Capítulo 5

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Gerlyn no había podido pegar ojo en toda la noche pensando en el herrero y su familia. Por esa misma razón también fue el primero en levantarse de la cama y por esa misma razón ahora, durante el desayuno, tenía un sueño que se moría. 

¿Habría hecho bien en ir a visitar a su antigua familia o habría sido mejor no advertirles de nada? Obviamente había exagerado ligeramente la realidad y les había contado bastantes barbaridades pero era por su bien. Si Elián les llegaba a hacer algo... 

— Gerlyn — llamó Elián desde la otra punta de la mesa del comedor sacándolo de sus pensamientos.

Gerlyn levantó la cabeza del plato y la miró fijamente temiendo que hubiese descubierto algo.

— ¿Qué? — dijo con la boca llena.

Se habían quedado solos con el desayuno sin que él lo hubiese notado si quiera. Elián por pura pereza y Gerlyn por empanado.

Los pensamientos volvieron a su cabeza una vez más. ¿El herrero habría hecho caso? ¿Habrían huido hacia alguna otra región más segura? El chico esperaba que sí. Aunque la familia no se había mostrado demasiado a favor de sus advertencias.

— ¿Tú conoces a todo el pueblo? — continuó la chica.

El chico asintió con la cabeza.

— Lo digo porque ayer a penas vi niños durante el discurso. ¿Hay muchos?

— Hay unos cuantos pero debían de estar en sus casas, hacía bastante frío.

— Es verdad, la niebla baja muy rápido al atardecer.

Elián pasó de dar más rodeos y fue directa al grano.

— Al llegar aquí, ¿recuerdas que me paré?

Gerlyn hizo memoria. Finalmente lo recordó y asintió con la cabeza. ¿A donde pretendía llegar Elián con toda aquella conversación?

— No pude ver lo que mirabas porque iba el último — dijo con cautela.

— Lo que vi fueron unos ojos azules que me observaban desde la espesura. No se quien era pero quiero a esa persona en mi equipo de espías así que dime, ¿cuantas personas tienen los ojos azules en Kaldish?

¿Ojos azules? Gerlyn se puso a pensar y a pensar. A penas unas pocas personas tenían los ojos de ese color entre ellas Mara. 

¿Qué pretendía Elián? El chico cada vez entendía menos lo que estaba sucediendo allí. Además estaba demasiado cansado como para ponerse a tratar de adivinar los planes de Elián.

— Casi todas — mintió con rapidez.

— ¿Seguro? Porque ayer me fijé bien y casi todos los ojos era marrones.

Mierda, pensó Gerlyn.

No le dio más tiempo para pensar más porque en un segundo estaban en el suelo con Elián encima suyo apretando un cuchillo contra su cuello. ¿Como se había movido tan rápido?

Los ojos rojos de Elián relucían como ascuas a tan poca distancia. Al chico se le aceleró el corazón.

— Te seguí anoche — reveló Elián —. Lo sé todo así que entrégame a la niña de ojos azules por las buenas o la cogeré yo por las malas.

Gerlyn se quedó atónito. ¿Cómo podía haber sido tan idiota? Debería haber sido más paciente y esperar a la noche o a la madrugada para hacer su visita. Seguro que ahora tenía encerrada a Mara y su familia o tal vez les había hecho algo peor.

— No les he hecho nada a ninguno de ellos. Ni siquiera saben que los vigilo.

Aquello pareció relajar un poco más a Gerlyn. Aunque la tranquilidad se terminó porque Elián volvió a apretar el cuchillo contra su cuello.

Hija del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora