Capítulo 1

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 Horloge, el segundo de Elián, salió de la espesura del bosque cuando la vio salir de la posada. Le entregó las rindas de su caballo y ambos montaron. Luego se adentraron en la espesura del bosque mientras la lluvia caía y la posada ardía a sus espaldas.

— ¿De verdad era necesario quemar la taberna entera? — preguntó Horloge cuando ya se habían alejado bastante.

— Sí.

— ¿Por qué? — preguntó, pero la chica lo ignoró —. Ya sabes que odio estar desinformado. Y además el tabernero era una de nuestras mejores fuentes de dinero rápido... y de alcohol.

Elián se hizo esperar en su respuesta. La comandante del ejército rebelde iba al trote ligero sobre su caballo entre las grandes coníferas muy tranquila con su larga capa roja rebotando a su espalda, como si no hubiera matado a cerca de 50 personas hacía apenas unos minutos.

— Kaster no estaba ahí de casualidad — respondió la chica al cabo de unos minutos de silencio que a Horloge se le antojaron eternos —. El tabernero espiaba para él y estaba esperando a que se fueran a dormir los clientes para hablar de la última vez que nos vimos, cuando me pagó.

— Y, oh, todo poderosa Elián, ¿como has llegado a esa conclusión? — preguntó Horloge con aire teatral.

— No te burles de mi con tanta soltura, siempre tengo razones para hacer lo que hago — respondió Elián sonriendo —. En el último encuentro que tuvimos, el tabernero llevaba una daga muy bonita con el símbolo de la familia Kaster. Se la dio el general como promesa de protección o algo así. Podría haberlo descuartizado en ese mismo momento pero me pareció una pérdida de tiempo. Si esperaba lo suficiente podría matar a dos pájaros de un tiro — dijo a la par que frenaba su caballo bruscamente —. O a más de dos...

Elián volvió la mirada bruscamente hacia detrás y en ese momento se oyó un crujido entre los árboles acompañado de gritos de dolor. Los hombres de Kaster que habían osado seguirlos con la esperanza de encontrar el campamento de los rebeldes ahora gritaban de dolor ante los podres de Elián.

Así que el general sí que era un cobarde después de todo, no se había atrevido a ir sin escolta, pensó Horloge.

— Son unos idiotas al usar armaduras de hierro para pelear contra el fuego. Lo más divertido es derretir las juntas de la armadura para que no puedan moverse y se queden ahí quietos como estatuas hasta que alguien se da cuenta de que están o se mueren de hambre — dijo mientras Horloge la miraba de forma extraña —. No me mires así, es divertido.

— Tienes un sentido del humor bastante extraño.

— Soy la última de una tribu de elfos supuestamente aniquilada hace años, mi trabajo es ser extraña.

A veces Horloge y el resto de los rebeldes olvidaban que toda la familia de la chica había muerto junto con el resto de elfos Kroo en aquel desfiladero hacía 12 años y todo lo que ella tuvo que soportar después para sobrevivir y lograr reclutar al ejército que hoy tenían. De hecho era extraño pensar en la posibilidad de que Elián alguna vez hubiese sido una niña pequeña e indefensa.

Pensar en ella como la presa y no como la cazadora resultaba inconcebible para muchos.

Para muchos pero no para Horloge. Él era capaz de mirar más allá de la armadura de agresividad, muerte, destrucción y sarcasmo que cubría el cuerpo de Elián y ver a una mujer joven y delicada que solo necesitaba a un hombre fuerte y valiente que la protegiera.

Horloge ansiaba ser ese hombre. Soñaba despierto pensando en los hijos fuertes y las hijas hermosas que la chica sería capaz de proporcionarle. Sin embargo Elián todavía no había dado señales de amarlo pero todo era cuestión de tiempo. O al menos eso era lo que pensaba él.

Hija del SolWhere stories live. Discover now