CAPITULO 29🥃

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Elena.

Caminé hasta el elevador del edificio de Edward antes de que las puertas se cerraran, el adolescente a mi lado me dedicó una pequeña sonrisa antes de presionar el botón que seguramente daba a su piso.

— ¿A dónde? —inquirió, un hoyuelo apareciendo en su mejilla. Su cabello castaño cubriendo parte de su frente.

—Quince.

Asintió y tras presionar el botón que le indiqué se recostó en la cabina. Mi teléfono sonó, un mensaje de Edward haciéndome sonreír.

[08:00 P.M]: Hermosa, ya estoy en casa. ¿Tardarás en llegar?

No le respondí, pero una sonrisa tonta cubrió mi rostro. Esperaba que cumpliera su promesa de hace dos semanas. Luego de cuidar a nuestros sobrinos no habíamos tenido un segundo de descanso. Edward tuvo que salir de viaje en la mañana por un problema en Las Vegas y luego yo tuve un congreso en Chicago que no pude posponer, últimamente apenas si lográbamos un segundo a solas sin tener trabajo encima.

Luego de terminar mi residencia, no sabía si aceptaría el puesto oficial en el hospital que me habían ofrecido. Emma había decidido esperar un poco antes de cumplir nuestro sueño de tener una clínica juntas, y la entendía, yo habría hecho lo mismo. Eran dos experiencias completamente distintas y amaba que estuviera disfrutando su maternidad al cien.

Tres pisos después el chico tras despedirse salió dejándome sola. Últimamente también pasaba más noches aquí que en mi propio lugar, Sasha incluso me había preguntado en broma si pronto me decidiría a empacar todo para venir junto a Ed. Tal vez algún día eso fuera posible pero dudaba que por ahora. Edward y yo estábamos enfocados en nuestros trabajos y en formar una buena relación. Mudanzas, anillos y bebés vendrían después.

Aunque no iba a negar que en nuestra ocasión como niñeros, la idea de un bebé de nosotros cruzó por mí cabeza. El instinto maternal se instaló en mí y supe que era él la persona con la que quería formar una familia. Sabía que eventualmente sería un buen padre. Nuestros niños jamás se sentirían como nosotros al crecer, Edward jamás sería ni de cerca como su padre o como el mío.

Busqué las llaves que me había dado hace un par de semanas en mi bolso al salir del ascensor. Anoche cuidamos otra vez a Alaia y a Ansel. Con Nicholas en temporada de juegos y con Lauren enferma, no quisimos que Emma se quedara en casa porque Nick la necesitaba y nosotros podíamos hacernos cargo.

Habíamos caído ambos junto a Alaia en la cama, Ansel solo había despertado una sola vez en toda la noche y Edward se hizo cargo dándole de comer y cambiando su pañal. Me pregunté dónde había aprendido a hacerlo, pero caí junto a la pequeña estrella antes de que volviera a la habitación.

Escaneé el departamento sin tener rastro alguno de que ya había llegado. Las llaves de su auto en el mostrador fue el único indicio de que ya estaba en casa. Caminé hasta llegar a su estudio, mi mano empujando la puerta un poco para verlo sentado tras su escritorio con la cabeza metida en una pila de papeles frente a él.

—¿Todo bien por aquí?

Levantó la cabeza, sorprendido, por mi presencia, por lo general llegaba un poco más tarde. Sonriendo por su expresión me acerqué sentándome sobre su escritorio mirando de reojo los papeles a mí lado. Su mano tiró de la mía haciendo que cayera en su regazo con un chillido.

— Llegaste antes —murmuró en voz baja llevando sus manos a mí cabello y atrayendome a su cuerpo para dar un casto beso en mis labios. —Pude haber ido por ti antes de llegar aquí. —habló mirándome, sus ojos grises luciendo cansados.

FUMBLE (Kings of the game #2.5)Where stories live. Discover now