes grises inundaban el cielo. Un viento de tormenta se hacia presente al caminar.

Valentín iba algunos pasos delante de mí, guiándome, mientras que yo caminaba cabizbaja, pensando en mi plan de dormir cuatro horas seguidas cuando llegara a mi casa.

Habíamos salido de la escuela algunos minutos atrás, y ninguno había hablado hasta entonces, más que para saludarnos.

Toda la situación era bastante incómoda. La única que salía ganando era Juliana, quien confiaba en mí para que sea su "Cupido". No tenía idea que hacer, porque nunca le hice gancho a nadie, pero Juli ponía su fe en mí y yo me convencía de que no la iba a defraudar.

— ¿Cuánto falta? — Pregunté con cansancio. Los pies me habían comenzado a doler, y mi mochila me pesaba.

El chico me miró de reojo con la expresión neutra. — ¿Ya te cansaste?, que floja.

— No me cansé. — Le dije seriamente. La verdad era que si, pero no quería que se burlara. — Es que, se está por largar a llover.

— Tranqui, ya casi llegamos. — Contestó, devolviendo la vista hacia delante.

Yo bufé y continué el camino. No dejaba de preguntarme por qué carajo no nos tomamos un colectivo y nos ahorrábamos ese trayecto agotador.

Alrededor de 5 minutos más tarde, nos detuvimos frente a una casa de rejas negras.

— Es acá. — Me sonrió, mientras sacaba un par de llaves de su mochila. — Te dije que no faltaba tanto.

— Mejor. — Contesté con desinterés. — Ya empezaba a sentir las gotas de lluvia.

Él abrió la reja, y me dejó pasar primero. — Seguro te meó un pájaro. — Contestó divertido entrando también.

Por primera vez desde que habíamos salido de la escuela, sonreí. Me dió risa, pero lo disimulé; no quería que el pibe tomara confianza, era solamente mi compañero de grupo, y quizá futuro novio de mi mejor amiga.

Cuando entramos a su casa, el ambiente se volvió cálido. Las paredes eran blancas; apenas entrabas, se podía ver el sillón de cuero frente a una pequeña televisión; a su lado, se encontraba un gran marco color negro el cual mostraba la cocina, lugar en donde, también, había una pequeña mesa gris con sillas del mismo color.

— Sentite cómoda. — Me dijo amable, cerrando la puerta a mis espaldas. — Mis viejos están trabajando, y mi hermano seguro duerme.

— Permiso. — Contesté algo insegura. El lugar se veía acogedor, pero siempre me sentía algo nerviosa al visitar una casa desconocida, y más si era del pibe que ni junaba.

Valentin tiró su mochila en el sillón y caminó con seguridad hacia la cocina. Yo me senté media incómoda en el mismo, y miré sus movimientos sin saber que hacer.

— ¿Querés pizza? — Me preguntó abriendo la heladera. — Sobró de anoche.

— ¿Y el trabajo cuando lo hacemos? — Pregunté elevando una ceja. Sinceramente, no me importaba sonar cortante.

Valentin sacó un plato con porciones frías de pizza, y me miró incrédulo. — Después de comer, supongo.

— Yo no tengo mucho tiempo, mi vieja pasa a las cinco. — mí expresión era neutra.

• c u p i d o ; wos •Where stories live. Discover now