Capítulo 6 "¿Quién eres?"

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Las semanas seguían su curso, el tiempo parecía no detenerse ante ningún imprevisto, la vida de Gonzalo Elizalde estaba en perfecta estabilidad, a lado de su amada esposa, o por lo menos eso creía él, Bárbara sin duda se había convertido en una maestra del engaño, con  sus emociones, lo cierto era que, después de aquella comida con Franco Santoro, nada podía hacer ella para frenar sus sentimientos hacia él, era evidente que ambos eran como el agua y el aceite, buscaban fines completamente paralelos, pero ¿Por qué una mala jugada del destino los ha unido?

Aquella tarde mientras comían, ella decidió tocar el tema de la inyección de capital a la empresa, desatando una terrible discusión con él, ninguno podía doblegar, Franco trataba de encontrar los motivos que Bárbara se negaba a darle, para no hacer dicho convenio; era la solución para los problemas financieros de la familia, que evidentemente ellos desconocían, porque eran perfectamente maquilladas, hasta el momento en  que no tuviesen un solo centavo, en el fondo Franco se aferraba a la idea de querer una explicación para continuar teniéndola como el ser más perfecto del mundo, pero ella no cooperaba con ello, simplemente se negó a dar una explicación. Aquella comida, termino siendo un campo de batalla, donde ninguno obtuvo la victoria.

Por la noche, ambos anhelaban tenerse cerca, pero su orgullo los hacia estar en casas y camas separadas, Ella daba vueltas interminables de un lado a otro de la habitación mientras su esposo yacía dormido en la cama; sentía un vació en el pecho y al mismo tiempo un coraje incontrolable. 

Por otra parte, Franco sentado en uno se los sofás de su despacho, bebía un vaso con Whisky, trayendo a su memoria una y otra vez cada segundo que había pasado con ella desde el momento que la volvió a ver por primera vez después de pasados algunos años, en ese momento supo que, nunca la había odiado, pero tampoco podía decir que la amaba, simplemente algo muy en el fondo de él, necesitaba estar cerca de ella, y ahora, no quería estar sin su compañía; aunque se negaba a aceptar que la maldad de ella era más fuerte que cualquier sentimiento puro y genuino que ella pudiera albergar en su corazón. Finalmente se decidió a ir en busca de ella…

Para su sorpresa, cuando se acercaba a la entrada de la hacienda, vio salir el auto de ella y efectivamente ella lo conducía, pero la dirección hacia la que iba, no era para la hacienda de él, dudo unos minutos hasta que finalmente se decidió a seguirla, tomo demasiadas precauciones para que ella no se diera cuenta y así fue, lo condujo hasta la ciudad, aparcando su auto frente a una casa enorme, cuya imponencia era terrorífica, la vio bajar del auto, vestida con ropa menos elegante y sin una gota de maquillaje y aun así le pareció la mujer más hermosa, aunque por dentro se moría de rabia, pensando lo peor. La observo mientras buscaba en su bolso y sacaba una llave, la cual abría la puerta de esa casa, la sangre le hervía con mayor fuerza, incluso después de verla entrar, por un segundo pensó en irse, pero finalmente, se quedó ahí…

Dentro de la casa

Bárbara entro sigilosamente yendo directo a una habitación en específico, se detuvo frente a la puerta, cuidadosamente saco una pistola, y le quito unos segundos poner el silenciador. Lentamente giro la perilla y entro con la misma discreción, entre penumbras vio a Artemio dormir plácidamente en la cama, cada segundo se acercaba más a él, podía escuchar su corazón latir fuertemente, ensordeciéndola, cuando llego lo suficientemente cerca, le apunto con el arma, maldiciendo en su mente la existencia de este, lentamente le apunto, pero todos su planes se vinieron abajo cuando escucho ruidos con signos de ser una fuerte pelea masculina, Artemio abrió los ojos sobresaltado ante el ruido y vio a Bárbara a un lado de la cama con el arma en la mano pero a un costado de ella.

Bárbara sintió como la piel se le helaba, mientras Artemio trataba de asimilar tantas cosas rápidamente.

-¿Qué haces aquí Rebeca?- pregunto abrumado y con cierto toque de enojo
Bárbara dudo un par de segundos, la adrenalina que sentía por todo su cuerpo la hacía prisionera e incapaz de razonar.

¡Admito que te amo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora