• - C U A T R O - •

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Unas luces se prendieron en el fondo del pasillo; Un chico se encontraba allí. Dudé en acercarme, pero un hilo de su voz hizo darme cuenta de quién se trataba; Shawn Mendes me estaba esperando con los brazos abiertos. Al verlo, corrí hacia él. Mi felicidad era inexplicable. Cuando llegué a él, su rostro se acercó al mío. Todo era perfecto, hasta que Shawn Mendes abrió su boca y comencé a escuchar mi tono de llamada; así desperté.

El celular a mí lado vibraba mientras se escuchaba la voz de Spinetta; si, obviamente lo tenía como tono de llamada.

Sin abrir los ojos, busqué con mi mano el celular en la mesita de luz, hasta que lo encontré. El nombre en la pantalla era "Julepa", o mejor conocida como Juliana Benítez.

— ¿Hola? — Atendí somnolienta, tratando de abrir mis ojos.

— ¡BOLUDA, NO SABES! — Me gritó del otro lado, haciendo que me termine de despertar a la fuerza. — TENGO QUE DECIRTE ALGO.

— ¿Que pasó Juli? — Mi voz ronca era notable, pero a ella no le importaba.

Juliana casi siempre me despertaba y ya se le había vuelto costumbre.

— No puedo decírtelo por celular, ahora mismo voy a tu casa. — Terminó por decir, y me colgó.

Yo eché un bufido. Cómo cualquier persona, odiaba que me despierten, pero con mi mejor amiga "me lo bancaba".

Me levanté de mi cama, y me puse las pantuflas de Bob Esponja.

— ¡Bajá a comer Eve! — Se escuchó el grito de mí mamá.

— ¡Voy! — Devolví.

Comencé a caminar, fregando mis ojos aún hinchados. Debía lavarme los dientes, y luego bajar; el gusto a bosta en mi boca era desagradable.

Salí de mi habitación para dirigirme hacia la puerta del baño, pero algo se enredó entre mis pies e hizo que callera de boca al piso.

— Concha la lora. — Me quejé con enojo.

Si estaba media dormida, el golpe en la pera me terminó de despertar.

Miré hacia mis pies confundida por la caída, y abrí los ojos como platos al notar que era una campera. Pero no cualquier campera, sino, la campera de Valentin Oliva. Me había olvidado completamente de lavarla.

La tomé con apuro y la llevé conmigo hacia el baño. Abrí la lavadora y comencé a colocarle jabón para meterla. Pero, una sensación extraña tocó mí mano cuando la pasé por uno de sus bolsillos. La miré con intriga, y revisé, para encontrar un gran bollo de papel con algo escrito dentro.

«¿Lo leo o no lo leo?» dudé.

La verdad, no era algo de mi interés leer algo de Valentin Oliva. Por las dudas, no lo abrí, y me lo guardé para luego dárselo.

Terminé por meter el abrigo en la lavadora y me fui a cepillar los dientes.

— ¡Apurate, Evelyn! — Escuché a Dante, mi hermano menor, desde afuera del baño. — ¡Me estoy meando!

— ¡Banca un toque, flaco! — Contesté colocando la pasta de dientes en el cepillo. — ¡Andá al baño de abajo!

Dante bufó desde afuera, y oí sus pasos  alejarse.

Me miré al espejo para peinarme un poco; Mis ojos color miel, dilatados por la luz, aún estaban algo hinchados. También, tenía el pelo rubio todo despeinado, como si alguien me lo hubiera revuelto con su mano.

Traté de arreglarme lo mejor posible con el peine, y salí del baño con apuro para bajar a comer. El aroma a milanesa rozó mí nariz, lo que me hizo sonreír ya que adoraba almorzar milangas.

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