CAPÍTULO 4

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Adoraba mi forma lobuna. Me encantaba mi pelaje, suave y cálido, mis delgadas pero fuertes patas y la forma de percibir el mundo. Quizá tan solo viese los colores poco satinados, con poca nitidez, pero captaba los sonidos, los olores, los gustos y el tacto de una manera sensacional. Estaba enamorada de mi cambio, de mi yo animal.

Spencer, quién se colaba casi cada noche por mi ventana, solía decirme lo hermosa que era (en mi forma lobuna). Acostumbraba a decirme que mi pelaje era muy bonito y que mis ojos desprendían un brillo. Yo no estaba muy segura de ello y no me lo creía del todo, aunque me gustaba oírlo. A veces me llamaba cachorrito y aunque no me ilusionaba mucho, sabía que lo hacía con buenas intenciones.

Ya había pasado media semana desde mi primera transformación por lo que empezaba a acostumbrarme a las redadas nocturnas.

Aunque no dejaba de darle vueltas a la cabeza, Shasta no paraba de pensar en Ben y en Ben en Shasta. ¿Por qué no podían estar juntos? No los veía juntos, claro que no; Ben era muy frío, seco, borde y quizá algo calculador pero, por otro lado, Shasta era tímida, callada, maternal con su hermano pequeño, además de ser muy sobreprotectora. Quizá no los viese juntos, como la pareja ideal, pero sabía que lo que sentían ellos era fuerte.

«No es justo... » Pensé para mí misma a la vez que seguía a Shasta por al bosque.

¿No te lo han dicho nunca? La vida no es justa ―pensó Ben, mordaz.

¡No te metas en mi cabeza, Benji!

Aun no estando con Ben podía intuir como su posición defensiva se había tensado aún más y como su corazón se aceleraba aún más rápido. Se me hacía muy extraño todo este cúmulo de nuevas sensaciones pero algo me decía que no tardaría mucho en acostumbrarme. Pese a ello, estaba muy agusto con mi forma lobuna pues sentía que ese era mi verdadero aspecto.

No me llames así, niña ―replicó el lobo de pelaje negro como la noche.

Me enfadé. Yo no era una niña, ya tenía desde la semana pasada los catorce bien cumplidos, en todo caso una adolescente, ¿o no? Aquel chico no tenía ni idea de lo que hablaba, era un completo ignorante.

No soy una niña ―pensé con recelo hacía el lobo.

No, claro que no, solo eres una chiquilla acoplada a la manada ―sus palabras eran frías y dolorosas.

Yo en ningún momento había dicho de unirme, ese fue Anahu quien me ofreció lugar en su grupo. Ni siquiera sabía que podía adoptar forma lobuna.

Gruñí aun sabiendo que nadie, salvo Shasta, podía verme.

« Pero sí oírme. » Pensé.

A ti lo que te jode es que he de ocupar tu puesto de beta, pringado ―dije con orgullo. En ese momento me daba exactamente igual lo que me hubiese podido suceder, tan solo quería dejar claro quién iba a dejar mal a quién.

Callaros ya los dos ―bramó el alfa intentando ponerse serio. Fue en vano pues en cuanto dio la orden no pudo evitar carcajearse por lo bajo.

¡Déjalos! Así pasamos la noche ―pensó Nils divertido mientras vigilaba la casa de Dasan.

La verdad es que en cierto modo tenía su gracia, ¿no?

Entonces mi cabeza colapsó y me pregunté muchas cosas. ¿Por qué Shasta y yo éramos las dos únicas lobas? ¿Por qué había más lobos? ¿Es que las chicas que poseían el gen eran alguna clase de anomalía extraña? ¿Qué pasaba con nosotras? ¿Algo iba mal? Sin embargo, seguía amando mi cambio.

SANGRE DE LA LUNAWhere stories live. Discover now