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—Leona, deja de perder el tiempo, ¡despierta ya!
El moreno como era habitual ignoró a la joven hiena quién bufó irritado.
—Desde que tu padre te dijo que debías conseguir una esposa has estado más gruñón que nunca.
Hace menos de un mes que Leona había ido a ver a su familia y su padre había hablado con él indicándole que ya era hora de conseguir una esposa, una madre que tuviera a sus cachorros y seguir con el linaje real. Aquello no había hecho nada más que molestar al moreno quien se quejó con fastidio.
No estaba para aguantar a alguien que no fuera Ruggie y mucho menos a un cachorro, ya tenía suficiente con Cheka.
Además, era una persona que buscaba en alguien cosas muy específicas, tenía algunos gustos excéntricos que no cualquiera portaba y eso hacía aún más difícil el elegir una pareja, aunque cierto herbívoro cumplía varios de estos estándares y hacía que el de ojos verdes voltease a verlo cada que tenía oportunidad.
Yuu, el recién nombrado Prefecto y estudiante sin magia en un prestigioso colegio que impartía clases a aquellos que tenían el potencial de ser poderosos magos, había llamado su atención.
Preferiría escogerlo a él como esposa que a una mujer de sus tierras, que se consideraban aún más fuertes y tenaces que cualquier hombre. Ruggie apoyaba su punto.
Se encontraba en el jardín de botánica, como era costumbre Leona estaba acostado disfrutando de una siesta y de la tranquilidad del lugar, a pesar de tener el sueño pesado una presencia logró hacerlo reaccionar haciendo que abriera uno de sus ojos para ver de quién se trataba.
Sus cabellos azabaches eran inconfundibles al menos para él, usaba el uniforme escolar que en su opinión le quedaba bastante bien; estaba agachado y parecía como si estuviera buscando algo.
El moreno le ignoró y siguió con su siesta de medio día, o al menos lo intentó pues al estar él no podía estar tranquilo, menos cuando escuchó sus pasos y sintió su olor tan cerca de él. Era como si quisiera asegurarse de que estaba dormido, pasados algunos segundos sintió como una de sus manos tocaba su cabellera castaña con suma delicadeza, se podría decir que hasta con cariño. Su tacto era tímido y precavido temiendo despertarlo y que este le sacará toda la mierda pero no contaba con que en realidad siempre estuvo conciente todo el tiempo, y que su tacto en su persona no era ninguna molestia o problema. Luego siguió con sus orejas, el de cabellos negros admitía que aquellas orejas peludas de león llamaban su atención de manera descomunal, lo mismo sucedía con su cola, aquella extremidad despertaba la curiosidad en su ser. Luego de sus orejas paseó por su rostro acomodando algunos mechones despejando sus ojos, tanteó suavemente la fina cicatriz que se ubicaba en su ojo izquierdo pasando por su ceja y terminando en su mejilla.
