Capítulo 10

1K 54 0
                                    

Sydney:

Ella está justo ahí. Riendo o sonriendo a algo. A su lado está su esposo. Y no están solos, mucha gente ha llegado y la fiesta parece haber comenzado.

Me siento entumecida. Mis viejos tiempos comienzan a perseguirme. ¿Por qué hizo lo que hizo? ¿Dónde me equivoqué? Hace mucho tiempo que dejé de pensar en estas preguntas, pero verla hoy aquí me hace pensar de nuevo.

Me miro los dedos. Se sienten acalorados y el dolor irradia como ola tras ola. Agarrándome la muñeca, me hundo en el suelo y me estremezco de dolor.

La mayoría de las veces no recibo tantos bastonazos en una sola vez. Pero hoy María tomó las cosas a otro nivel. Parece que ella estaba desahogándose de su ira.

Debí prestar atención y no toparme con él. Al final, fue mi error otra vez. ¿Por qué? ¿Por qué yo? Pero entonces el dolor se hace insoportable y grito en mi cerebro. ¿Qué le toma tanto tiempo a Abigail? Tengo muchas ganas de analgésicos. Me sobresalto con un fuerte gemido cuando escucho que la puerta es tocada.

—Sydney, abre la puerta. Soy yo —Escucho a Abigail desde el otro lado.

Me toma todo de mí levantarme de mi lugar y abrir esa puerta. Ella tiene una bandeja en la mano. Ella parece preocupada por mí. Colocando esa bandeja sobre la mesa, me ayuda a sentarme en la cama.

— ¿Dónde duele más? —Pregunta mientras me saca la camiseta. La hago mirar mis dedos—. Oh querida —Ella aspira el aire. Le toma 20 minutos curarme. En estos 20 minutos, ella aplica ungüento. Envuelve un vendaje alrededor de mis dedos y me da algo de analgésicos junto con un poco de jugo de naranja.

Tirándome a mi cama, me aconseja que descanse un poco y se va. Sé que ella no puede quedarse conmigo, pues aunque el catering se ocupa de todo, debe haber un montón de cosas que hacer para la familia Blake.

Acostada en mi cama, me siento relajada pensando que no se me exigirá enfrentar a nadie hoy. Y dejo que la oscuridad me consuma.

Mi cuerpo responde a algún ruido sordo. En el momento en que me doy cuenta de que alguien está golpeando la puerta, me obligo a abrir los ojos. Lo primero que noto es la hora. Son las 1:45pm., indicando que solo dormí durante 40 minutos. Alejando las sábanas de mi cuerpo, me tomo mi tiempo para colocar los pies en el suelo. Mi mente se siente mareada. Tal vez es el efecto de la medicina.

—Sydney, sé que estás ahí —dice Martha.

Mis ojos se abren de golpe y mi estómago cae de miedo. Puedo sentir que mi garganta se está secando. No, no esta mujer. Ella nunca vino a mi habitación antes ¿por qué ahora sí? Ella siempre me encontraba afuera cada vez que me visitaba.

Empiezo a contemplar mis opciones. Y como en cualquier otro momento, no tengo ninguno. La puerta está siendo golpeada nuevamente. Suelto un grito ahogado y agarro mi camiseta antes de ir hacia la puerta. Pongo mi mano sudorosa en el mango. Cerrando los ojos, trago mi saliva. Estás entumecida. Simplemente no escuches ninguna palabra ni sientas nada.

Girando el pomo abro la puerta. Dos figuras que temo aparecen. No los miro mientras mi cabeza está baja. Pero puedo imaginar una pequeña sonrisa en sus caras. Puedo sentir su mirada.

—Oh, Cariño, te estaba buscando por todas partes. Sabes que solo venimos a verte —Martha arrulla y pone su mano sobre mi hombro. El dolor se dispara desde el latigazo en el hombro. Presiono mis labios y contengo el aliento para evitar hacer una mueca. Pero las lágrimas temen salir. Ella retira la mano y comienza a observar mi habitación. Es su primera vez aquí.

—Solo mira tú habitación ahora. Sabes que vas a tener una habitación muy grande muy pronto. Debe estar muy feliz —Sofía se burla.

Intento no prestar atención a sus palabras. No tengo otra opción que guardar silencio y tomar lo que sea que me arrojarán. Tengo boca pero tengo miedo de las consecuencias. Consecuencias. Sí, esta misma palabra gobierna mi vida. Pero todavía me levanto todos los días. ¿Me pregunto cómo?

DestrozadaWhere stories live. Discover now