Especial: En las malas y en las peores

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El sudor perlaba su piel y un fuerte gemido corto el aire mientras sostenía una pelota para el estrés en la mano. ¿Por qué había dejado que esto pasará?

Porque son unos calientes.

¡Cállate, no quiero hablar contigo!

Otra ola de dolor le recorrió el cuerpo haciéndola llorar y gritar con desesperación al tiempo que corría mas liquido por entre sus piernas y ensuciaba en asiento.

- Tranquila, lechuza. Vamos a llegar en 5 minutos. 5 minutos, no más...

- ¡Pues entonces llega! ¡Y ya deja de hablar!

Trató de regular su respiración, pero se le hizo imposible. Las contracciones era terribles y no paraban de llegar cada vez peores. Y no habían alcanzado a cenar nada, se rompió su fuente justo cuando Cam llevaba la comida a la mesa. Todavía no nacía y ya era un mocoso impertinente.

- ¡Llegamos!

- ¡Sácame del auto!

Ya que vivían en casas contiguas a la de Dan y Eline ellos se encargaron de tomar el bolso y todo lo que necesitarían para el bebé y Selina. Lo tenían mentalizado y como habían vivido la experiencia con Benet -ya tenía un poco más de un año- agarrar las cosas de los Müiller-Snape fue pan comido, sobre todo si ella no era la que estaba por dar a luz una sandía. Todo en tiempo récord, incluso con la gran panza de Eline en donde estaba Alexa con seis meses. Se subieron a su auto y pronto a alta velocidad alcanzaron a sus amigos y llamaron al hospital para que los estuvieran esperando con una silla de ruedas cuando estaban a 20 minutos del lugar. Ellos simplemente son los mejores.

¿Quién diría que hasta la más centrada se rinde ante la presión de una nueva vida saliendo de la suya?

Cam abrió la puerta de su esposa y trató de ayudar a que saliera.

- ¡Toma la otra mano, imbécil!

Una enfermera fue a buscarlos con la silla.

Selina le sonrió como pudo. - Muchas gracias. ¡Por el Tártaro, Cameron, entra ya!

Tomo con fuerza la silla de ruedas y la empujó por el estacionamiento lo más rápido que pudo.

- Mis amigos, la mujer de cabello corto, rizado y fresa, y el hombre-

- Por Dios, ¡es Daniel Rivers!

- Si, si. Ese mismo. Ellos pueden llenar la ficha. Si no entro a la sala de parto en este momento ella me va a matar.

- ¡Te voy a matar si no logras que me den una droga en este momento! ¡El bebé me esta matando!

La enfermera que comprendía bastante la situación, pues era muy usual en su línea de trabajo, asintió. Le explico rápidamente la situación a la recepcionista y llevo al joven matrimonio a los respectivos lugares en donde deberían prepararse.

- ¡No volveré a dejar que me pongas las manos encima, mal nacido hijo de Ha-!

- ¡Amor, no digas su nombre, no hoy!

Eline corrió rápidamente y le pasó su amuleto de reloj.

- Por ahora deja que diga lo que quiera, te lo recomiendo por tu bien.

Cam asintió y tragó en seco. Esto no le agradaba.

Cuando la vuelve a ver le cambiaron la ropa a una bata de hospital. Por requerimiento de ellos se había solicitado que solo la partera y dos enfermeras estuvieran presentes. No creían que fueran necesario más.

Se puso a su lado y agarró su mano: mala elección. Si ella tuviera más fuerza -y ya era muy, muy fuerte- le estaría rompiendo la mano, ¿Dónde estaba la maldita pelota? ¿Dónde esta la maldita droga analgésica!

El porqué de esta vidaWhere stories live. Discover now