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El aula se encontraba a oscuras y una serie de imágenes acerca de la mitocondria se estaban proyectando.

Camila sentía los ojos arenosos y el cuerpo pesado; nuevamente había tenido la pesadilla del charco de sangre y los hombres discutiendo.

Dinah volvió a verla cabecear y acarició su cabello antes de hablarle con un susurro: —¿Te encuentras bien?

— No he podido dormir bien las últimas dos noches —respondió en el mismo tono.

— ¿Qué ocurre?

— He soñado feo.

Su pequeña charla fue interrumpida por el profesor quien habló para que todos guardarán silencio y así lo hicieron.

A la hora de salida, Camila quiso salir corriendo a casa como lo hizo el día anterior, pero Dinah la detuvo: — Pasas de ser un manojo de felicidad a ser un manojo de cansancio —dijo la chica alta de piel dorada.

— Sigo siendo un manojo de felicidad, pero con sueño —aclaró la pobre Camilita.

— ¿Qué cosas has soñado que te han afectado tanto de está manera? ¿Acaso soñaste que la señora rica te dejaba de hablar?

Camila soltó una risilla.

— No, mensa. He tenido pesadillas regales, es por eso que mis ojos se cierran y ya debo ir a casa.

Dinah le sonrió con algo de ternura y posteriormente la abrazó fuerte para decirle: — Que no te afecte tanto, pequeña, solo son sueños.

Ninguna de las dos se percató de los ojos que a lo lejos las observaban y continuaron sus respectivos caminos.

Camila necesitaba recuperar energías que le permitieran pensar en una idea para ir con Lauren al día siguiente, así que al llegar a casa  durmió hasta que le hormigueó la cabeza, y pudo continuar de no haber sido por el olor a sangre, sin embargo cuando despertó el olor desapareció y no había sangre por ningún lado.

Otra vez, el mismo sueño turbio.

¿Había algún secreto tras esa pesadilla? Se había convertido en un sueño recurrente y eso la inquietaba. Quizá el diablo la estaba molestando por andarse besuqueando con Lauren a escondidas.

Se levantó y lavó su cara para despejarse y bajar a comer algo, pues su estómago estaba rugiendo.

— Sofía me dijo que volviste a amanecer en su cama ¿Tuviste otra pesadilla? —cuestionó Sinu mientras acompañaba a su hija en el comedor.

— Tuve la misma pesadilla, Mamá. De hecho acabo de volver a tenerla.

La madre arrugó ligeramente el entrecejo.

— ¿Algo te inquieta, Camila? Quizá estás estresada.

— ¿A mi edad? Yo vivo estresada, Mami. Eso nunca había sido problema.

— Llevas tiempo sin confesarte, quizá deberías hacerlo — sugirió Sinu acariciando la cabecita de su hija.

Camila le regaló una  sonrisa a su mamá y asintió ligeramente. No perdía nada yendo, así que terminó de comer y se puso en marcha.

Al entrar a la iglesia buscó a su alrededor y no había nadie, además se escuchaba un murmullo que provenía de uno de los salones de más adentro, así que se sentó en una de las bancas. Entonces observó la cruz frente a ella, la figura de madera tallada sobre está, y la sangre pintada a detalle de carmesí.

La sangre de la figura era falsa, pero la inquietaba como lo hacía cuando era una niña pequeña que no entendía por qué la iglesia debía tener exhibida a mitad del salón la figura de un hombre muerto y sangrante que asustaba; la pesadilla parecía estar haciendo efectos sobre ella.

Camila suspiró y se trató de alejar de los pensamientos relacionados con sus recientes sueños.

Entonces un sujeto salió de dónde se encontraba el confesionario, la chica no alzó la mirada, pero alcanzó a ver la distintiva cruz de plata que llevaba al cuello y supo que era un velador.

Aún se escuchaban murmullos, así que Camila continuó meditando a solas por otro momento.

La cruz de plata de los veladores era preciosa, un obsequio y una protección que se les daba cuando iniciaban a servir luego de una preparación bastante rigurosa, sin duda un reconocimiento bendito que todos los que la tenían portaban con orgullo, todos excepto su tío Shawn.

Shawn le había dado la cruz a su hermana cuando le hicieron entrega de esta, y aunque Sinu al principio se negó, al final logró convencerla argumentando que se sentía más seguro con Cristo velando por ella y sus dos hijas. En su momento había sido algo conmovedor, pero cuando Camila se percató que todos los demás sin excepción las llevaban consigo, le pareció tonto por parte de su tío, después de todo quienes se enfrentaban cara a cara con hombres lobo eran ellos, no sus familiares.

Un sujeto más salió y tras este lo hizo el sacerdote, quién con una sonrisa se acercó hasta donde se encontraba la castaña.

— Qué grata sorpresa —dijo el sacerdote sentándose en la banca frente a Camila — ¿Qué te trae por aquí?

— Mis pesadillas, Padre. Mis pesadillas me traen por aquí —indicó la joven tras un suspiro.

— ¿Pesadillas?

— Sí, de hecho es una sola, pero se ha convertido en una pesadilla recurrente; la he tenido tres veces el último par de días.

— ¿Podrías decirme de qué se trata? —cuestionó el sacerdote.

— Bueno... Es acerca de mí y otras dos personas, sé que a una de esas personas la conozco, pero en mi sueño no la identifico, de hecho no las veo en ningún momento, pero sí las escucho discutiendo... y mientras tanto, yo estoy sobre un charco de sangre; roja, espesa, tibia, y con un olor tan fuerte que me hace despertar.

El sacerdote pareció ponerse algo incómodo con el relato, pues su semblante palideció un poco mientras Camila lo contaba. Y una vez que terminó, el hombre aclaró su garganta y se acomodó un tanto mejor en su lugar tratando de disimular cual sea que hubiese sido el sentimiento que experimentó al escuchar a la chica.

— Entonces ¿Vienes en busca de un consejo para dejar de tenerla?

— No. Vengo en busca de una penitencia. Mi mamá y yo creemos que quizá el confesarme me ayude a apasiguar mi conciencia.

El padre, aunque con una sonrisa cargada de ternura, asintió con algo de duda ante la intención de la adolescente y la hizo pasar con él para escucharla en íntimo secreto.

— Bendígame, Padre, porque he pecado. Hace ya varios meses desde mi última confesión —pronunció Camila para comenzar.





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Noche De Luna Llena || Fanfic CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora