xxi.

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LA MANIFESTACIÓN SE HABÍA SALIDO totalmente de control y había perdido de vista las personas que estaban conmigo al principio de la marcha

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LA MANIFESTACIÓN SE HABÍA SALIDO totalmente de control y había perdido de vista las personas que estaban conmigo al principio de la marcha. En unas partes habían lanzado gas lacrimógeno y los manifestantes estaban huyendo de las áreas contaminadas, seguían peleando por los suyos aunque sus ojos ardiesen como el mismo infierno.

No tenía comunicación con los arcángeles y los había perdido de vista desde hace media hora, no veía ningún rostro reconocible en mi alrededor.

Los oficiales que se interponían en mi camino fácilmente podía esquivarlos o también luchaba contra ellos, no quería decepcionar a los pobres ciudadanos de Los Santos.

Noté a lo lejos un callejón y sin dudarlo me dirigí hacia éste para esconderme por un par de minutos, la herida en mi hombro seguía sanando y no quería arruinarlo más de lo que ya estaba.

Cuando estuve apunto de adentrarme, sentí como alguien había colocado el cañón de su pistola en mi espalda.

—Levanta las putas manos y date la puta vuelta, ni siquiera intentes hacer algo, mariconetti.— Sabía de quien se trataba y sabía muy bien lo que haría cuando diera la vuelta.

Con una sonrisa egocéntrica, me di la media vuelta lentamente colocando mis manos detrás de mi nuca.
Noté como estaba un tanto desconcertado y como su arma estaba bajando lentamente, haciendo que perdiera la guardia y yo aprovechara para patearle con fuerza en el estómago con mi pierna derecha.
El arma cayó al suelo lejos de mí, pero por ahora aún no era el momento para ir por ella.

Conway se había recuperado rápidamente del golpe, por lo que estaba en pie listo para luchar.
La mirada curiosa del mayor ya no estaba ahí sino que ahora era una serena y de concentración, mientras que la mía era burlona y determinada; quería tener su cuello en mis manos y apretar de éste hasta que dejara de respirar, le dejaría en claro que nadie me humillaría de nuevo.

Los dos peleábamos con ritmo, los dos sabíamos cada movimiento que hacíamos y que procedería después. Nadie se entrometía y no estaba dispuesta a aceptar ayuda, quería acabar yo misma con Jack Conway.
El hombre de camisa blanca me había empujado hacia la pared de ladrillos, provocando que un gemido de dolor saliera.

—¿Tan rápido te cansaste, muñeca?— Cuestionó con ironía mirándome con una sonrisa divertida.

El olor a humo y la sangre caracterizaba el ambiente en el que ambos nos encontrábamos, aunque los manifestantes contra los policías parecían ser solamente unos extras y lo único importante éramos nosotros dos.

—No como tú querida Julia, cariño.— Solté con una mueca burlona y provocadora, sabiendo que había tocado su punto débil.

Su gesto se endureció y ahora se mostraba enfurecido y lleno de odio. Ahora sí tenía lo que quería.

Jack rápidamente se había dirigido a mí para propinarme un golpe y tal vez asesinarme, pero lo esquivé con agilidad; aunque él, con concentración, se había dado la vuelta con rapidez y había logrado que tropezara con una de sus piernas ya que había metido una de las suyas en mi camino bruscamente. Esa acción, provocó que cayera de espaldas contra el pavimento.

El superintendente se acercó hacia mí y colocó su pie en mi garganta, provocando que el aire fuera limitado y estuviera a pocos minutos de que perdiera la vida.

Acercó su rostro hacia el mío mientras hacía más presión contra mi garganta, quería quitármelo de encima pero mi cuerpo no respondía, solamente quedaba mirar los ojos cansados de Conway.

—Jamás hablarás en vano de mi esposa, hija de puta.— Sus manos se dirigieron hacia mi mascarilla y la retiró de mi rostro con brusquedad.

Noté como su ceño se había relajado y ahora su expresión era de sorpresa y confusión, sus ojos ahora mostraban perplejidad en su máximo esplendor. Suponía que no se esperaba que hubiera sobrevivido al ataque en la Torre Meinkord.

—Heather...— Murmuró, pero antes de que continuara noté como su cuerpo se había tensado y ahora se tiraba al suelo convulsionando.

El aire llegó a mis pulmones y respiré hondo para permitir que el oxígeno volviera a mí. Tosí repetidas veces reincorporándome mientras veía el cuerpo de Jack, que ahora estaba inmóvil.

Mi vista se dirigió hacia enfrente y ahí se encontraba Gavin, con la pistola de electrochoques.

Su mirada demostraba que se encontraba preocupado cuando me miró y rápidamente se dirigió a mí tomándome de la mano y levantándome.

—No hay tiempo de explicaciones, Azrael, tenemos que irnos rápido.

Asentí con sorpresa mirando el cuerpo de Conway ya inmóvil. Suponía que estaría bien.

Heather...
¿Por qué me llamó Heather? Ese nombre lo había escuchado anteriormente pero no recordaba cuando ni donde, ni siquiera sabía porque ese nombre se me había quedado en la mente desde que había despertado.

Era de noche y la marcha se había dispersado por la gran cantidad de oficiales que habían

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Era de noche y la marcha se había dispersado por la gran cantidad de oficiales que habían.
En la comisaría, todos los agentes que participaron tanto como policías y alumnos, se encontraban agotados por la insistencia de los ciudadanos en hacer lo justo por los fallecidos a manos de policías.

Algunos se encontraban heridos y otros solamente tenían rasguños, afortunadamente para la mayoría no había pasado a mayores.

Un Jack Conway conmocionado estaba en su oficina aún analizando lo que había sucedido en la tarde.
Heather seguía viva.
No sabía cómo pero ella seguía con vida.
Aún así no entendió su comportamiento: ¿Por qué lo atacó directamente? ¿Por qué no lo reconoció en esos instantes? Él ni siquiera tenía su rostro cubierto y lograban diferenciarlo entre la multitud de personas, lo había tratado como un enemigo.

Los ojos verdes de Reed eran oscuros y lo único que reflejaban era el odio hacia él, no había otro sentimiento más que los negativos.

La puerta de su oficina fue abierta por la presidenta de la CNI, con su semblante sereno y antipático.

—¿Qué es lo que quieres?— Preguntó sin vacilación Conway sin dirigirle la mirada a la pelirroja.

Michelle se cruzó de brazos mirando a Jack, el cual estaba leyendo un expediente que no reconoció al instante.

—Atrapamos a uno pero se niega a hablar. Ella pide hablar solamente contigo y confesará todo lo que sabe.

El mayor miró de reojo a la contraria, la cual estaba esperando pacientemente una respuesta por parte de éste.

—Ella sigue viva.— Soltó, levantándose de la silla giratoria y mirando a Evans.— Estoy ocupado como para interrogar a un gilipollas que no me dará ni una mierda de información.— Se levantó de la silla giratoria dirigiéndose hacia la salida, pero la voz de la mujer le había detenido.

—No es una petición, es una orden.— Habló con firmeza teniendo aún su mirada en Conway.

—Una orden que no estoy dispuesto a seguir.— Dio por finalizada la corta conversación y se fue de ahí.

Volkov y él irían juntos a la ubicación del hospital psiquiátrico que había localizado hace pocos momentos. Estaba alejado y en las montañas, pero eso no le importaba en lo absoluto al superintendente. Quería respuestas y las tendría en esos momentos.

𝐇𝐄𝐀𝐓𝐇𝐄𝐑; JACK CONWAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora