Capítulo 3

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Horloge ya había entrevistado a más de la mitad de los hombres que se habían presentado y estaba bastante contento con los resultados. Todos ellos eran hombres fuertes con capacidad para defenderse, tenían experiencia en combate y muchos de ellos llevaban muchos años al servicio de Elián.

Son perfectos para el trabajo, pensó Horloge mientras se repantigaba en su asiento con una sonrisa en los labios.

Todo iba a pedir de boca hasta que Elián, hecha una furia, se abrió paso entre los hombres fornidos y anchos que todavía aguardaban en la fila.

— Horloge, ¿me explicas que narices significa esto? — dijo la chica alzando la voz —. Este es mi ejército, ¿quién eres tú para hablar en mi nombre y decidir quienes serán los espías?

— Elián, yo...

Elián pegó un golpe a la mesa de metal que los separaba.

— Callate y acepta cual es tu sitio.

Eso bastó para que su segundo agachase la cabeza y los que observaban la escena mirasen para otro lado con nerviosismo.

— Continuamos con las entrevistas — anunció Elián todavía con voz autoritaria mientras se sentaba en la silla que Horloge acababa de dejar libre.

Un buen rato después Elián ya estaba harta de oír a todos esos hombretones contar sus hazañas y aventuras. Todas consistían en lo mismo:

— ¿Tienes experiencia espiando? — preguntaba Elián.

— No pero participé en la batalla no se cual y maté a Perico de los Palotes y a la lechera del pueblo porque eran muy poderosos y mis peores enemigos de toda la vida.

— ¿Sabes hacer mapas, dibujar?

— Tampoco, eso no son más que memeces. Yo sé fabricar armas y matar con ellas a mis peores enemigos de toda la vida como la lechera y Perico de los Palotes. ¿Te he hablado ya de ellos?

A estas alturas la muchacha ya empezaba a tirarse de los pelos mientras tachaba el nombre de otro recluta de su lista de espías.

— Sí, ya lo has hecho. Hace unos segundos además.

— Vaya, pues no lo recuerdo. Perdóneme comandante, soy muy despistado — se excusaba el recluta.

— Da igual. Ultima pregunta: ¿que opinas sobre mentir?

— El mentiroso es una deshonra. Horrible, horrible, mi señora. Cualquier mentiroso merece la horca como poco.

— Ajá. Entiendo. ¡Qué pase el siguiente!

Definitivamente ninguno de esos señores valía para espiar a nadie. Ninguno encajaba con el perfil que Elián necesitaba.

Una vez terminaron las entrevistas Elián pidió ver a los candidatos que Horloge había elegido antes de que ella llegase. La chica esperaba encontrarse algo más parecido a lo que ella tenía por un buen espía pero sin embargo se encontró con la misma historia de antes.

¿Como era posible que en un ejército rebelde de al menos 15.000 soldados nadie fuera capaz de proporcionarle un buen servicio de espionaje?

Por suerte tenía un plan B.

— ¿Por qué no te gusta ninguno? — preguntó Horloge interrumpiendo sus pensamientos.

— Porque no son lo que estoy buscando — dijo —. Busco gente que pase desapercibida entre multitudes, que sepa dibujar, que se fije en los detalles, que sepa mentir, que sepa memorizar datos, leer y escribir. Los soldados fuertes y grandes no nos servirán esta vez.

Hija del SolWhere stories live. Discover now