34. Devuelta en Hogwarts

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Annie se limpió las lágrimas que había derramado al escuchar el relato, mientras oía a la lejanía la discusión que el señor Dumbledore y Harry mantenían.

-¡Tienes diecisiete años, chico!

-¡Soy mayor de edad, y voy a seguir luchando incluso si usted se ha rendido!

-¿Quién dice que me haya rendido?

-La Orden del Fénix está acabada, -repitió Harry-. Quien-tu-ya-sabes ha ganado, se acabó, y cualquiera
que finja lo contrario se engaña a sí mismo.

-¡No dije que me gustara, pero es la verdad!

-No, no lo es -dijo Harry-. Su hermano sabía cómo terminar con Quien-usted-ya-sabe y me pasó a mí el conocimiento. Voy a seguir adelante hasta que tenga éxito... o muera. No crea que no sé como podría terminar esto. Lo sé desde hace años.

Esperó a que Aberfoth se quejara o discutiera, pero no lo hizo. Simplemente se movió.

-Tenemos que entrar en Hogwarts -dijo de nuevo Harry-. Si no puede ayudarnos, esperaremos hasta que sea de día, le dejaremos en paz, e intentaremos encontrar una forma de entrar por nuestra cuenta. Si puede ayudarnos... bueno, sería un gran momento para mencionarlo.

Aberforth permaneció pegado a su silla, mirando a Harry a los ojos, con esos ojos que se parecían tan extraordinariamente a los de su hermano. Al fin se aclaró la garganta, se puso en pie, rodeó la mesa, y se aproximó al retrato de Ariana.

-Ya sabes qué hacer -dijo él. Ella sonrió, se giró, y salió, no como hacia normalmente la gente por el costado de sus marcos, sino a lo largo de lo que parecía un largo túnel pintado tras ella.

Observaron su pálida figura retraerse hasta que finalmente fue tragada por la oscuridad.

-Er... ¿qué...? -empezó Ron.

-Ahora hay solo un camino -dijo Aberforth-. Deben saber que todos los pasadizos secretos han sido tapiados por los dos extremos, hay dementores alrededor de los muros exteriores, y patrullas regulares dentro de la escuela por lo que mis fuentes me dicen. El lugar nunca ha estado tan bien guardado. Cómo esperen hacer algo una vez consigan entrar, con Snape al cargo y los Carrow en sus puestos... bueno, eso es cosa suya, ¿no? Les digo que se preparen a morir.

-Qué alentador -murmuró Annie abrazándose a sí misma.

-¿Pero qué...? -dijo Hermione, frunciendo el ceño a la pintura de Ariana.

Un diminuto punto blanco reaparecía al final del tunel de la pintura, y ahora Ariana volvía hacia ellos, haciéndose más y más grande mientras llegaba. Pero había alguien más con ella ahora, alguien más alto que ella, que avanzaba cogeando, con aspecto excitado.

Llevaba el pelo más largo de lo que Annie le había visto nunca. Estaba pálido y agotado. La dos figuras se hicieron más y más grandes, hasta que solo sus cabezas y hombros llenaron el retrato. Entonces toda la cosa se separó de la pared como si fuera una pequeña puerta, y la entrada a un auténtico tunel se reveló. Y de él, con su pelo demasiado largo, la cara cortada, la túnica desgarrada, surgió trepando el auténtico Neville Longbottom, que soltó un rugido de alegría, saltó de la chimenea y gritó.

-¡Sabía que volverías! ¡Lo sabía, Harry!

Neville se abalanzó sobre Harry en un abrazo que dejó descolocado al ojiverde. Annie rió cuando Neville la abrazó y la levantó del suelo.

Cuanto más miraba a Neville, peor lo veía: uno de sus ojos estaba hinchado y de un tono violeta amarillento, tenía marcas de arañazos que le estropeaban el rostro, y el aire general de descuido sugería que había estado
viviendo duramente. A pesar de su aspecto maltratado brillaba de felicidad al soltar a Hermione diciendo nuevamente,

Annie y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora