VII

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Luffy y Nami dormían plácidamente acurrucados uno al lado del otro; el sol había salido hace bastante, pero ninguno de los cedía a querer levantarse. Se les hacía tan agradable compartir un momento así de íntimo, sin la necesidad de estarse besando o acariciando. Simplemente estaban cómodos con la compañía y el calorcito que emanaba del otro, o era así hasta que una gruesa y fuerte voz irrumpió en el lugar. 

— ¡LUFFY, SÉ QUE ESTÁS AQUÍ! SERÁ MEJOR QUE SALGAS — gritaba la voz desde la sala de estar.

— ¿Luffy?, ¿por qué te buscan? — preguntó la pelinaranja, acomodándose para sentarse mientras fregaba sus ojos entre nerviosa y asustada.

— Ugh, así que me encontraron... — dijo Luffy, sentándose al borde de la cama a la espera de ver aparecer a la (o las) personas que habían llegado en su búsqueda.

— Pero... ¿Quiénes?, ¿qué quieren?

Sin embargo, antes de que el moreno pudiese contestar, la puerta del dormitorio se abrió de una sola patada, dejando ver tras ella a un sujeto fortachón y con un llamativo cabello color verde. Traía entre sus manos un balde con agua fría que no dudó en lanzar sobre la parejita que acababa de despertarse producto de los molestos ruidos. 

— PERO QUÉ — gritó Nami, viéndolo enfadada y lista para lanzarse sobre él a darle un par de puñetazos en la boca, pero entonces apareció por detrás del hombre fortachón una alta y delgada mujer de enigmáticos ojos, con una agenda digital en la mano.

— Escucha, Luffy, tu agenda de hoy es bastante apretada por lo que necesitamos que salgas en este preciso instante de esta casita y te dirijas al set de grabación. Sabías que hoy iba a ser un día complejo y aún así te escabulliste, pero entiendo los motivos, no te preocupes — decía la mujer, parándose delante del peliverde y mirando de manera intermitente al moreno y a la pelinaranja, antes de volver a hablar.

— Lamento la irrupción en su hogar, señorita. Y los malos modales de mi compañero. Mi nombre es Nico Robin y el de este chico es Zoro, somos los encargados de que Luffy cumpla con el contrato que firmo. 

— Son algo así como... ¿Sus niñeras? — susurró Nami, aún algo confusa.

— Podría decirse que sí. En fin, llevamos prisa así que Luffy...

— Sí, sí, entiendo. ¿Pueden esperarme afuera? Me despediré de Nami y salgo, pero con ustedes aquí es bastante incómodo. 

— Claro, pero te lo advierto Luffy, si te escapas por alguna ventana y huyes de tus responsabilidades, no seremos tan educados como ahora — le contestó Robin, sonriendo malévolamente antes de tomar a Zoro por un brazo para arrastrarlo hacia afuera.

— Nami, siento lo de recién, quedaste toda empapada... Ese maldito de Zoro siempre es tan drástico. Anda, ve a secarte el cabello, si quieres te ayudo a colgar la ropa de la cama afuera para que se seque... 

— Nah, no te preocupes, tienes responsabilidades así que... Solo ve con ellos.

— Mmmmh. Realmente siento todo esto.

— Aún así fue una linda mañana, Luffy. Anda, ve, te están esperando — insistió la pelinaranja sonriéndole tiernamente antes de acercársele para rodearle el cuello con ambos brazos y poder susurrarle al oído. 

— Ya tendremos más tiempo para pasar a solas — y diciendo esto, depositó en sus labios un suave besito antes de alejarse para tomar las sábanas y el cobertor; todo había quedado empapado por culpa del peliverde.

— Nami, si haces esto simplemente no puedo pensar en otra cosa que no sea—

— ¡Basta! Anda, corre afuera o yo misma te llevaré — lo molestó la chica, sabiendo exactamente la clase de pensamientos que cruzaron por su cabeza, pero qué podía decir, prefería dejarlo pensando todo el día en ella que simplemente despedirse con un beso que tras el transcurso del día sería olvidado. 

Entre letras y amoresWhere stories live. Discover now