Capítulo 1

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Sus ojos esmeraldas observaban la estoica y seria expresión de su padre mientras conducía. Ella sabía que cualquier cosa que pasara en la escuela, colocaba a su padre estresado. Pero ella sabía lo que tenía que hacer.

—Lo siento —murmuró mientras daba golpecitos con los dedos a la botella de agua que tenía en la mano.

—Está bien. Son solo matemáticas. Siempre hay una próxima vez —El Sr. Brown contestó, arqueando los labios un poco mientras su atención seguía en la carretera.

De alguna manera, la respuesta de su padre no la tranquilizó. Porque el Sr. Brown notó un pequeño mohín en sus labios. La razón detrás de su mal humor nunca podría ser su hija. Era su carga de trabajo habitual, pero saber que su hija podía sentir su estrés a una edad tan temprana de 5 años, lo hizo sentirse aún más orgulloso.

Soltó una carcajada muy fuerte. Y esto hizo que Sydney lo mirara.

—Deberías escucharme cuando te digo que comas verduras —Trató de hacer un comentario con la esperanza de que ella creyera que podía con las matemáticas solo comiendo verduras.

Esto hizo que las cejas de ella se arrugaran y el Sr. Brown se echó a reír mientras detenía su camioneta frente a su pequeña casa.

—Pero comeremos mañana porque hoy, ya te traje pollo frito.

— ¡Sí! —Sydney exclamó con alegría y no esperó a su padre, corrió a la puerta mostrándole claramente que todos sus esfuerzos para el almuerzo serían apreciados con un corazón abierto.

Su madre murió el día que nació. Aunque su padre, el Sr. Brown, estaba devastado cuando perdió al amor de su vida, encontró su razón de vivir en Sydney, su amada hija.

Ella se parecía a su madre. Con sus ojos verdes esmeralda y sus pelos ondulados naturales de color castaño, era la niña más linda de toda la ciudad.

Todos en el pueblo, Huntsville, que no tenía más de 2000 personas, sabían que ella era la niña de los ojos de su padre. Él siempre hablaba de ella. No era muy rico como la mayoría de la gente de su pueblo, pero aun así Charlie Brown lo estaba haciendo muy bien con su negocio de carpintería, y su línea de trabajo era también la razón por la que era muy conocido en la ciudad.

Cada día que pasaba era de felicidad, ya que venía con muchas risitas y chistes estúpidos. Su hija era su orgullo y la razón de su sonrisa. Era una chica amable, dulce y tímida. Siempre tuvo esta dificultad para socializar con la gente, excepto con su padre. Pero eso nunca hizo que él se preocupara. Sabía que lo haría muy bien en el futuro.

Ella no era muy inteligente en su clase y la gente siempre la encontraba muda si su padre no estaba cerca. Así que, para Sydney, nunca hubo muchos amigos alrededor.

Pero cuando pasaba tiempo con su padre, la historia era completamente diferente. Solía ser demasiado habladora. Le contaba a su padre que siempre estaba cambiando sus sueños y metas. Solía quejarse de que no estaba creciendo muy rápido. Como también quería tener la edad suficiente para usar el vestido de su madre.

A Charlie solo le faltaba imaginación para hacerle peinados a su angelito. Y el tiempo que le llevaba peinarla fue el factor decisivo para que hoy llegara tarde a la escuela.

A Sydney le gustaba escuchar historias sobre su madre. Pero nunca la extrañó tanto, debido a que nunca la conoció. Lo único que le importaba era su padre.

Pasaron los días y ella tenía ocho años. La hermana mayor de su madre, Jennifer, junto con su hija Addison, llegaron un día a su casa... Comenzaron a vivir con ellos. Y no se le explicó a Sydney el porqué de eso, pero le gustó el cambio. Addison era tan hermosa y tenía 16 años en ese momento. Era una adolescente rebelde. Ella era todo lo que Sydney no era. Así que después de dos meses ambas niñas fueron informadas sobre el matrimonio entre sus padres.

DestrozadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora