Capítulo 1 "Bienvenido a..."

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8:00 a.m. Ciudad de México, época actual.

Después de haber pasado 15 años en el extranjero, Eduardo Juárez, regresa a la ciudad que lo vio nacer y crecer durante su niñez, cegado por la ira y sed de venganza hacia la persona que se encargó de arruinarle la vida, Bárbara Greco Mientras recogía su equipaje, sintió aquella nostalgia indescriptible, por volver a ver a su amor de infancia Fernanda, la recordaba como un sueño, era incapaz de imaginarla como una persona adulta, en su mente todo permanecía como en el pasado; finalmente comenzó a recorrer los pasillos del aeropuerto, hacia la salida de este, tomo un taxi, que lo condujo hasta el hotel donde se hospedaría, mientras veía por la ventanilla, se admiraba de la belleza de la ciudad, parecía que nunca antes hubiera recorrido las calles y Avenidas de la ciudad de México.

-Muchas gracias.- dijo al mismo tiempo que le pagaba el servicio al taxista, nuevamente tomo sus maletas y fue directo a la recepción.

-Buen día ¿En qué le puedo servir?- pregunto amablemente la recepcionista

-Una habitación por favor, está a nombre de Eduardo Juárez.

-Perfecto, espere un momento.- la señorita tecleo un poco y en un par de minutos.- aquí tiene la llave de su habitación.- solo necesito que me llene este formulario por favor.

Eduardo tomo el lapicero que se encontraba cerca, leyó detenidamente el formulario para después llenarlo tranquilamente.- ¿algo más?- pregunto una vez que había terminado.

-No señor, es todo, que disfrute su estancia.

-Muchas gracias- tomo su equipaje y se dirigió hacia su habitación.

El lugar era espacioso, con buena iluminación, los muebles parecían ser nuevos o por lo menos no se notaban tan deteriorados, dejo sus maletas sobre la cama, para acomodar su ropa en el armario, mientras lo hacía, se preguntaba una y otra vez, si habría sido buena idea volver, ansiaba con todo su corazón volver a ver a Fernanda Elizalde, casarse con ella, podía sentir ese sentimiento limpio y puro de la niñez, y muy en el fondo, aquella ira hacia Barbaba Greco, la culpable de todas sus desgracias, le había jurado a su madre no volver jamás, pero allí estaba, de vuelta, rompiendo aquella promesa que le había hecho en su lecho de muerte, un par de años atrás, podía recordar vivamente esa sed de venganza, después de haber enterrado a su madre. De la misma manera con que ansiaba ver a Fernanda, quería tener cara a cara a Bárbara Greco, para cobrar venganza y acabar con su vida, tal como ella había acabo con la de su madre y con la suya, era una furia descomunal la que lo invadía, que en ese momento era incapaz de razonar, solo podía imaginar la mil y un formas posibles de matar a su peor enemiga.

Trato de tranquilizarse y aclarar sus pensamientos, crear un plan a la perfección, para que todo comenzara a caer por su propio peso. Sin embargo, era casi imposible, el inmensidad de su enojo lo sobrepasaba, se sentía como un adolescente impulsivo, y odiaba eso, de igual manera, no quería justificar sus acciones, deseaba mantener su alma limpia sin caer tan bajo como su enemiga, pero, sabía que si deseaba venganza, debía llegar hasta las últimas consecuencias, incluso hasta matar a Bárbara Greco

9:00 a.m. Hacienda de los Elizalde

La mañana había trascurrido como de costumbre, todo parecía marchar a su paso, los empleados se habían presentado a trabajar como cada mañana, Gonzalo y Aníbal Elizalde, ya se encontraban en la empresa, Bárbara estaba saliendo de bañarse, aun con la bata de baño puesta, y el cabello enrollado con otra toalla, tomo una de sus cremas corporales favoritas y se la unto en las piernas y brazos; busco en su armario un vestido color negro, lo suficiente tallado para dejar ver su esbelta y hermosa figura, lo modelo un poco frente al espejo de cuerpo completo y se sintió completamente satisfecha con lo que veía, maquillo con un toque oscuro, que hacia resaltar sus ojos café claro, en sus labios, se puso un labial rosa claro con un toque de brillo, haciendo ver sus labios con un toque tierno; solto su cabello, se puso un poco de crema para peinar y evitar que se le alborotara y lo cepillo delicadamente, finalmente, se puso unas zapatillas de tacón mediano finalmente estaba lista, lucia radiante, pese al temor que imponía su presencia en cualquier sitio en el que se parara.

¡Admito que te amo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora