Capítulo 1:El forastero

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Una caperuza roja demasiada grande para el pequeño cuerpo que la llevaba cruzaba con rapidez el bosque que separaba la aldea con el hogar de la abuela de Shang Qinghua. El niño, en ese entonces de 6 años, recién empezaba su vida en la aldea. Separado a la fuerza de los cálidos brazos de su abuela con quién había pasado sus primeros años de vida, ahora estaba rodeado de personas extrañas que lo miraban de manera extraña. Ni un rostro amable dispuesto a ayudarlo, ni una mano extendida para que él la tomara. Era un forastero, una oveja negra que por más nieve le cayera encima no podía camuflarse entre la multitud de ovejas blancas.

Era sentido común que pensaría huir y regresar al que había conocido como su hogar.

La caperuza roja que su abuela había confeccionado era lo único que protegía a ese pequeño ser de la crueldad del invierno. Los altos pinos cubiertos de nieve al igual que el suelo y los arbustos. La luz del sol brillando débilmente en el cielo, pero sin proveer calor alguno. El bosque se veía desprovisto de sonido, solo se escuchaba el trinar de una que otra ave y el llanto del pequeño Shang Qinghua mientras corría hacia su abuela.

Hoy Chang Gui lo había vuelto a molestar, esta vez se había pasado más de la raya. Unos empujones lo podía soportar, insultos aún más, rocas tiradas en su dirección no dolían más que la nieve cayendo en su cuerpo. Pero los golpes y patadas que hoy recibió fueron la gota que derramó el ya frágil y fragmentado vaso. Los moretones todavía seguían frescos cuando decidió escapar de la tortura antes de que se hiciera peor, Chang Gui ya buscando el cinturón de su padre para terminar el trabajo.

Los gritos y pasos apresurados a sus espaldas se callaron una vez entró al bosque.

Era el territorio de las bestias decían, pero para Shang Qinghua no era más que un bosque normal y corriente así que entró sin miedo en él como lo había hecho tantas veces atrás.

"¡Abuela! ¡Abuela, no me dejes con ellos!" sollozaba el niño a medida que reconocía el camino y sabía que estaba cerca de llegar a la casa.

En uno de sus pasos apresurados no notó la piedra en su camino, su pequeño cuerpo perdiendo el equilibrio y rondando cuesta abajo en la pequeña inclinación. La nieve había amortiguado mucho de la caída, pero eso no evitó que algunos de los moretones más grandes empezaran a doler de nuevo.

Mirando boca arriba a los pinos y sintiendo la nieve cayendo lentamente en su rostro, Shang Qinghua volvió a llorar sin consuelo alguno.

¿Por qué su abuela lo había mandado a esa aldea? ¿Por qué no se podía quedar con ella? ¿Lo odiaba? ¿Había hecho algo mal?

"Me tratan muy mal abuela, estoy muy solo. No me dejes, por favor, no me dejes. Seré bueno, seré el mejor..." empezó a decir a la nada, todos los sufrimientos que había soportado en los últimos meses saliendo a la luz en medio del bosque.

Cuando sus gritos se redujeron a un simple balbuceo fue que lo escuchó.

Los pequeños gruñidos de un animal sonaban muy cerca de donde estaba. Por un momento se asustó creyendo que sería atacado, su figura incorporándose del suelo con una roca en mano. Pero luego notó que los gruñidos no habían cambiado de posición. Seguía cerca suyo, pero no se alejaban ni se acercaban...

Su abuela siempre le había enseñado que ante ruidos así la mejor opción era huir en silencio y dejar al animal solo. Debería hacer eso...sin embargo, en medio de los gruñidos creyó escuchar un quejido de dolor.

Un punto rojo en medio del mar de blanco que lo rodeaba, así se presentó el pequeño Shang Qinghua al animal cuando lo encontró. Para su corta edad no conocía mucho de animales, pero lo que vio le pareció que era un perro pequeño. Su pelaje era oscuro y tenía unos ojos azules que hicieron que el pequeño niño se quedara más tiempo del necesario observándolos.

A red dot in the darkness (Moshang)Where stories live. Discover now