CAPÍTULO 9

1.3K 102 5
                                    

Había veces en las que temía perderme a mí misma, dejar de ser humana y convertirme en una bestia del tamaño de un pony o de un caballo pequeño. Miraba mi reflejo en el arroyo y no me observaba a mí misma, no al menos en mi forma humana pues en el agua se veía mi yo lobuno y eso me aterraba. En algunas ocasiones evitaba cualquier objeto que pudiese reflejarme pues temía ver al lobo feroz. Me gustaba lo que era, adoraba lo que me hacía sentir pero también detestaba como me hacía ver y odiaba lo que era capaz de hacer.

Hola ―dijo una voz totalmente desconocida sacándome de mi ensimismamiento―. Se está de maravillas, ¿cierto?

―Ajá ―contesté, sin abrir los ojos.

―Me he perdido ―balbuceó―. ¿Podrías decirme como llegar a una cabaña de un curandero?

Fruncí el ceño pero no abrí los ojos todavía.

― ¿Dasan?

―Sí.

― ¿Cómo lo conoces? ―pregunté sorprendida.

―Voy de parte de mi tribu Caddo, en Elk City ―explicó―. Debo de verle esta noche y reunirme con su tribu para hablar sobre asuntos privados.

― ¿Los Kiowa? ―hablé sin mirarlo.

―Sí ―su voz era dulce y aterciopelada.

Sorprendida, pero sin abrir los ojos, dije:

―Yo formo parte de ellos.

El muchacho suspiró y noté como se acercaba más a mí.

― ¿Podrías indicarme como llegar a...?

―Dentro de un rato, cuando se ponga el sol ―suspiré― te llevaré. Ahora estoy ocupada.

El muchacho suspiró y carraspeó un par de veces. No me importaba si tenía prisa, yo hasta el atardecer no me movía de allí.

―Resulta que tengo un poco de prisa...

« Pues no haberte perdido... »

Abrí los ojos e instantáneamente me tapé los ojos con la mano pues el sol estaba bajando un poco y me daba de lleno en la cara. Poco a poco me giré aún sin dignarme a mirarlo y me levanté del frío y duro suelo del bosque. Finalmente le dirigí una mirada desafiante hasta que aquello que tanto temía que me sucediese ocurrió. Al fin y al cabo, todo comienza con una mirada. ¡Una maldita mirada!

Sentí como desconectaba del mundo. Cuando lo vi todo cambió, sentí como la gravedad desaparecía y la Tierra ya no me sujetaba al suelo que pisaba, lo hacía él, con su simple presencia. Nuestras miradas conectaron como piezas de un inmenso rompecabezas y xentí como si miles de hilos se cortaran de un golpe seco y rápido pero no flotaba sola, no, él me unía con guayas de acero. Nunca antes había visto la simetría del universo, pero ahora me parecía evidente. No me importaba nada más, supe que haría cualquier cosa por él, sería cualquier cosa. Me inundó una oleada de calor, ardiente, pero no quemaba. Todo lo que me había hecho ser como era se vino abajo, mi familia, mi manada, mis hermanos, mi casa, mis creencias, mi existencia... Todo había tomado un nuevo rumbo.

No sé cuánto tiempo pasamos así, mirándonos embobados. Quizá habían pasado segundos, minutos a lo mejor, ¿horas quizá? No lo sé, pero no me importaba.

―Soy Koda ―se presentó sonriéndome mostrando unos perfectos dientes blancos.

Su tez aceitunada se veía muy suave y sus ojos color chocolate claro resaltaban en el cabello negro satén. Sus rasgados ojos, pequeños y exóticos destacaban con su chata nariz y su boca fina. Tenía una sonrisa risueña y alegre que te hacía preguntar muchas cosas. Era un poco más alto que yo y algo delgado a pesar de notar sus abdominales bien marcados en su camiseta.

SANGRE DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora