Capítulo 9

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FLASHBACK

Aracne desde muy pequeña ya sabía que era diferente a las demás hijas de los nobles. A todas las damiselas les gustaba jugar con muñecas, maquillarse como autenticas cortesanas y probarse los vestidos de sus madres, tías o abuelas. Además despreciaban a los sirvientes del palacio y no dudaban en imponerles tareas de lo más absurdas por el mero hecho de divertirse.

En cambio Aracne nunca había sido como ellas y ahora a la edad de 13 años esas diferencias entre ella y las demás damas era abrumadora.

De hecho en cuanto podía la chica se escabullía por los pasadizos ocultos del palacio para escapar de aquel mundo tan pomposo y falso donde todo eran amenazas veladas y peleas fingidas. Salía disfrazada a las calles como su madre le había enseñado a hacer cuando era más pequeña.

Al pensar en ella sintió un pinchazo en el corazón. Habían pasado muchos años desde su muerte y sin embargo todavía dolía. Aracne nunca se lo perdonaría, ni a la guardia real por ejecutarla acusándola de ayudar a elfos, ni a su padre por permitirlo. ¿A caso no la amaba tanto? ¿A caso no había jurado protegerla?

Bueno eso ya no importaba porque Aracne había tomado su decisión. Ya no volvería al palacio nunca más.

Estaba harta de todo, de que la llamasen rara por preferir entrenar con la espada junto a su hermano mayor antes que jugar con las otras niñas, de que los adultos la mirasen mal y susurrasen a sus espaldas cosas horribles sobre su madre, sobre su extraño tono oscuro de piel que había heredado de ella.

Aracne odiaba todo aquello con todo su ser. Odiaba el palacio, odiaba a los nobles, odiaba sus estúpidos juegos de poder.

Iba pensando en ello la mar de distraída cuando oyó las quejas de un grupo de soldados de la guardia real y decidió acercarse para ver que pasaba. Todo aquel que putease a la guardia real merecía su respeto.

Por lo que parecía una chica pálida y menuda se estaba disculpando ante los guardias por haberse chocado contra ellos. Evitaba a toda costa mirarlos a los ojos pero por su tono no parecía para nada arrepentida.

— La próxima vez mejor mira por donde vas, mocosa — le espetó uno de ellos mientras la empujaba.

La desconocida calló al suelo de espaldas entre las risas de los soldados. Esta no pudo contenerse más, cogió un palo largo que había en el suelo y se levantó. Estaba a punto de romperlo contra la cabeza de uno de esos imbéciles cuando Aracne se acercó y la agarró por los brazos como si la estuviera abrazando evitando que golpease a los guardias.

— Por fin te encuentro, prima — dijo elevando el tono de una forma exagerada.

— ¿Qué? — preguntó la desconocida confundida.

— Sígueme el rollo si quieres vivir — le susurró Aracne rápidamente.

— Perdonadla, señores, es que mi prima anda un poco desorientada. Nos acabamos de mudar y...

Un soldado hizo un movimiento con la mano como si las despachara y Aracne le respondió con una elegante reverencia. Tras esto cogió la mano de la paliducha y las dos caminaron hasta un callejón. Dudaba mucho que se hubiese tragado eso de que eran primas pero había bastado para que dejasen en paz a la chica.

— Podía sola — dijo la desconocida en cuanto se detuvieron.

— Vaya, me tomaré esto como un "gracias" — dijo Aracne con una sonrisa en la cara.

La desconocida se soltó de su agarre y salió del callejón rumbo a vete tu a saber donde. Aracne solo sabía que tenía que conseguir salir de esa maldita ciudad y tal vez esa chica también quisiera eso.

Hija del SolWhere stories live. Discover now