Capítulo 5.

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Se corrió la voz en toda la ciudad de nuevo. Había momentos en el mes en que Sydney solía salir con Ben y Abigail. Pero esta vez fue diferente. Había voces detrás de ella, estaba mortificada cuando se enteró de que todos sabían que se casaría con esa persona aterradora.

Ella se acostó en la cama despierta esa noche, extrañaba a su padre y la comodidad de su hogar, habían pasado tres años en que prácticamente no tenía hogar. Abigail y Ben no eran sus familias, solo lo era padre, si todavía siguiera vivo. A la mañana siguiente, se despertó temprano, y comenzó a hacer los quehaceres, cuando Abigail estuvo despierta, no quedaba nada por hacer. Ese día, Abigail la miró a los ojos y supo que estaba mirando un cadáver vivo. Sydney dejó de hablar con Abigail, Ben y Peter. Ellos tampoco le intentaron hablar, porque sabían que le habían fallado.

Los días pasaron y Sydney se hizo más silenciosa. Casi muda. Abigail dejó de contarle sobre los buenos momentos, porque se dio cuenta de que no había buenos momentos para esta niña. Incluso Ben y Peter comenzaron a mirarla con lástima en sus ojos. Fue cuando ella dejó de mirar a los ojos de la gente, y siempre la encontraron con la cabeza gacha.

Tenía 16 años cuando hubo una pequeña reunión en la casa Blake. Incluso esta pequeña fiesta incluyó a más de 70 personas, ella vio a Jennifer y Addison ese día. Se veían sanas y felices. Pero Sydney no lo supo, porque ella nunca les miró a la cara, sin embargo sí las escuchó hablar con otras personas. Y... cuando ella estaba sirviendo la comida a los invitados, parecía un robot. Un robot sin vida. Con un delantal de color azul y con el pelo encerrado en una pieza de tela, no parecía tener unos 16 años. Estaba delgada y con ojeras. Sus manos estaban gastadas.

Cuando regresó a la cocina vio al campo donde un niño sano estaba jugando. Salió y vio que era el hijo de Addison. Un rato después comenzó a llorar mientras lo cogía en brazos, luego comenzó a caminar de vuelta y todos giraron para ver quién era que sollozaba y lo descubrieron cuando Sydney le entregó el niño a Addison. Addison susurró "lo siento" y otras cosas. Pero Sydney no le hizo caso y siguió sirviendo los platos como si no pudiera escucharla.

La tarde pasó y los invitados se fueron. Solo se quedaron dos hombres en la casa... Estaba sirviéndoles la cena cuando un invitado derramó un poco de té sobre sí mismo. María le pidió a Sydney que le mostrara el baño, ella le estaba mostrando el camino cuando esa persona la tocó desde atrás. Ella se sobresaltó y se asustó. El hombre la enjauló y la besó con fuerza, entonces por salvarse, trató de llorar pidiendo ayuda, pero él amortiguó sus gritos.

—Relájate. Solo te estaba mirando. Ahora sé por qué Hunt te quiere. Me matará si se entera de esto. Así que mantén la boca cerrada —Dijo mientras acariciaba su cuerpo con la otra mano—. Podrías ser la Sra. Hunt la próxima vez que te vea. No estoy en la ciudad tan a menudo, pero podemos divertirnos cuando quieras. Soy mejor que él —Dijo mientras acariciaba su cuello y tocaba su cuerpo.

Pero luego la dejó. Había una sonrisa en su rostro mientras Sydney caía al suelo y se tapaba la boca con las manos temblorosas. La dejó pero ella lo escuchó decir: —bastarda con suerte.

Más tarde se enteró de que esta persona se llamaba Harriot Cobe y era uno de los amigos cercanos de Arthur Hunt.

Ella trató de cortarse las manos esa noche pero no pudo, ni aunque el día fue horrible para ella. Pues ver a Addison y Jennifer felices la estaba matando, ellas la abandonaron, ahora se había quedado sola para vivir esta vida donde todos los hombres eran como una bestia, todos listos para atacarla. Ella quería morir pero no pudo. Entonces, silenciosamente oró por su muerte.

El verano llegó después del invierno, pero no para ella. Sus pesadillas empeoraron. Y saber que su cumpleaños número 18 estaba a solo 20 días de distancia la estaba matando, no importaba cuánto trabajo hiciera o cuánto tratara de cansarse, nada estaba funcionando. Estaba sirviendo la comida en la mesa cuando escuchó a la familia hablar entusiasmada sobre la llegada de alguien. No le prestó mucha atención, pero sabía que después de cinco días vendría alguien importante.

Al día siguiente, había mucha gente en casa. La mansión Blake estaba siendo pintada donde se necesitaba la pintura. Los muebles estaban siendo pulidos, así obtuvo un montón de trabajo para distraerse de su próximo cumpleaños, el cual de hecho era una de sus pesadillas. Ella no le preguntó a nadie quien vendría o cuántos invitados llegarían.

Fue la noche antes de la llegada de los invitados que se enteró de apenas algo, cuando estaba sentada en la habitación de María haciéndole una pedicura, mientras otras chicas se rizaban sus pelos o tenían faciales. Estas se reían. Estaban hablando de impresionar a alguien. Ella no prestó atención a sus palabras, estaba más concentrada en los pies de María, ya que sabía que no podía permitirse ningún error.

—Todavía no puedo creer que él venga —exclamó Sarah con alegría.

—He oído que es la persona más increíble del mundo. Y como un caballero que es, nunca dice que no a las mujeres bonitas —Rose que tenía 25 años ahora le dijo a su hermana.

— ¿Cómo sabes algo de esto? —Sarah preguntó emocionada quién tenía ahora 22 años.

—Estuvo en Greenhut hace dos días. Mi amiga Ana lo conoció. Es hablador, y escucha con mucha atención. Ella me dijo que su aspecto es increíble —Rose le estaba contando a sus hermanas todo sobre ese tipo.

—Suena demasiado bueno para ser verdad —comentó María.

—No me importa que no lo sea. Pero una de nosotras tiene que tenerlo, el fracaso no es una opción —Sarah dijo con entusiasmo mientras se secaba la pintura de uñas.

Después de completar su pedicura, Sydney se quedó un minuto esperando si necesitaban algo más.

—Puedes irte ahora pordiosera —María dijo y todas las chicas se echaron a reír.

—Esto nunca pasa de moda —dijo Sarah entre risas.

—Y nunca envejecerá —respondió María.

Sydney estaba saliendo de la habitación cuando Rose le ordenó que planchara su vestido azul.

Ella simplemente asintió y salió de la habitación de María. Su mente estaba revisando la lista de tareas que debía hacer antes de dormir o las cosas que tenía que hacer a primera hora de la mañana.

Entró en la habitación de Rose y sacó el vestido azul. Ahí fue cuando recordó que Abigail la llamó hace unas horas, fue a su habitación a buscar a Abigail y la encontró sentada en la cama llorando. Ella no podía entenderla, pero luego miró su armario abierto. Un largo vestido largo blanco colgaba allí, era un vestido de novia, entonces ella miró a Abigail.

—Lo siento mucho —Dijo Abigail.

Sydney miró a Abigail sin comprender. Sabía que Abigail era débil y no podía hacer nada para salvarla, pero no quería su pena. Entonces, ella caminó hacia adelante y cerró el armario y salió de la habitación.

Eran más de las 12 de la noche. Toda la casa estaba durmiendo. Y mientras una ventana emitía luz una niña planchaba un vestido azul. Sus dedos eran delgados, y sus pies la estaban matando por estar demasiado tiempo parada. Ella alguna vez fue la princesa de su padre, pero ahora no era nadie. Después de colgar ese vestido con cuidado, con cansancio, logró entrar a su habitación para dormir un poco, pero olvidó poner la alarma a las 4:30 a.m.

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