44

566 50 9
                                    

No había notado que el regalo de Lav estaba haciendo más que solo curar mi pie herido.

***

Los días habían pasado, en dos noches cuando el reloj marcara las 00:00 seria Año Nuevo. No habíamos hecho mucho en realidad, nos dedicamos a levantarnos muy temprano, jugar con Hades y a tirarnos bolas de nieve.

No pudimos volver a la biblioteca, por más que lo intentamos, alguna fuerza extraña en nuestro interior nos alejaba de aquella sala antes de que pudiéramos notarlo. Un segundo estábamos llegando a la puerta, tratando con todas nuestras fuerzas de distraernos con conversaciones triviales en el camino, y al segundo estábamos cerca de los pasillos de Hufflepuff, caminando en dirección opuesta.

No llegábamos a ser tan ignorantes como para obviar el hecho de que claramente era un hechizo de confusión o repelencia, para alejarnos de la biblioteca. La razón nos parecía bastante obvia, no era de extrañar que los profesores supieran que habíamos estado allí, pero aún así me causaba intriga su manera de controlar la situación. O manipularla.

Por mi parte, estaba sufriendo extraños episodios de amnesia momentánea. Al menos así la llamaba, ya que por cortos intervalos de tiempo olvidaba todo mi entorno, y me dirigía ciegamente hacia un lugar en específico, o hacia ningún lado en particular.

El fenómeno comenzó a tener lugar luego de algunos días de Navidad. No les encontraba un significado relevante, así que no me había tomado la molestia de comentarlos en voz alta.

Tal vez eso fue un error.

***

-Oye - una alterada voz grave acompañada por una fuerte presión en mi brazo izquierdo que me obligó a retroceder unos pasos a tropezones me devolvieron al presente.

Giré mi cabeza con brusquedad, intentando adivinar quién demonios me había jalado con tal brutalidad.

Vi a Hagrid; asustado, preocupado y algo histérico. Fruncí el ceño y me decidí por analizar el entorno antes de verbalizar cualquier reproche.

Estaba al borde del Bosque Prohibido, a solo un mísero paso de ingresar a lo que podría ser una muerte dolorosa. El gigante barbudo me había frenado con algo de hostilidad, asumía, para que no llegara a dar aquel último acercamiento a la oscuridad de terreno desconocido.

-¿Estás bien? Te estaba llamando pero no parecías oírme - se afligió Hagrid.

-Si, estoy bien. Lo siento, no podía oírte - parpadee un par de veces y evite su mirada lo mejor que pude.

Un silencio algo incómodo se formó entre ambos. El sol no estaba tan alto, así que asumía que era muy temprano. Llevaba la ropa bien puesta, aunque vistiera el pijama, no me faltaba ninguna prenda.

-Ven - vaciló el grandulón -, te invito una taza de té - sugirió aún algo incómodo, soltandome para ingresar a la pequeña cabaña a unos metros del frondoso arbolado, en la cima de una parva colina.

***

-¿En serio ocurrió eso? - volví a vociferar en un tono divertido.

-Parece chiste, pero es anécdota - se desgañitaba Hagrid, luchando por no atragantarse nuevamente con el té.

La verdad es que luego de duros minutos de incomodidad, comenzamos una amena charla mañanera por un leve empujoncito de su perro, Fang, quien me babeo por completo el pie. No me molestó pero me causó algo de sorpresa, por el frío gélido que rasgaba la piel al descubierto.

Por alguna razón, un comentario llevó a otro y finalmente Hagrid se dejó llevar por el ambiente a encuentro de viejas chismosas, comenzando un sinfín se relatos sobre aventuras y anécdotas que te hacían llorar de la risa. Sin duda, aquel barbudo oso de peluche gigante, había vivido mucho.

Segunda Oportunidad. (Fred Weasley Y Tú).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora