CAPÍTULO TREINTA Y UNO

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Ramiro bajó la pistola, aunque no volvió a guardarla. La mantuvo bien agarrada junto a su pierna, el índice aún cerca del gatillo. En la PDI lo habían entrenado para que apuntar fuera un acto reflejo, un movimiento casi tan rápido como el pensamiento. Y por lo que podía ver, la mujer que lo miraba desde la silla a dos metros de distancia estaba desarmada. Si las cosas se ponían violentas, él aún contaba con ventaja.

Al menos, eso creía.

Mariana Duarte, al ver que el cañón del arma dejaba de apuntarla, dibujó una sonrisa que no transmitía ni una pizca de alivio. Era más bien un gesto de confirmación.

─¿Cómo entraste aquí? ─le preguntó Ramiro.

─Por la puerta. Aún no aprendo a trepar paredes.

─¿Con qué abriste la puerta?

─Con una ganzúa, evidentemente. Me costó dos meses aprender a hacerlo bien, así que estoy muy orgullosa. No dejé marcas, ¿verdad?

No, no había dejado marcas, solo el ligera obstrucción en el interior de la cerradura, pero eso le pasaba incluso a los expertos. Claro que Ramiro no pensaba decirle eso.

─¿Cómo sabías que estaría aquí?

─Por favor... ¿Cómo crees? ─Al ver que el joven no cambiaba su expresión, Mariana se encogió de hombros─. Llevamos meses siguiéndote.

─¿"Llevamos"? ¿Quiénes?

─Mis compañeros. Digamos que somos una especie de... resistencia. Así nos llamó Manuel.

─¿Él es parte...?

─No. Pero sí es un factor muy útil, como viene demostrando desde que comenzó a guiarlos a ti y a Hugo Farías por la investigación.

Ramiro cambió el peso de un pie al otro, el brazo derecho aún tenso junto al cuerpo.

─¿Por qué te acercaste a él?

─Pues por una razón muy sencilla: para ayudarte.

─No necesito tu ayuda.

─Los hechos indican lo contrario.

─¿Por qué Manuel? ¿Por qué no Hugo?

─Porque Hugo no habría podido guardarte el secreto. Además, Manuel no es de los que se quedan sentados esperando y eso lo pone en riesgo. Preferí hacerlo jugar mi juego y así mantenerlo ocupado.

Por primera vez, el ex detective mudó en algo las facciones de su rostro. Arrugó el ceño y parpadeó un par de veces.

─Es decir que... lo estabas protegiendo.

─Los estamos protegiendo. A todos. Y no, no me digas que no necesitas protección, porque el hecho de que yo haya podido entrar aquí y esperarte sin mayores obstáculos que una puerta, nuevamente indica lo contrario. Te encontraste conmigo, pero pudo haber sido con alguien peor.

─¿Alguien como Durán? Tú fuiste quien le dio el nombre a Manuel, ¿verdad?

─Por supuesto. Y, por lo que veo, hoy no lo encontraron... ─Mariana respiró hondo, pensativa. Parecía estar evaluando opciones─. Es extraño que haya pasado tantos días sin ir a ese lugar.

─¿Cómo sabes que Durán trabaja para Mackena?

La mujer, antes de responder, se llevó la mano al bolsillo del blazer azul oscuro que llevaba. Ramiro levantó la pistola de inmediato, pero ella apenas se inmutó. Solo arqueó una ceja.

─Tranquilo. Buscaba esto, nada más. ─Mostró un pequeño paquete de chicle. Mientras el joven volvía a su posición anterior, ella partió un pedazo y se lo echó a la boca─. ¿Quieres?

Cadáver sin nombre (Saga de los Seres Abisales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora