La primera vez que vi sus ojos quedé fascinada por su profunda y misteriosa mirada. Pero luego abrió su gran bocota y lo echó todo a perder con sus comentarios arrogantes. La segunda vez que nos encontramos no fue muy diferente, sentí una inmensa atracción hacia él. Sin embargo, su boca volvió a hacer de las suyas y me dejó sin palabras. La tensión entre nosotros era palpable, como si hubiera algo más allá de nuestra animosidad superficial. Pero como un gran giro en la trama de mi vida, dos rayas aparecen en la prueba de embarazo que se suponía diera negativo. Me siento atrapada en esta situación, pero como amante de los libros que soy, me emociona y aterra como se desarrollará esta situación. Nunca debería haber olvidado de lo engañosas que pueden ser las apariencias. No debí confiar en lo que mis ojos veían, porque al final del día, la sal y el azúcar se ven exactamente iguales.
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