2| No lo acepto... me voy contigo

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Dos semanas después...

Voy camino al aeropuerto. Es increíble que todo mi mundo haya cambiado tras esa horrible noche. Después de los golpes de mi madre quedé inconsciente, y al despertar me encontraba en el hospital San Ángel.

Tomo un gran suspiro, recordando lo acontecido.

Todo era tan confuso. Al abrir los ojos me levanté de golpe y todo comenzó a dar vueltas, pero al instante sentí que unos brazos me rodeaban protectoramente. Al darme cuenta de quien se trataba me relajé.

—Ey, tranquila, pequeña. Ya pasó todo, shh descansa —dijo James contra mi cabello. En ese momento me di cuenta de que me encontraba sollozando y temblando... ¿Qué me sucedía? Yo no era así.

—Quiero irme, por favor —dije como pude. Me costaba mucho trabajo articular las palabras, algo me oprimía constantemente el pecho.

James me vio con melancolía, alejándose un poco de mí. Realmente se le veía mal, siempre fue guapísimo. Con su cabello rubio oscuro y esos ojos verdes que me encantan, con su cuerpo esbelto y fornido, pero sin exagerar.

Definitivamente era mi dios griego, mi ángel. Aunque sé que le molestaba que le dijese el primer apodo, ha sido mi mejor amigo desde que tengo uso de razón. Dios, no sé qué hubiera sido mi vida sin él y Austin... aunque el último se fuera, aún tenía a James y siempre sería así.

—Brooke, hay algo que tienes que saber y tienes que ser fuerte. Sabes que aquí me tienes y que siempre será así, ¿verdad?

—¿Qué sucede, James? No me asustes, por favor. —Hice una pequeña pausa y lo miré con miedo, pero el decidió mirar hacia otro lado—. ¿Qué más puede suceder? ¿Cuánto tiempo he estado aquí? —Me tomó de las manos y noté que al levantar la mirada la tenía cristalina y un pequeño nudo se formó en mi garganta.

—Has estado así por una semana y de verdad que jamás me había asustado tanto. —Hizo una pausa y volvió a mirar hacia otro lado, como si una pared blanca fuese más interesante que mirarme a los ojos—. Llegaste muy grave, perdiste mucha sangre y no despertabas. Mis padres te han venido a visitar, incluso Ann, pero...

Lo interrumpí, no podría dejar que siguiese.

—¡¿Y mi madre?! James, ¿en serio no vino? —Se levantó y dio unos pasos por la habitación; siempre lo hace cuando está molesto.

—Brooke, tu madre murió.

Después de aquellas palabras mi mundo se derribó.

No lo podía creer. Lo peor es que tuve que quedarme dos semanas más en el hospital para reposo. Tenía dos esguinces de no sé qué grado, uno en la muñeca y otro en el tobillo. Tenía varias contusiones en el estómago, sin contar moretones y rasguños. El más profundo de ellos recorría toda mi ceja, pero dijeron que no dejaría cicatriz.

En estos momentos estoy de camino al aeropuerto en el carro del notario, que después de leer el testamento de mi madre —quien le dejó todo a mi hermana, pero al no estar ella pasó a mi toda su fortuna— me dirijo a la casa de mi tía Alicia en California; ella posee mi nueva custodia

Sin embargo, yo no tenía idea de la existencia de esta señora, según mis fuentes yo no tengo familiares más que la poca familia de mi padre y el hermano de mi madre.

Todo está pasando tan rápido que aún no lo puedo comprender, siquiera asimilar.

Entre terapias y sesiones con el notario y el juez, se me fue la semana y vi muy poco a James. Lo necesito, lo quiero ver.

¡Oye, Brooke! (Ya en físico y ebook por Amazon. )Where stories live. Discover now