Mate en mano

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Sube el humito de mi mate, el agua está que pela y creo que me va ha quemar la yerba. El olor del burrito y la peperina inunda la habitación. Estoy sentada nuevamente en esta vieja mesa plegable, que supieron traer de Buenos Aires mis abuelos al mudarse a Córdoba, pero que yo convertí en escritorio ya hace más de un año. Soy buena reciclando y reutilizando recuerdos, ni hablar de memorias. 

Ayer por la noche antes de irme a dormir, hablé con mamá por teléfono. Recordaba las macanas que nos mandábamos con mi hermana del medio. Soy la mayor, nos llevamos siete años y con la más chica once. Pero hay linda relación. Como las hacía caminar...  pobres criaturas...  ¿que culpa tenían de que su despistada hermana mayor perdiera los "cospeles"? la verdad es que ninguna, pero su injusta sentencia a cadena perpetua era tenerme como hermana. 

Frente al teclado, con el mate en la mano derecha, escuchando música mirando la pantalla: "Podría escribir hoy".  Pero, ¿qué?... llevamos meses en cuarentena y ninguna aventura a las puertas. Es increíble lo melancólica que me pone finalizar Agosto, los últimos fríos, los primeros calores, el anticipo de la primavera 2020 latente. También meditabunda, no fue un año perdido, tuve años muchos peores inundados de vicios. En éste, mínimo, pude estar en paz, con home office, escuela remota, una pausa a mis propios estudios en la facultad... 

No veo la vida pasar por la ventana, lo correcto sería decir que la vivo mientras paso con ella por fuera y dentro de la ventana. He crecido y madurado. Me doy cuenta cuando compro productos de cuidado personal, cuando busco ofertas en los alimentos y cuando con el vuelto de una compra me doy un gustito, felicitándome por haber ahorrado, que paradójico...

Hace poco compré una planta de lavanda y otra de jazmín enredadera como la que tenía mi bisabuela en su jardín, pensé: estoy hecha una "nona". Me falta el gato... Próximamente solo en  salas 3D. 

Cada vez más cerca de mis treinta, me doy cuenta que mala que soy para descubrir la edad de los demás. Mi visión del tiempo es extraña. Ya no me limita a la hora de mantener una conversación o forjar una amistad. Tengo una amiga de mas de setenta años divorciada con la que converso de mi lamentable e inexistente vida amorosa, así como con mi hermana de dieciséis sobre mi muy activa vida social y laboral. Todo es relativo. Puedo tomarme una cerveza con cualquiera a esta altura.

Quizás no esté a gusto con lo que veo frente al espejo en cuanto a aspecto. Mi cuerpo a cambiado horrorosamente desde los diecisiete. Pero frente al espejo del alma, me siento tan sana y feliz. Tan... auto-evolucionada... 

Por momentos me pregunto si podré compartir el resto de mi vida con alguien o seguiré tomando mate sola en cuarentena. Pero esta cuestión no es lo suficientemente pesada como para desvelarme. 

Bueno, dejaré el resto del relato para otro momento. Se me enfría el mate y es una pena. Al final sí, se me quemo la yerba. Se me terminó la playlist y los suspiros se convirtieron en bostezos. 



Ensayos de Cuatro EstacionesWhere stories live. Discover now