Capítulo 8.1

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Entrar en el pequeño palacio del gobernador fue un juego de niños. Elián llegó sigilosamente y sin ningún problema hasta la plaza donde estaba la única casa de piedra de Xanaia. Allí había dos guardias velando por la seguridad de su gobernador.

Que pena que esta noche vayan a fallar, pensó Elián.

La chica se concentró en una antorcha que ardía peligrosamente cerca de una casa de madera al otro lado de la plaza. Intensificó la fuerza de aquel fuego y en apenas unos segundos la fachada ardía. Los guardias, como era de esperar corrieron hacia el fuego para tratar de apagarlo.

Elián aprovechó esa oportunidad y entró en la casa deshaciendo el hierro de la cerradura. Sin embargo lo difícil estaba por llegar. En el interior del pequeño palacio había 4 guardias que se pusieron en guardia en cuanto vieron a la chica.

— ¿Quién va? — preguntó uno de ellos.

— Vuestro fin — contestó Elián mientras sacaba su espada.

Los soldados no se lo pensaron dos veces y arremetieron contra ella sin embargo Elián estaba preparada y levantó una barrera de fuego que separó a los cuatro soldados. Podría haberlos dejado ahí ardiendo pero suponía un gran gasto de energía innecesario por su parte así que se enfrentó a uno de ellos.

Este se abalanzó sobre ella gritando. La chica lo esquivó en el último momento provocando que el soldado tropezase y cayese de bruces contra la puerta. Tardaría lo suficiente en recuperarse del golpe como para que la chica acabase con otro de aquellos molestos guardias pero el tiempo se agotaba.

Ya basta de tanto jueguecito, pensó Elián. Cerró los círculos de fuego al rededor de los otros tres que corrían en su agonía totalmente cubiertos de llamas.

Al otro lado del recibidor había una escalera que subía pegada a la pared y por la cual se empezaban a oír los pasos metálicos de alguien armado. ¿Más soldados?

Parecían ser unos diez a juzgar por el ruido que hacían. Elián no podía retenerlos a todos, además si usaban armadura completa poco les importaría el fuego y quemar las armaduras requería todavía más energía. La chica sabía que se arrepentiría más tarde pero era el momento de desaparecer.

Siendo invisible subió las escaleras y se coló entre los soldados que, con la armadura completa bien puesta, bajaban corriendo como podían las escaleras. Cuando hubieron pasado volvió a hacerse visible resollando y apoyó la espalda en la pared.

La sangre comenzó a manarle del antebrazo deslizándose entre las juntas de su armadura, no era tanta como cuando asustó a Gerlyn en el bosque pero aun así era suficiente como para dejarla atontada un rato.

Siguió subiendo las escaleras y se metió en el primer pasillo que vio. Esperaba que ese fuera el correcto porque empezaba a notar como le fallaba la vista y el equilibrio. Si perdía mucho tiempo en la búsqueda del dormitorio del gobernador el plan se iría a la mierda, los guardias la encontrarían y probablemente, en su estado lograrían matarla sin demasiado esfuerzo.

Deambuló por los pasillos de aquella mansión buscando hasta que vio algo que le llamó la atención. Encima de una gran puerta de madera estaba el escudo de armas de la casa real de Clotilde. En esa puerta había talladas escenas de bodas y banquetes y otras cuantas ligeramente pornográficas y que Elián prefería no mirar demasiado.

Por lo que contaban las historias el gobernador era un hombre bastante repugnante, un viejo verde sin ningún tipo de interés por el pueblo llano y con poca habilidad para hablar con la gente. Los rumores también decían que contrataba prostitutas y luego las mataba a sangre fría.

Hija del SolWhere stories live. Discover now