(LIBRO 3) Han pasado cinco años desde que Tyler, el primer amor de Olivia Dallas, se subió a un coche y despareció literalmente de su vida, esfumándose como si jamás hubiese existido. Todo sucedió de forma tan repentina, que a ella no le dio tiempo...
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Antes de leer, déjame decirte que si sigues aquí después de este parón de unos cuantos meses, gracias 🌷
Tengo tantas llamadas perdidas de él en mi teléfono móvil, que me he visto obligada a silenciarlo hasta que la cosa se calme un poco. No soy capaz de pensar con claridad con tanto pitidito.
También tuve que desconectar ayer el teléfono fijo de casa, porque me inundó el contestador con mensajes de súplica. Mensajes donde me pedía encarecidamente que mantuviésemos una conversación adulta, pero no estoy para conversaciones ahora mismo. No me encuentro bien, ni tampoco me siento bien.
Creo que necesito estar sola un tiempo y volver a reencontrarme a mí misma. He llegado a un punto donde todo me parece una soberana mierda, y lo digo así de claro.
SOBERANA MIERDA.
No logro entender cómo es que a veces la vida se da la vuelta como si fuese una tortilla en una sartén. El sábado por la noche era yo la que prácticamente le suplicaba a Cameron por mantener una conversación cara a cara y ahora, todo está del revés. Claro que las circunstancias han cambiado bastante y me siento confusa y también decepcionada.
Estoy sentada en la cama, con una de las últimas fotografías que nos tomamos Cameron y yo en Los Hamptons, abierta en la pantalla de mi iPhone. Es una fotografía que nos hizo Cody una tarde donde la brisa marina soplaba con suavidad. Los dos salimos sonriendo a la cámara y su brazo rodea mis hombros acercándome más a él. De fondo se puede ver el mar espumoso, un sol resplandeciente en el cielo azul y a un Alan de espaldas, meando en la orilla. Verlo me hace sonreír de inmediato, porque me recuerda a cuando Cody lo regañó por salir en el plano orinando y echando a perder la fotografía.
—¡Joder! ¿Es que no tienes suficiente playa para mear o qué? ¡Quítate de ahí, pedazo de guarro! —le gritó, sacudiendo con fuerza una mano para que se apartara.
Recuerdo la carcajada limpia y clara de Cameron junto a mi oído, el gruñido en protesta de Alan a nuestras espaldas y las maldiciones que soltaba Cody cuando su cámara se quedó sin batería. Era un día perfecto, de esos que no quieres que se acabe nunca, porque todo es maravilloso.
Vuelvo a mirar la fotografía en mi pantalla y solo puedo pensar que parecíamos una pareja feliz. Tal vez lo fuimos o al menos ahí sí lo parecíamos. Ya no sé ni qué pensar.
Trago saliva y un nudo muy fuerte me estrangula el estómago. No soporto el dolor que machaca mi corazón en este momento.
Cameron se casa... joder. No estaba preparada para algo así. ¿Por qué no me lo dijo? ¿Pensaba hacerlo en algún momento?
Llevo años intentando protegerme con uñas y dientes de otra decepción amorosa y ahora siento que he fracasado de forma escandalosa en el intento... Por segunda vez. ¿De qué me ha servido mantenerme alejada de cualquier tipo de relación amorosa durante cinco años? ¿De qué me ha servido si en cuanto he bajado un poco la guardia, la desilusión ha vuelto a golpearme con fuerza?
