XXVIII.

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twenty eight;
SER UNA POTTER









White y Harry estaban jugando al Super Mario Kart en el Super Nintendo a las 4:15 de la madrugada.

James le había regalado a Harry aquella consola por su cumpleaños número 14, y era una de las maneras que tenía el adolescente para combatir las noches de insomnio que lo acosaban desde muy pequeño. Harry siempre estaba reacio a dormirse, gracias a las constantes pesadillas que arruinaban sus horas de sueño, así que rápidamente desarrolló una pequeña adicción al videojuego que, en los últimos días, contagió a White.

— Solo digo — alegó White, frunciendo el entrecejo y apretando furiosamente los botones del control — Que el cucurucho de cucarachas debería ser declarado patrimonio nacional inglés mágico.

Harry se atragantó con la limonada. Ya no estaba seguro de por qué sacaron a relucir el cucurucho de cucarachas en la conversación, pero charlar de tonterías con White nunca lo iba a aburrir.

— Ya, seguro — ironizó — Hay que ofrecerle cucarachas a los turistas.

White se detuvo, los ojos iluminados ante la idea. Su mano golpeó el hombro de Harry, sacándole un quejido a su hijastro que acarició de inmediato el lugar afectado.

— ¡Eso sería grandioso, Harry! ¡Imagina sus caras!

Harry se carcajeó.

Ninguno de los habitantes de Potter Manor estaba pasando un buen verano, si tenían que ser sinceros. Desde la boda de James y White no habían abandonado la mansión, conscientes del peligro que estaban corriendo siendo cazados y que los mortifagos más que nunca intentaban dar con ellos, luego de que les fallara una misión de asalto al número 4 de Privet Drive, de donde fueron desalojados los Dursley, la familia materna de Harry, por protección. 

A Harry se le notaba en las ojeras, en su constante expresión derrotada o en lo rápido que se le borraban las sonrisas que poco a poco se volvían inexistentes. Se sentía culpable de lo que sucedía; si no fuera por él, estaba convencido de que su padre y White podrían estar disfrutando una maravillosa luna de miel. Si no fuera por él, Rose no debería estar ahogándose en su ansiedad a las tantas horas de la madrugada sin querer llamar la atención de los demás. Había una larga lista de posibilidades respecto a la idea de Harry alejándose de sus seres queridos y cada una de ellas lograba destrozarlo más de lo que las pesadillas podían. 

— Lo que tú digas, White — se burló, dándole otro sorbo a la limonada. 

Los dedos le temblaron sosteniendo el control y agradece silenciosamente que White no lo note. Sabe que la preocuparía si ella se diera cuenta de la cantidad de veces que Harry ha hecho esto antes y prefiere tragarse todos sus males. Harry creía que era merecedor de todos ellos, si él no hubiera nacido nada de esto pasaría. 

INFINITY ━━ james potterWhere stories live. Discover now