CAPÍTULO 5

1.4K 124 5
                                    

Una vez ya en el salón de mi casa, nos repartimos en los dos sofás y hablamos de cómo nos íbamos a distribuir esa noche. Pude notar como Ben miraba a Shasta suplicante y esta, triste, desviaba la mirada. Nils los observaba en silencio y Spencer no dejaba de suspirar cada vez que notábamos que tan mal estaban las cosas. Anahu parecía restarle importancia aunque sabíamos de sobras que él era el cuarto que peor lo estaba pasando.

―Esta noche nos repartiremos en grupos de tres y seremos dos. Tu casa estará a salvo ―me aseguró el alfa―. Benji, Shasta y Magena ―nos llamó la atención―, os encargareis del bosque incluyendo el poblado. Nils, Spencer y yo de los alrededores.

Salieron de casa y dejaron la ropa detrás de mi hogar arrugada y hecha una bola en el suelo. Cuando ellos, los chicos, desaparecieron y se ocultaron en el inmenso bosque Tamha Tiki lleno de sombras y misterios aún por descubrir, nosotras dos recogimos sus piezas de ropa, las doblamos y las dejamos junto a las nuestra; en el porche. Finalmente adoptamos nuestra forma lobuna.

Prácticamente ya me había acostumbrado a los cambios, aunque se me seguía haciendo muy incómodo el hecho de no tener privacidad y que los demás tampoco la tuvieran. Anahu intentaba reprimir preguntarse como estaría Wanda, su tía, y su prima Meeko.

Nils no dejaba de comernos el tarro pensando en la chica, Nakoma. Siempre le estaba dando largas para no salir con él aunque cada vez que podía se le acercaba con su contoneo de caderas y... «¡Puaj! Definitivamente esto va a acabar mal. » Hacía que todos nos confundiésemos, una vez hasta escuché como Spencer le confesaba a Ben que soñó con que besaba a la chica. Ben era quién más me impresionaba, conseguía reservar sus pensamientos y guardarlos para su forma humana. Era admirable aunque seguía sin caerme del todo bien. Era muy serio, muy recto y muy sensato. Cuando pensaba algo en voz alta, solían ser cosas sobre si habría algún enemigo o si había algo que no cuadrase. Era curioso como Ben lograba separar sus pensamientos y pocas cosas personales se le escapaban.

En esas dos semanas en las que había estado en la manada no lo había escuchado hablar sobre su vida privada. Spencer era otro caso aparte, siempre estaba preguntando, era muy revoltoso y muy gentil. Solía presentarse voluntario para vigilarme por las noches y le cogí rápidamente mucho cariño. Mi relación con Shasta iba muy bien, solía venir casi cada mañana a casa a desayunar pues no quería pasar tanto rato con él, su hermanito, su jefe y un chico divertido haciendo gracias con tal de animarla. Solía contarme algunas leyendas, hablábamos de planes de futuro, los que hubiésemos querido si no fuéramos lo que somos.

Se supone que al ser los responsables de todos los males de la tribu, nuestro deber era quedarnos hasta nuestro último aliento con los nuestros. Normalmente manteníamos conversaciones sobre temas variados exceptuando cosas relacionadas con el amor; a la loba le deprimía.

¿Estáis visibles? ―preguntó Ben divertido.

¿Divertido? « ¿Desde cuándo Ben es divertido? »

Siempre he sido "divertido", Magena. El problema es que no me caes bien por lo que no tengo que mostrarme divertido contigo. Simple. ―contestó, aun sin yo esperar respuesta.

Rondábamos en un silencio inescrutable por el oscuro bosque de Oklahoma. No se escuchaba nada, tan solo búhos ulular y volar sobre nuestras gigantescas cabezas peludas. No había palabras precisas para designar tan increíble sensación, era magnifico. Nadie pensaba nada, era como si todos hubiésemos cerrado la mente y estuviéramos meditando algo muy pero que muy en el fondo. La tenue luz de la luna nos ayudaba a vislumbrar mejor las sendas, caminos, arbustos y árboles.

Entonces aquello sucedió. Estábamos en el corazón del bosque de Tamha Tiki, íbamos al trote lentamente y luego apareció aquel olor que nos pareció repugnante, como si fuera vinagre. Sin embargo, Shasta lo percibió muchísima intensidad. Corrimos sintiendo el viento en nuestra cara peluda, la tierra bajo nuestros pies, una sensación de libertad inigualable. Paramos cerca un pequeño arroyo y la loba olisqueó. Pegó la cabeza al suelo y empezó a seguir el rastro. Lo sentíamos cerca pero ¿dónde? Escuchamos algo moverse entre los matorrales, volteamos enseguida y entonces aquello que Shasta deseaba ocurrió.

SANGRE DE LA LUNAWhere stories live. Discover now